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Contra pereza, diligencia
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Contra pereza, diligencia

Actualizado 31/08/2014
José Román Flecha

En el refranero español se atribuye con frecuencia a la pereza la causa de la deshonra: "Tumbada está la pereza y ni a palos se endereza". "La pereza nunca hizo nobleza". "Pereza no es pobreza; pero por ahí empieza". Hay muchos refranes que contienen duras ironías contra el perezoso: "Al hombre tumbado no lo derriba nadie". "Cuando duermo me canso, ¿Qué será cuando ando?"

La experiencia popular avala la sabiduría bíblica: "A una piedra sucia se parece el perezoso, todo el mundo silba sobre su deshonra. Bola de excrementos es el perezoso; que todo el que la toca se sacude la mano" (Sir 22, 1-2).

En realidad, nadie es perezoso para todo. Nuestra inercia es sectorial y revela la jerarquía de valores que orienta nuestra vida. Nuestra pereza para cumplir nuestra misión revela el poco interés que nos merece. La vocación a la fe exige disponibilidad y diligencia. La mayor parte de las cosas no suceden nunca, porque nadie se decide a realizarlas. El Señor pide a los evangelizadores que sean diligentes para anunciar el mensaje (cf. Lc 10,4)

San Juan de Ávila dice que los Magos fueron a Jerusalén no sólo para consultar a los sabios, sino "para nos mostrar la dureza y pereza de aquel pueblo que no se menearon con tales nuevas a llegar a Betlem".

Refiriéndose a los llamados por el Señor para trabajar en su viña (Mt 20,8), afirma que "el mayor trabajo que le puede venir a un cristiano es no trabajar, y el mayor sinsabor y descontento, el mayor tormento y fatiga que puede tener es éste".

Pero sabe él que Dios nos socorre en nuestra debilidad: "Muchas veces tenemos una pereza, una mala gana de hacer una buena obra, y cuando la comenzamos envíanos Dios devoción y buenos propósitos; y por eso ninguno, aunque tibio se sienta, aunque pesado, deje de hacer buenas obras, porque es Dios tan misericordioso, que quien a Él se llega no le deja frío ni hambriento".

Hoy son muchos los que trabajan demasiado para conseguir dinero. Otros, por desgracia no consiguen un trabajo digno. Al mismo tiempo, nuestra sociedad ha descubierto el valor del ocio. Muchos lo convierten en fuente de "negocio". Sería bueno que se entendiera al modo de los clásicos, como una ocasión para la cultura, la reflexión y el diálogo más humano.

Sin embargo, en muchos ambientes el ocio se ha convertido en un fin en sí mismo. Son muchos los que procuran trabajar lo menos posible. En muchos departamentos públicos se envía a las personas de un lugar a otro, o por ineptitud o por pereza de los empleados.

Para el creyente, la pereza y la acedia revelan la pobreza de la fe, la esperanza y la caridad. En su exhortación "La alegría del Evangelio", el papa Francisco ha escrito que "algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante" (n. 81). La vocación cristiana nos exige aceptar el Reino de Dios y anunciarlo con diligencia.

UN FUEGO ARDIENTE

Domingo 22 del tiempo ordinario. A.

31 de agosto de 2014

"Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste" (Jer 20,7). Ningún texto de Jeremías es más conocido que este que hoy se lee en la celebración de la Eucaristía.

No es fácil transmitir la palabra de Dios a los que no la quieren escuchar. El profeta se lamenta ante Dios porque el ejercicio de la misión recibida de él no le ha acarreado más que burlas, desprecios y persecución.

Por eso, el profeta ha querido también él desoír la palabra de Dios para no hablar más en su nombre. Pero no le ha sido posible. Aquella palabra era en sus entrañas como fuego ardiente. Hubiera deseado ignorarla, pero no le fue posible.

LA TENTACIÓN

En Cesarea de Filipo Pedro confesó a Jesús como el Hijo de Dios. Sin embargo, aquella confesión tan explícita podía ser ambigua. Muchos esperaban un Mesías guerrero y triunfador. Pero Jesús explicó a sus discípulos que su camino llevaba al padecimiento, a la muerte y también a la resurrección (Mt 16,21-27).

Pedro estaba dispuesto a aceptar a su Maestro como el Mesías de Dios. Pero aquella perspectiva de dolor y de muerte le inquietaba profundamente. En primer lugar, por amor a su Maestro. Y, además, porque su ideal del Mesías no incluía el fracaso.

Las habituales traducciones de las palabras de Jesús suenan con una tremenda dureza. Parece que Jesús identificara a Pedro con el demonio y pretendiera arrojarlo lejos de sí. Olvidamos que "Satanás" significa "tentador".

El problema es que, inspirado por Dios para reconocer a Jesús como el Mesías, Pedro no piensa como Dios, sino como los hombres al imaginar el mesianismo de su Maestro. Jesús dice a Pedro que no sea una piedra de tropiezo en su camino. Y que se coloque "detrás de él", es decir que acepte su llamada a seguir a su Maestro. "Detrás de mí": esa es la clave.

EL SEGUIMIENTO

A esa respuesta particular une Jesús una propuesta universal: "El que quiera venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". El seguimiento de Jesús exige cambiar la mentalidad para no pensar como los hombres sino como Dios.

? Salvar la vida y perderla. Los hombres nos exhortan a salvar la vida a toda costa. Pero una actitud de acedia y de pereza en la evangelización, como dice el Papa Francisco, solo nos lleva a perder el sentido de la existencia.

? Perder la vida y encontrarla. Por el contrario, quien se entrega por amor a Dios y por amor a su pueblo, como recuerda también el Papa, ha encontrado el sentido más profundo de su vida y los motivos últimos de la evangelización.

? Ganar el mundo y malograr la propia vida. La mundanización es otra de las tentaciones del evangelizador, según el Papa Francisco. Ganar el mundo, sus riquezas y sus honores podrá dar alguna satisfacción pero no garantiza la fidelidad al Señor ni la felicidad humana.

- Señor Jesús, sabemos que descubrirte como Maestro y seguirte como Señor nos lleva a tomar cada día nuestra cruz. Que el fuego ardiente de tu palabra nos guíe por el camino. Amén.

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