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Pueblos muy queridos: El Cabaco
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DESDE LA PASTORAL UNIVERSITARIA

Pueblos muy queridos: El Cabaco

Actualizado 31/08/2014
Policarpo Díaz

Si yo fuera un forastero, que visita por vez primera este pueblo y que no conoce nada de esta tierra y de estas gentes, si así fuera, ya tendría muchos motivos para hablar de la belleza del lugar, para ponderar la acogida de estas gentes y para ensalzar lo bueno, lo bello y lo noble que ven mis ojos, nada más llegar.

Pero como en realidad yo no soy forastero, sino que he gozado de la apacibilidad de estas gentes porque entre ellos he vivido ocho maravillosos años, puedo decir en este breve texto todo lo que los quiero, lo mucho que los valoro y lo orgulloso y contento que vuelvo siempre que tengo oportunidad. Jamás podré olvidar que de aquí es y aquí vive Isabel, la maravillosa mujer ?a la que considero como mi segunda madre- que me rescató y me auxilió aquel día 31 de diciembre de 2004, cuando caí por el Puente Francia. Gracias a Dios y a la Virgen, y a través de ella, puedo seguir aquí.

Es verdad que en los orígenes históricos del Cabaco hay minas de oro. Las Cávenes. Es un verdadero patrimonio histórico y cultural, digno de admiración y de valoración, que tienen puesto en valor a través del centro de interpretación y que es muy visitado por colegios, centros, grupos, etc... Pero, el oro en el Cabaco no se ha agotado. Y no se ha agotado, ni se agotará, porque el principal oro de este pueblo está en el corazón de sus personas, en el corazón de cada una de las familias, en el corazón de los niños, de los jóvenes, de los adultos y sobre todo, en el corazón sabio de los mayores, verdadero patrimonio de la humanidad y verdaderas minas de conocimiento, lucha, sacrificio y valores para enriquecer a generaciones venideras. Mucho, muchísimo han tenido que sufrir y luchar estas humildes gentes para sacar la vida adelante. La historia de pobreza y de dureza de la vida de esta tierra, ha marcado y ha configurado no sólo las arrugas de la cara, los callos de las manos y las columnas vertebrales dobladas, sino también el éxodo migratorio casi masivo, que dejó a la Sierra vacía de niños y de esperanza.

Otro gran valor de El Cabaco, y así es conocido por toda la provincia de Salamanca, es que es la verdadera puerta de la Sierra. La puerta de entrada y de salida. La puerta dice ya mucho de la casa. Es una puerta elegante, bonita, con unas bisagras tan espléndidas, que hace que esta puerta se abra de par en par. Entrar en El Cabaco, es entrar en un universo de vida diferente, el mundo de la Sierra, con una manera de vivir, de trabajar, de divertirse, de compartir, de bailar y cantar, de comer y de solidarizarse, que cuando uno sale otra vez por la puerta -después de haber estado de visita o viviendo- sale como renovado, como con ganas de vivir, como con una lección de vida y de amor aprendida, que ya nunca se olvida.

La tercera característica de El Cabaco, que yo quiero ensalzar es su patrimonio de piedra. Su puente romano, su preciosa iglesia recientemente restaurada... No es mucho el patrimonio artístico e histórico, pero suficiente como para saber que los antepasados, llenos de humildad y de sencillez, quisieron dejar muestras de amor. Cuidar el patrimonio es una exigencia de la fe, que en este pueblo lo ha hecho y luchado, no siempre con éxito -porque las instituciones no siempre han estado a la altura de las circunstancias- pero siempre con tesón y empeño. Y así, se ha logrado un pueblo que da gusto verlo, que tiene de todo, que no le falta de casi nada y que es gratamente habitable. ¿Qué opinan ustedes de la Dehesa? Es una gozada de lugar, donde se hace familia, donde el pueblo se reúne a comer, a celebrar la vida! ¿Y ese fantástico lugar, a la vera del río, que aglomera un montón de huertas con productos estupendos?. ¡Un verdadero vergel!

También quiero resaltar -¿cómo no?- a la Virgen de la Peña de Francia, porque quiéranlo o no, reconózcanlo o no, este, El Cabaco, es su pueblo. Aquí vive. Desde aquí, desde el término de este pueblo, reina para toda la Sierra, para toda la provincia, para toda España y todo el mundo. Qué honor vivir y estar en el pueblo de la Virgen de la Peña de Francia. Su manto cobija y acaricia a cada vecino de este pueblo, su protección llega a cada rincón de cada casa y al corazón de todas las personas que por aquí pasan por motivos de tránsito hacia sus pueblos, de trabajo o de turismo.

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