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Turismo ornitológico: aires de libertad
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PASEOS Y PAISAJES DE SALAMANCA

Turismo ornitológico: aires de libertad

Actualizado 21/08/2014
Redacción

Una de las grandes riquezas de nuestra provincia está en su variedad de comarcas, con paisajes, gastronomía y arte que diferencian a unas de otras y que SALAMANCA rtv AL DIA recorrerá cada semana (GALERÍA FOTOGRÁFICA)

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Si hay algo que distingue a Salamanca de otras provincias es su gran variedad de comarcas, con paisajes, gastronomía y arte que la hacen única. Una riqueza al alcance de todos los salmantinos y visitantes que SALAMANCA rtv AL DIA mostrará cada semana. Propuestas turísticas que también pueden conocerse ampliamente en la web de la Diputación de Salamanca http://www.salamancaemocion.es En este paseo por la provincia, conoceremos mejor el turismo ornitológico.

Salamanca puede presumir de espacios naturales y cielos de gran pureza, escenario idóneo para numerosas aves. El proyecto 'Trino' ofrece distintas rutas ornitológicas a lo largo del territorio salmantino. Así, es frecuente observar el vuelo de grandes alados, como el buitre negro y leonado, águila real, águila perdicera, águila culebrera, águila calzada, alimoche, cigüeña negra o búho real, por citar algunos. Otras aves de menor tamaño comparten dichos horizontes: elanio azul, gavilán, azor, cernícalo primilla, alcotán, halcón peregrino, roquero solitario, vencejo real, acentor alpino, pechiazul ...

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Al margen de los parques y espacios naturales, existen otros menos conocidos pero de indudable valor ornitológico, como son el azud de Riolobos y la laguna del Cristo, refugios de anátidas y aves esteparias. Y si deseas sorprenderte con la contemplación de centenares de grullas alimentándose en los encinares, búscalas en los alrededores del embalse de Santa Teresa.

Aves del Tormes: viajeras de ida y vuelta

Raúl Tapia, de la Fundación Tormes-EB, escribe en 'emociones en Salamanca', revista turística de la Diputación:

De los lagos de Suecia al pantano de Santa Teresa, del delta del Okavango a las riberas tormesinas. Periplos de miles de kilómetros que salvan grullas y garcetas en sus migraciones. La estética de sus figuras no ha de mermar la dimensión de sus sergas, ni la identidad funcional en los ecosistemas que transitan. Observarlas en vuelo o descubrirlas en sus posaderos provoca sensaciones semejantes a las que resultan de la contemplación de una obra maestra: admiración, gozo y sorpresa. La selección natural es la mano artística que ha creado a las emplumadas, tras millones de años de evolución.

Y ahí están para nosotros, a lo largo del camino que anda el Tormes. Esta galería de agua y frondas aloja las mejores sonatas del bosque, pues son las aves de ribera las más canoras. No en vano el ruiseñor, solista por excelencia de la naturaleza, tiene junto al río su escenario. Trinos, gorjeos y silbidos encadenan fusas y semifusas, claves de sol y de agua convirtiendo las saucedas en pentagramas vivos. Un concierto cada hora que busca al viajero como público espontáneo.

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Un encuentro con las aves puede ser casual o provocado. Si salimos en busca de ellas, habrá que vestirse de espesura para ser parte del atrezzo vegetal. La similitud con los colores del paisaje nos permitirá pasar aparentemente desapercibidos. Podemos iniciarnos con un acercamiento al cauce aguas arriba, en el Puente del Congosto. Una aliseda encastrada en el lecho del río nos recibirá con el perfil medieval del castillo. Las rocas contorneadas y caprichosas contrastarán con

el vuelo rectilíneo del martín pescador; él cruzará nuestra mirada como luz verde azulada. Pocos metros más allá, se posará sobre una percha de sauce, blandiendo en pocos segundos un pez entre su pico. Sentarse sobre el granito de la orilla, a la espera de esta escena, nos dejará tiempo para contemplar cómo el agua ha tallado piedra a piedra esta sala de exposiciones al aire libre.

Llevados unos kilómetros por el devenir ribereño nos embalsamos en la presa de Santa Teresa. Llegado noviembre los densos bandos de grullas describirán una línea caprichosa e irregular en los amaneceres y atardeceres del pantano. Circunvalar el mismo en el crepúsculo, nos ofrecerá la coreografía de sus vuelos. Las descubriremos por su llamada escandalosa y trompetera, aunque habrá que ser cautos y observarlas en la distancia, pues son aves desconfiadas e huidizas. Durante el día degustarán bellotas entre las encinas, con su andar de zancudas funambulitas. Será el momento del detalle, de los grises y el rojo minúsculo, de las falsas colas y ojos taimados.

El agua no para en su caída hacia el Duero y nosotros con ella nos llegamos hasta Alba de Tormes. Cantidad y calidad se aúnan en el espectáculo de garzas y cormoranes que nos aguarda. En otoño e invierno, racimos de aves se yerguen sobre los alisos secos, respondiendo a la despensa permanente de la cercana piscifactoría. Y en esta villa no podremos evitar subirnos a una piragua desde la Isla de Garcilaso y embebernos de los centenares de ejemplares de una y otra especie. Cien, 200 hasta 300 garzas reales sobrevolarán nuestro remonte, a la vez que pequeños grupos de fochas y azulones se agitarán por el piélago.

Si en Alba el río se abre a nuestra mirada, en Huerta se cierra en un lienzo impresionista. Saucedas en las islas y chopos en las orillas enmarcan una escena de ánades y aguas someras. El paseo se convierte en reto y sosiego: reto al escudriñar entre las arboledas en busca de garcetas encriptadas, sosiego en la cadencia del Tormes, ritmo de la naturaleza.

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Y entre Salamanca y Ledesma tendremos 5 puentes que serán nuestros observatorios. Atalayas para levantar los prismáticos en busca de gallinetas y rascones, carriceros y moscones. Quizás un lugar grato para un descanso serán los humedales de Almenara. Allí el verano precoz se ornamenta de los escasos avetorillos y garzas imperiales; mientras el otoño tempranero se encuentra con martinetes y garcetas. Caminar entras las charcas facilitará descubrir el mejor recuerdo tangible, decenas de plumas cedidas por sus dueñas. Recogerlas y montarlas sobre una cuartilla invitarán a escribir unas líneas que dedicar a alguien. Será un bello detalle entre tanto correo electrónico y redes sociales.

Si en este viaje nos deslizáramos en globo, veríamos que el cordón fluvial por el que nos movemos es una vena verde en el paisaje salmantino. Las homenajeadas en estas letras extenderían sus alas bajo nuestros pies, con la imagen extraña y atractiva del ave vista desde arriba. Esta sensación sólo la tendremos desde la Peña del Castilla, en Juzbado. Berrocal granítico que se alza sobre la meseta, convertido en rincón de versos de Gamoneda, Mestre o Colinas. Desde este alto milanos y oropéndolas se convierten en arte del aire, versos alados que invitan a sentarse y ver pasar las luces estivales.

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Con un gran salto descendemos en Las Arribes, a las puertas de Villarino, donde el Tormes se enrisca para ceder su patrimonio al padre Duero. En este punto lo mediterráneo se hace olivo y los aires cálidos elevan a buitres y alimoches sobre los bancales de viñedos. Unos y otros, vecinos del agua, se amarran a las rocas en paupérrimos nidos de palos y repisas. Porque la ribera también es su casa, a pesar de sus devaneos entre dehesas y llanos en busca de la cada vez más escasa carroña. Los personajes de gran formato en este ecosistema privilegiado no deben eclipsar a las bellezas minimalistas. Los chillidos de golondrinas daúricas, las acrobacias de los vencejos reales o el deambular inquieto del roquero solitario marcarán el territorio de unas especies que dan valor a la biodiversidad del entorno. Convido desde este texto a un acercamiento diferente a la imagen de Tormes. Una propuesta abierta donde cada uno encontrará su lugar. Encuentre usted el suyo.

Fotos: www.salamancaemocion.es

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