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Del amor y la paella
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Del amor y la paella

Actualizado 22/08/2014
Manuel Rodríguez Fraile

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Cuando en una de estas plácidas charlas de verano alguien preguntó cómo se conserva eso que llamamos amor, mi respuesta fue la de siempre. El amor hay que "cocinarlo" a fuego lento como una buena paella, pues requiere mimo, cuidado, tiempo y atención sino, al igual que el arroz, o se queda duro o se pasa o se pega.

Dicen que el amor es un sentimiento que, partiendo de nosotros mismos, busca completarnos al procurar nuestra unión con otro ser humano. Y es que el amor no es siempre ese sentimiento que se envuelve en ampulosas, sobrecargas y empalagosas definiciones que, tras su lectura, demandan con desesperación un poco de sal de frutas para aliviar su digestión. El amor es, más bien lucha, es pelea, en ocasiones combate inmisericorde, para lograr apartar del camino todo aquello que pretenda arrebatarnos lo amado, no por casualidad Eros es hijo de Ares, el dios de la guerra.

Pero, Eros no es en realidad el dios del amor - en Grecia no existía ninguna palabra que pudiera traducirse por tal ? Eros es el dios de la atracción física, del sexo y por tanto, es posesivo, egoísta, acaparador, ambicioso, voraz, ruin, cicatero, vengativo y mezquino, siendo al tiempo el origen y la razón de todo. Porque la madre de Eros, no es otra que la astuta Afrodita, diosa de la belleza, del deseo, la lujuria y la sexualidad, capaz de embaucar Paris, príncipe de Troya, ofreciéndole el amor de la mujer más bella del mundo ? Helena ? siempre que el joven troyano le entregara la manzana de oro que se disputaba con Hera y Atenea, y que fue una ofrenda de Eris, la diosa de la discordia, en unas bodas a las que no fue invitada.

Es realmente hermoso detenerse y observar la forma en que la mitología griega trata de explicar los sentimientos humanos. Imagino a los alumnos de aquellas academias de Atenas, absortos, cautivados por las magistrales lecciones de sus maestros. Hoy ya no se habla así del amor, ni de casi nada, de hecho, el término "amor" se aplica a cosas que tiene muy poco que ver con él. Hoy el amor, en demasiados casos, ha sido devorado por la cultura del consumo.

Y es que el amor es complicado, muy complicado y peligroso, muy peligros, únicamente se transforma en sentimiento noble cuando Eros logra la perfecta unión de un mortal con otro que le completa, sólo en ese momento su madre Afrodita puede cubrir a ambos mortales con su velo de belleza y hacer estalla el caos en mil pedazos, logrando que dos universos antes separados se ordenen y comiencen a girar en torno a un centro de gravedad común, la transformación es entonces completa y perfecta y el amor, Eros, triunfa.

Hoy, somos incapaces de imaginar relatos así, porque hoy "consumimos" amor y su privación puede dejarnos huérfanos de deseos cuando se transforma en obsesión. Por cierto a este tipo de amor los griegos le denominaban "manía", y sin duda a él se refiere de forma magistral y poética Joaquín Sabina cuando canta: Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren.

Pero, el amor, como todas las cosas de este mundo, es perecedero al igual que nuestra propia vida, por eso el amor debe ser vivido con intensidad, con pasión. El amor no es verdadero o falso, es únicamente amor. No admite grados, ni actitudes tibias, porque sólo entiende de máximos. No tiene sinónimos, porque ni el enamoramiento, ni el cariño, ni el aprecio, ni la amistad son comparables.

Amar no es, como dice esa popular sentencia, no decir nunca lo siento, todo lo contrario, el amor exige ser capaz de decir lo siento todas las veces que sea preciso, ser capaz de perdonar siempre que el otro esté dispuesto a continuar luchando por él. El amor es temblar, estremecerse, sentir frío en el alma cuando las cosas no van bien y al tiempo sobreponerse a todo ello para continuar. El amor es un acto de libertad que se comparte con el otro y al tiempo no tiene sentido sin él.

En los grandes acontecimientos de nuestras vidas, nos esforzamos por hacer las cosas bien, conscientes de que somos observados y seremos juzgados por los demás, pero cuando nos enfrentamos a lo cotidiano, al trajín de cada día, con frecuencia nos relajamos y nuestra atención se dispersa ¡gran error!. Porque en el caso del amor, también en otras cosas transcendentales de la vida, lo más importante son los pequeños momentos, los pequeños detalles, ellos son los que le dan cuerpo y espesor a nuestro hechos. Porque en el día a día, en el cuerpo a cuerpo, tan importante como lo que se hace es lo que se deja de hacer y son más importantes las razones de nuestro actuar que las acciones en sí mismas. El amor es un quehacer constante y la vida es un hacer con amor, incluso las buenas paellas.

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