Quijotes o Sanchos

Estaba meciéndose en el porche mientras el leve sol se iba poniendo por el oeste. Había llovido suavemente, "calabobos" llaman por aquí a este tipo de lluvia, y el olor a tierra mojada le inundaba trasladándole a tiempos remotos de su niñez y juventud. Un arco iris incipiente iba apareciendo por el horizonte. Los medios de comunicación anunciaban insistente, machaconamente la situación de la corrupción en España y hablaban de la fortuna amasada por la "famiglia" Pujol Ferrusola.

Seguía meciéndose mientras recordaba aquella España de la dictadura y el tránsito a la democracia, lo que se acuñó como "la transición", e iba repasando lo que su memoria, sin duda selectiva, traía a su pensamiento. Aquellos años en que los políticos eran honrados y la ilusión movía a los ciudadanos, actuando aquellos con afán de servicio. Recordaba como el Rey había nombrado a Suárez presidente del Gobierno; mal empezábamos, un hombre salido del régimen que creció políticamente dentro de lo que se llamaba el Movimiento Nacional. Mal, mal empezábamos. Sin embargo fue una gran sorpresa para todos y aquello parecía que empezaba a tomar cuerpo. Nunca se ha agradecido suficientemente a Torcuato Fernández Miranda la ingente labor que hizo con el Rey y con el Estado, pues suya fue la grandeza de la Transición, y es que alguien dijo aquello de que España entierra muy bien.

La tarde estaba cayendo, ya titilaban algunas estrellas en el cielo anaranjado, casi rojizo, que hacían presagiar que la noche estaba cerca. Seguía meciéndose, recordando aquella transición política que algunos se empeñaban en torpedear. El asesinato de los abogados de Atocha nos metió el estómago en un puño, pero vimos como un PCE, todavía no legalizado, dio una magnífica lección de organización, con un gran sentido de la responsabilidad, en el entierro multitudinario que se organizó días después. Los constantes ruidos de sables que desembocaron en la astracanada del 23F y que todavía no ha sido suficientemente esclarecido. El nombramiento de Calvo Sotelo como presidente, un hombre que nunca quiso abandonar ni su casa ni su piano pero que las razones de seguridad le obligaron a vivir en la Moncloa.

Ya era de noche cuando entró Felipe González en su pensamiento. ¡Que enorme ilusión despertó en toda España! Ahora sí, ahora había una auténtica transición, desde la derecha hacia la izquierda en paz, en orden y en democracia. Parecía que los españoles por fin habíamos cambiado. Pero sólo lo parecía, empezaron los insultos y las descalificaciones y los españoles empezamos a observar, atónitos, que era más importante el partido que el estado o los ciudadanos. Las dos primeras legislaturas del PSOE habían sido correctas con las discrepancias lógicas entre el gobierno y la oposición, pero fue a partir de la tercera cuando empezó a pergeñarse la España actual. Apareció el caso Juan Guerra (1989) con sus despachos, que resultó ser el hermano del Vicepresidente del Gobierno, aquel que tenía una mujer en Sevilla y otra en Madrid, los españoles hemos sido siempre muy benévolos con los pecados de bragueta, y entonces empezó la corrupción política sin que los partidos hicieran nada por atajarla. Creía y defendió siempre la honradez de Felipe González, estaba convencido que no se enriqueció ilícitamente pero también estaba absolutamente seguro que fue en sus últimos gobiernos cuando estalló todo y así aparecieron los casos de Filesa, Matesa y Time Export que en 1988 salpicaba al partido socialista, siendo el Caso Naseiro (1989) el contrapunto en el partido popular.

Avanzaba la noche como avanzaba la corrupción en España. El escándalo de Banca Catalana (1984) ya salpicó a Jordi Pujol y a su formación política, CiU; y el caso Pallerols (1994) lo hizo con Durán y LLeida y UDC. Los eres de Andalucía y el caso Mercasevilla (2001) enfangan a IU y al PSOE, caso que todavía colea y en ¡qué proporciones! ¿Cómo no acordarse del caso Malaya (2005), con la Pantoja de protagonista? Entonces el partido político era el GIL, felizmente desaparecido. Están todos involucrados en la corrupción, tal vez por eso no se acabe. Pensaba en el caso Brugal (2006) con el PP de protagonista, o el caso Pretoria con el PSC y el caso Can Domenech de Unión Mallorquina, ambos en el 2009, como el célebre caso Gürtel del PP, también en ese mismo año. Pensaba en el caso Campeón (2011) que salpicó al BNG y al PSOE; o el caso Bárcenas (2013) que ha puesto al PP entre las cuerdas; o el caso de Caja Navarra (2014) que ensucia a la UPN.

La oscuridad de la noche le llevó al caso Nóos (2010) que salpica a la Casa Real y aquí ya, los españoles, cansados a que les roben se toman a guasa el asunto, pues el dolor y la decepción que produce solamente es soportable con la ironía del Buscón, de Lázaro o de Guzmán y siendo más Quijote que Sancho podremos sobrellevar tanta podredumbre. Y hay muchos, muchísimos más.

- A la cama, que ya es muy tarde- le reclaman desde el interior de la vivienda.

La oscuridad ya es absoluta y ahora, el que nos daba clases de honestidad ha resultado ser el más ladrón, comisionista y estafador de todo el estado y a uno le queda la duda si no quería la independencia, o al menos la hacienda propia, para así poder ocultar todas las fechorías que ya se venían produciendo desde la época de su padre, que fue procesado por tráfico de divisas siendo agente de bolsa, luego él mismo, el patrón, y ahora sus hijos y su esposa. Y es que de raza le viene al galgo...

Lo dicho, nos haremos los quijotes, pues de ser sanchos deberíamos salir a la calle en una protesta permanente que echara a todos estos golfos al mar. Siento una tremenda pena y dolor por los innumerables políticos honrados que tienen que sufrir a esta casta de malversadores.

La inmensa oscuridad de la noche lo ha cubierto todo; nos queda la esperanza de un nuevo día.