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Sociedad y filantropía
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Sociedad y filantropía

Actualizado 16/08/2014
Redacción

JULIO FERNÁNDEZ | Profesor de la Usal

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El inglés John Howard (1726-1790) , en la última etapa de su vida, fue nombrado Alto Sheriff del Condado de Bedford (Inglaterra) y quedó terriblemente impresionado cuando visitó la cárcel de la ciudad. Dedicó el resto de su vida a visitar prisiones, no sólo por Inglaterra, sino por toda Europa en lo que se denominó la "geografía del dolor" y en su gran obra "El estado de las prisiones en Inglaterra y Gales" describió la crueldad, el hacinamiento y la deshumanización del sistema carcelario y las malas condiciones higiénicas, sanitarias, mentales y alimenticias de los presos. Su gran labor humanitaria y su lucha por la mejora de las condiciones de vida de los privados de libertad, marcó su vida, tanto, que murió de las enfermedades provocadas por las fiebres carcelarias.

El sacerdote Miguel Pajares, se contagió de Ébola trabajando por los más desfavorecidos en un hospital de Monrovia (Liberia) y murió hace unos días en Madrid. Tiene el funesto récord de ser el primer fallecido por esta enfermedad fuera de África.

Son sólo dos ejemplos de personas implicadas en la ayuda, solidaridad y cooperación con los sectores más marginados de la sociedad y que dieron su vida por querer poner una estrella en el corazón de los hombres: acabar con las desigualdades, las guerras, el hambre, la injusticia, la represión, el analfabetismo o la esclavitud. Como también podríamos hablar de los 5 Jesuitas españoles asesinados en El Salvador (encabezados por Ignacio Ellacuría) por los militares o del también cooperante Vicente Ferrer, que creó una ONG en el campamento de Anantapur (India) donde trabajan cientos de voluntarios que han sacado de la pobreza y la marginalidad a miles de ciudadanos, o de tantas y tantas personas filantrópicas cuyo único fin es el bien común, sin intereses particulares.

La sociedad en la que vivimos no es lo suficientemente generosa con estas personas. Una buena prueba de ello es que sucesos como la muerte de Miguel Pajares no ha sido noticia destacada en los informativos de los diferentes medios de comunicación. Al menos no lo ha sido tanto como otros acontecimientos de personajillos de la farándula incluidos en programas de la telebasura. Hay una amplia mayoría de españoles que conocen mejor las peripecias de Paquirrín, Falete, la Pantoja, las felices vacaciones de la duquesa de Alba con su marido funcionario, las relaciones de la Baronesa Thyssen con su hijo, nuera y nietos o las historias amorosas de Amador Mohedano (el que tiene a su ex mujer, Rosa Benito, de tertuliana televisiva). En cambio, la labor de estos benefactores o la intervención de ONG,s del calado de Médicos sin Fronteras, Cáritas o Cruz Roja (por citar algunas), quedan relegadas a un segundo plano informativo.

No debemos perder el norte, el objetivo de nuestra existencia y la dignidad como seres humanos, que pasa, necesariamente, por ser tolerantes, solidarios, justos y sensibles ante los verdaderos problemas sociales. Que África siga siendo (como afirma Serrat en una de sus canciones más hermosas) la de las "manos vacías", la de los "ojos grandes", la de la "barriga hinchada", o la de las "piernas de alambre" es algo que los países más desarrollados no se pueden permitir y hay que denunciarlo más en los medios de comunicación. Que la hija de la Pantoja y su pareja se hayan separado nos la debe traer al "pairo" a los mortales, porque forma parte de su vida privada. Ahora bien, que sigan muriendo miles de niños de hambre todos los días, o por enfermedades a las que las industrias farmacéuticas no les interesa generar tratamientos al ser poco rentables económicamente (puesto que sus usuarios no pueden pagarlas) o por las vergonzosas guerras y no actuemos para intentar erradicarlo, nos degrada como seres humanos y nos acerca al mundo animal, ese que sólo se mueve por instintos de supervivencia, aunque sea a costa de la vida de otras especies más débiles.

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