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Sociedad de la Desigualdad y pobreza: los niños
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Sociedad de la Desigualdad y pobreza: los niños

Actualizado 26/07/2014
Matilde Garzón

Los niños, siempre amados, genio, belleza, inocencia, alegría de la sociedad y fuente de inspiración de poetas y artistas, paradójicamente parecen ausentes e invisibles a los políticos y a los medios. El Gobierno parece tener oídos sordos y pasa con frialdad olímpica de esta grave consecuencia de sus políticas neoliberales.

Que ocupen líneas fuertes de las hojas de ruta es de acuciante urgencia porque como dice Gabriela Mistral: "El futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde". Con inconsciente estulticia nos estamos cargando el futuro no lejano de una sociedad en la que los ahora niños tendrán que ser sus principales agentes. Con razón, muchas ONGs se preocupan de esta situación de desigualdad y pobreza intolerables. La directora de Unicef en España, pronunció unas palabras que deberían despertarnos: "la pobreza tiene rostro de niño", porque los que viven con mayor riesgo de pobreza son ellos, los niños. Las consecuencias sociales nunca vistas hasta ahora en España, son enormes en desprotección y afectan gravemente al completo ejercicio de sus derechos y de su bienestar presente y futuro. Y es que la pobreza infantil está fuertemente relacionada con la precariedad laboral: el paro, el que afecta a familias enteras, a la suya, los bajos salarios, la precariedad e inestabilidad en el empleo de los adultos, el deterioro de las condiciones laborales de los padres, las depresiones y enfermedades que se derivan de estas situaciones prolongadas.

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Organizaciones como Cruz Roja, Cáritas y otras lo vienen afirmando y desde Junio de 2012 Unicef alertaba que "España es el cuarto país de la Unión Europea con mayor proporción de niños pobres, por detrás de Rumania, Letonia y Bulgaria". En este año de 2014 hay ya en España 2.500.000 niños ( el 30% del total) que viven en situación de riesgo de pobreza, siendo el país de la UE con mayor pobreza infantil después de Rumania, según el reciente informe de Caritas -contra el que arremetió Cristóbal Montoro- y los datos de Unicef y Cruz Roja.

Charo Nogueira nos advirtió que "la pobreza también se cuela en la clase" y es claro, con el recorte de becas para el estudio, libros y comedor. La falta de igualdad de oportunidades crece y de modo alarmante tras la aprobación de la última ley WERT. Qué decir de otras tasas, hipotecas y desahucios en este contexto actual de la alta destrucción de empleo y precarización?

Pero la crisis también desespera a los emigrantes y erosiona la clase media, provocando trasvase de alumnos de la privada a la concertada y de esta a la pública, cuyos medios se recortan cada día, mientras en ella conviven los niños con más dificultades cognitivas, caracteriales, sociales y económicas. Ya no sólo se han recortado las becas y los libros, también las ayudas de comedor. A consecuencia de estos y otros traumas, experimentan un estrés emocional que deriva en déficit de atención y rendimiento. Las repercusiones se verán mañana, porque los niños quizá no son capaces de medir las consecuencias de carecer por ejemplo de programas compensatorios en la educación, periclitados hoy: desdoblamiento del inglés o las clases de música, de recibir enseñanza de profesores no preparados para las materias que imparten, de no tener actividades culturales, del hacinamiento en el aula...

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La pobreza infantil impide el desarrollo de las capacidades humanas y quienes la experimentan, tienen por ello menos posibilidades. Los niños pobres, los más afectados, sufren silenciosamente y sin poder objetivar el sufrimiento y las humillaciones sociales que conlleva, pero les dejará una huella indeleble que puede conducirles un día a la violencia, a la cárcel o a la desesperación y suicidio. Los debates actuales giran obsesivamente en torno al gélido metal y los analistas hablan ya del paro y de la pobreza sin emoción, sin compasión ni vergüenza. Los que lo sufren sin ver remedio, se quedan en casa, mientras los demás gritan por ellos en las huelgas y manifestaciones, compartiendo con otros los rescoldos de esperanza.

Es una deriva peligrosa e inmoral. Debería preocupar y ocupar a los políticos y al Gobierno. Cuando en un tejido se corta el entramado, es muy difícil repararlo. Nunca se pudo recobrar la ilusión educativa y compasiva de los maestros de la II República.

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