La elocuencia del silencio

"Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido, que abrirla y disipar toda duda". Mark Twain.

Estoy de acuerdo, en líneas generales, con la frase anterior. Que dicho sea de paso, se atribuye a infinidad de personas, en sus muchas variantes. Pero en esta vida, nada es para siempre, nada es absolutamente bueno ni malo, nada es absolutamente cierto ni falso.

A medida que vamos cumpliendo años nos hacemos más cautos, sabemos respetar y guardar más los silencios, tal vez porque cada vez nos importe menos lo que puedan pensar de nosotros y nos preocupe más lo que pensamos de nosotros mismos.

Pero aunque lo que piense el otro, es cosa del otro y no debemos dejar que condicione nuestra vida, también es cierto que todos tenemos nuestro corazoncito, que tiene sus razones particulares, que no siempre son entendidas por nuestra razón. Hay personas que nos interesan de una forma especial, y cuanto mayor sea ese interés más nos preocupa lo que piensen de nosotros. Nos preocupa que tengan un mal concepto de nosotros, ya sea con motivo o sin él. En cualquiera de los dos casos: ¿Podremos aclararlo mediante la elocuencia del silencio? ¿No será mejor hablar y disipar las dudas, aunque al disiparlas se confirme nuestra estupidez? Es muy difícil corregir una postura estúpida, si no se es consciente de ella.

Pregunta y serás estúpido durante cinco minutos. No preguntes y serás estúpido toda la vida.

Habrá personas que piensen que la estupidez no es corregible, allá ellos. Yo no creo que nadie sea absolutamente estúpido. Sí hay actitudes estúpidas que deben ser corregidas, ¿Cómo?: mediante un diálogo abierto, sin prejuicios, en el que estemos en disposición de aceptar nuestros errores y con la firme intención de enmendarlos.

Siempre he sido un firme defensor del diálogo, aunque a veces escuche cosas que no me gusten. Es muy fácil abrir nuestros oídos a los que nos dicen lo que queremos oír, y cerrarlos a todo lo demás, porque son palabra necias.