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Las puertas del mal y del bien
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Las puertas del mal y del bien

Actualizado 13/07/2014
José Román Flecha

El cardenal Gianfranco Ravasi publicó hace unos años un libro titulado Las Puertas del Pecado, que lleva el subtítulo de Los siete vicios capitales. El libro nos recuerda el tema literario de los pecados capitales, que parece haber sido olvidado en los últimos tiempos.

Los jóvenes de hoy difícilmente sabrán repetir la lista que los enumeraba: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Menos aún conocerán el significado de algunas de esas palabras.

Sin embargo estas "puertas del pecado" se encuentran reflejadas en numerosas obras del arte occidental. Baste recordar el cuadro al óleo sobre tabla, pintado y firmado por El Bosco entre 1475 y 1480, que se encuentra en el Museo del Prado. Es interesante dirigir una mirada a esta obra de arte.

La orientación moralizante de la pintura se encuentra subrayada por la relación que la presentación circular de los siete vicios guarda con las escenas relativas a los novísimos o realidades del más allá: muerte, juicio, infierno y gloria, que se encuentran representadas en los ángulos de la tabla.

Más importante todavía es la referencia a Cristo resucitado que ocupa el centro del círculo. El iris de un ojo simbólico evoca la inevitable referencia a Cristo que debe guardar siempre la reflexión cristiana sobre el comportamiento ético.

La tabla se limita a reflejar los vicios capitales. Sin embargo, la presentación de estas siete puertas del mal solía ir acompañada de las virtudes que se les contraponen. Y así ha de ser si se pretende ofrecer una verdadera alternativa ética: contra soberbia, humildad; contra avaricia, largueza; contra lujuria, castidad; contra ira, templanza; contra gula, sobriedad; contra envidia, caridad; contra pereza, diligencia.

No está mal recordar ese listado en estos tiempos. De hecho, después de algunos años de silencio, las virtudes morales parecen haberse puesto de actualidad a partir de la célebre obra "Tras la virtud" del filósofo escocés Alasdair Macintyre.

La reflexión sobre los vicios y las virtudes puede ayudarnos a dirigir una mirada crítica a nuestra sociedad, sin perder el horizonte de humanidad que de ella esperamos. Por otra parte, la consideración del mal y del bien es propia del carácter profético de la fe cristiana, que está llamada a denunciar los antivalores morales y a anunciar los valores que responden a la verdad más profunda del ser humano.

Así pues, tanto en la familia como en la escuela, en el ámbito de las comunicaciones como en el de la política parece más oportuno que nunca reflexionar sobre las puertas del mal y del bien. Y no sólo para levantar un dedo acusador contra los demás y contra las estructuras, sino para mirarnos al espejo para ver qué cirugía integral necesitamos.

En realidad no basta con disminuir la cantidad del mal. Es preciso pasar con decisión a la alternativa del bien y la virtud. Sin miedo y con esperanza.

LA LLUVIA Y LA PALABRA

Domingo 15 del tiempo ordinario. A

13 de julio de 2014

La lluvia y la nieve bajan de los cielos, empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar. Gracias a la lluvia puede comer el sembrador. Un pueblo que vivía del campo podía entender estas imágenes que se encuentran en el libro de Isaías (Is 55, 10-11).

Pero el profeta no se limitaba a evocar la experiencia del labrador. La lluvia y la nieve eran para él la imagen más clara de la palabra de Dios. Sin ella no habrá una buena cosecha. El Papa Francisco ha escrito que no sabemos, dónde ni cuándo ni cómo dará fruto.

Pero en el texto del profeta escuchamos la promesa del mismo Dios: "La palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo". No es una obra de magia. La palabra de Dios requiere una cogida cordial por nuestra parte.

LA NOTICIA Y EL AVISO

"Salió el sembrador a sembrar?" (Mt 13, 1-23). La parábola evangélica del sembrador es conocida por todos los cristianos. Es verdad que muchos nos fijamos en la segunda parte. En ella se evocan las condiciones, los vicios y las virtudes de los oyentes de la palabra de Dios, para tratar de explicar el fracaso o el éxito de la predicación.

Pero en la primera parte de la parábola Jesús no habla tanto del sembrado como del sembrador. Se insiste en la fe del sembrador, en su confianza, en su esperanza. Esparce la semilla generosamente, en todo terreno y con igual dedicación. El buen sembrador es Dios.

La primera parte de la parábola es una buena noticia para los desesperanzados de esta tierra. Se nos anuncia que Dios tiene un proyecto sobre el mundo y sobre la evangelización y que está decidido a sacarlo adelante a pesar de las dificultades.

La segunda parte es un aviso a los presuntuosos: Si el proyecto de Dios se retrasa no es por culpa suya o por la mala calidad de la semilla sino por el rechazo humano. La primera parte invita a la gratitud; la segunda a la responsabilidad.

OJOS Y OÍDOS

Entre la parábola del sembrador y su comentario alegórico encontramos una bienaventuranza: "¡Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen!".

? Esta frase resume todas las bienaventuranzas de Jesús. La dicha verdadera brota de la aceptación incondicional a su palabra. Una aceptación que pasa por los sentidos corporales. Es preciso ver y oír. La salvación no nace de una idea abstracta, sino del encuentro con una persona que se dirige a nosotros.

? Pero esta bienaventuranza no se limita a los cristianos: es una oferta dirigida a toda persona. Todos hemos de dar fruto en la vida. Para ello tendremos que descubrir el valor positivo del mundo y de la vida. Y tendremos que confiar en la siembra, porque sabemos y creemos que existe un Sembrador.

- Padre nuestro, que por Jesucristo derramas sobre nosotros la semilla de tu palabra, ayúdanos a acogerla de verdad, para que produzca frutos de buenas obras para tu gloria y nuestra paz. Amén.

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