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La historia, maestra
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La historia, maestra

Actualizado 12/07/2014
Fructuoso Mangas

De entrada pido perdón por este rollo que viene, pero me parece muy interesante para entender algo de lo que nos pasa; no en vano fue un romano el primero que lo dijo: La historia, maestra de la vida.

El pasado mes de junio en la PAU de Lengua Castellana y Literatura se propuso a los estudiantes un texto de Rosa Montero que ella había publicado con algunas variantes en diferentes espacios en los últimos años; el texto se refiere a unas palabras de Tácito en sus Anales (1,1) explicando el acceso al poder de Octavio, al fin y al cabo un advenedizo sin perfil. Tácito dice: (O. C. Augustus), qui cuncta discordiis civilibus fessa nomine principis sub imperium accepit (el subrayado es mío) y resume con rigor los avatares del hundimiento de la República desde que César pasa el arroyo del Rubicón (11.I.49 a.C.) y se juega a los dados (¡alea iacta est!; lo dijo en griego: ¡ !) el control de Roma. Rosa Montero hace una reflexión muy interesante aplicando el "cuncta? fessa" ("todos están cansados", traduce, o interpreta, ella) a la situación actual. Tan interesantes son estas dos palabras que cualquier buscador de Internet ofrece para ellas más de 30.000 entradas, aun sabiendo lo relativas que son esas cifras.

Sin corregir a la escritora y periodista añado yo que Tácito, fino y crítico como quizás nadie, se pregunta (¡sin osar hacerlo, claro!) cómo es posible que se llegara al extremo de que todo el poder del Estado romano viniera a las manos de ese chiquilicuatre de Octavio. Y en dos líneas marca los escalones hasta el precipicio: Julio César, Pompeyo, Craso, Antonio, Lépido y? Octavio. El hundimiento estaba anunciado. Y no lo salva el populismo (nunca mejor dicho que aquí) de Julio César ni el de Antonio; y tampoco lo detiene el poder patricio y tradicional de Pompeyo ni el de Lépido. Y menos aún el fulgor pasajero del poder económico de Craso con el interesado apoyo de los ricos de la Roma de siempre.

Todo está ya probado en tan sólo 22 años (del 49 al 27 a.C.) con alianzas y traiciones, con palabras vanas y altas promesas, con giros a la izquierda y con saltos a la derecha, con golpes de estado y con fiebres democráticas, con aclamaciones y con defenestraciones, hasta con guerras civiles por medio? donde el pueblo romano muere y sufre y se arruina sin que a él le vaya nada en esos envites bélicos, imperiales o republicanos. Y así, remata Tácito, "cansado y agotado todo el sistema por las discordias civiles" vino a parar todo el poder a las manos de Octavio. Y el que era sólo "octavius" (el ordinal algo sugiere, como siempre) acaba siendo Cayo Julio César Octaviano Augusto. Ahí es nada.

La aplicación a nuestra historia reciente es muy tentadora, pero no quiero arriesgarme a sobreponer nombres a los de César o Pompeyo ni a los de Antonio o Craso, ni a sospechar quién fue ayer o será mañana el Octavio de turno. Y qué le pasa a la gente, al pópulus romanus de hoy?, aunque se puede medir y diagnosticar el agotamiento (cuncta?fessa) de todos y de todo. Invito a lectoras y lectores a jugar a equivalencias y adivinanzas en estos frescos días de julio

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