La cara alegre de papá

¡Papá, me gusta mucho ver tu cara alegre!

Gabriel espetó esa frase a su padre de repente, sin venir a cuento, sin causa previa que la justificara.... Pero lo cierto es que su papá tenía la cara alegre, transmitía contento y eso, su hijo pequeño lo había percibido. No era necesario explicarlo. Hay cosas que es mejor no tratar de buscarle razones, ni por qués... simplemente la cara habla, el rostro comunica. Y eso lo había captado muy bien Gabriel, que como todos los niños, bucean con mucha soltura en el océano de la sensibilidad y la intuición, ese mar inmenso en el que los adultos se mojan poco, y al que le han cogido miedo con el paso de los años. Los mayores prefieren la solidez de las razones y las explicaciones, y también de las apariencias y jugar a lo políticamente correcto. Los niños juegan porque se divierten, porque les gusta y los mayores jugamos porque algo logramos. Calculamos.... medimos.... y encima con cara de "perros". Eso ya es el colmo.

Pero aquel día, esa frase de Gabriel empezó a resonar en papá como nunca lo habían hecho antes las palabras de su hijo. Cuando Gabriel espetó esa frase, sus ojos estaban iluminados de alegría también. Es decir, la alegría de papá transmitía alegría a Gabriel. Y ese día, papá estaba contento, pero no lo había dicho, ni había buscado razones para estarlo. Seguro que las habría, pero lo más importante, es que lo transmitía su rostro, sus mirada, su sonrisa...

A Gabriel no se le puede engañar. No hace falta decirle nada con lenguaje sintáctico ni con palabras formando frases que llevan sujeto y predicado. Gabriel sabe leer la cara. Y le gusta ver la cara alegre de su papá. Y a su papá le gusta descubrir que a su hijo le gusta verle alegre. Así, se alimentan mutuamente y se hacen felices. Con bien poco. Aunque viendo el panorama, ver una cara sonriente, alegre, relajada.... está convirtiéndose en el oro en los ríos de América o en la perla que aparece cada mil ostras.

Gabriel se queda mirando las caras de la gente cuando va con su papá paseando. Ve gente con cara muy seria, como si estuvieran tristes o enfadados o preocupados... o con mucha prisa. Ve que la gente se mira poco a los ojos. Pasamos unos al lado de los otros como ajenos, indiferentes, incluso a veces hostiles. Gabriel saluda alguna vez a la gente por la calle y pocas veces obtiene respuesta. Irá descubriendo con el paso del tiempo que lo que le están enseñando ahora en el cole: "Todos somos amigos", no siempre se cumple.

Por eso papá se ha quedado pensando mucho en esa frase de Gabriel. Papá tiene razones para estar a veces preocupado y enfadado, agobiado y tenso, pero papá tiene también muchas razones para estar contento, agradecido y feliz. ¡Muchas! Y papá decide a cuáles dar más importancia y cuáles tienen que pesar más. Hay razones para llevar la cara hasta el suelo, o para llevar la cara contenta. Y si a Gabriel le gusta más la cara contenta, es una razón más para llevarla. Algún día, papá le pedirá a Gabriel que le deje un trocito de hombro para apoyarse y llorar sobre él, que los humanos necesitamos también compartir el dolor con el otro. Y mirarse a los ojos. Y abrazarse. Y llevar la cara guapa de alegría. Eso.