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Universidad Central Taurina
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CRÓNICA

Universidad Central Taurina

Actualizado 03/07/2014
Eutimio Cuesta

El colaborador de SALAMANCA rtv AL DÍA, Eutimio Cuesta, hace un nuevo análisis de la historia de la tauromaquia y se remonta al año 1880

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Metemos en la universidad el asunto del toro, con la denominación de Escuela de Tauromaquia de Sevilla. Se fundó mediante Real Decreto el 28 de mayo de 1830, pero, por inconvenientes, cerró sus puertas cuatro años después (1834).

En nuestra correría llegamos a 1880. Este mismo año muere en la plaza el picador Luque, y la prensa progresista aprovecha el accidente para arremeter contra la fiesta de los toros. Sale, en su defensa, el marqués de Santa Ana con una singular propuesta parlamentaria. Santa Ana era el fundador y dueño de "La Correspondencia de España", un periódico vespertino. Al buen hombre no se le ocurrió mejor idea que llevar al Senado una propuesta de ley, pidiendo el restablecimiento de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla y la creación de otra en Madrid, que vendría a ser «como la universidad central taurina», pensaba el aristócrata que su propuesta daría mayor esplendor a la fiesta «que tanto contribuía exaltar el valor de la raza», y creía que, con las escuelas taurómacas, serían menos frecuentes las cogidas, puesto que « los toreros atesorarían mayor ciencia». El Almanaque de Sol y Sombra de 1902, dice que hecha la propuesta, el 17 de febrero, una semana más tarde, el alto cuerpo legislador autorizaba todas las propuestas de Santa Ana. Aquel año se presentaba en Madrid un muchacho llamado Luis Mazzantini, que se autoconsideraba un revolucionario del toreo; en cambio, el revistero Peña y Goñi, en La Lidia, le recordaba que una cosa es renovar el arte y otra el atuendo. En esta década, Lagartijo, era el señor indiscutible de los ruedos, junto con Vicente Pastor. Cuando Lagartijo se retira, en 1893, se reparten la gloria Guerrita y Mazzantini, y año después, el pitón asesino de Perdigón se llevó por delante la vida del Espartero, fue el 27 de mayo de 1894. Llegado septiembre, pensaba retirarse y se hablaba incluso de su boda con doña Celsa de Fontfrede. No hubo boda ni retirada, sino cantares de ciego, que sonaban así:

El veintisiete de mayo,

día triste amaneció:

En la plaza de Madrid,

El Espartero murió.

Era un bicho criminal

de la casta de Miura,

que al rey de la tauromaquia

envió a la sepultura.

Ocho caballos llevaban,

todos llevaban plumero,

ocho caballos llevaban

el coche del Espartero.

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