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El 'Cristo atado a la columna' de Juan de Juanes se traslada temporalmente al Museo Carmelitano
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JOYA DE LA PINTURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI

El 'Cristo atado a la columna' de Juan de Juanes se traslada temporalmente al Museo Carmelitano

Actualizado 27/06/2014
Roberto Jiménez

ALBA DE TORMES | El cambio de ubicación desde la iglesia mudéjar de San Juan se produce por los trabajos de restauración del templo

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En la gran sala de pintura del piso superior del nuevo Museo Carmelitano de Alba de Tormes se ha instalado provisionalmente el 'Cristo atado a la columna' de Juan de Juanes, que estaba en un altar del muro meridional de la iglesia mudéjar de San Juan de Alba de Tormes. Las obras de restauración que se realizan en este último templo han llevado a la parroquia a buscar un acomodo provisional para esta gran obra del renacimiento español, que durante unos meses estará en el Museo de las carmelitas, a menos de 50 metros de su emplazamiento original (casi podría decirse que la tabla apenas ha cruzado la calle).

La obra, óleo sobre tabla de 124x72 centímetros, fue atribuida primero a Luis de Morales, luego a Vicente Macip y últimamente los expertos consideran de Juan de Juanes, hijo de Macip y el último de los grandes pintores valencianos del segundo tercio del XVI. Ya fue valorada a principios del pasado siglo por Gómez Moreno en su 'Catálogo Monumental de la Provincia de Salamanca', destacando que era seguramente italiana de gran valor y añadiendo una descripción que no tiene desperdicio: «Representa a Cristo atado a la columna, de tamaño natural; su cabeza descubre nobilísima corrección y belleza; encima tiene un sutil nimbo, la actitud del cuerpo es original y feliz, la entornación de las carnes, pálida y algo verdosa, con mucho rigor de claroscuro; fondo negro; columna, jaspeada; sudario y manos con cierta sequedad y dureza; factura esmeradísima», explica José Luis Gutiérrez Robledo, del departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense.

La evolución se constata desde el catálogo de la Exposición del Prado de 1922 en el que se atribuye a Luis de Morales hasta el la de Las Edades del Hombre de 2011 en el que se duda entre el padre Vicente Masip y el hijo conocido como Juan de Juanes (Vicente Juan Macip era su nombre), dos pintores rafaelescos con muchas obras en las que es difícil discernir la autoría entre ambos, optando por el segundo y precisando que el cuadro se inspira en idéntico cuadro de Sebastiano del Piombo, confirmando el carácter italianizante de la pintura adelantado por Gómez Moreno. La influencia de Piombo en la pintura española es grande y en la obra albense creo que lo que se debe a Piombo es la composición, forzada y marcadamente manierista, que recuerda a algunas Flagelaciones y otros visiones de Cristo del veneciano.

No deja de ser sorprendente el que esta obra se atribuyese primero a Luis de Morales y finalmente se adjudique a la producción de Juan de Juanes, ya que si los dos son grandes creadores de pintura de devoción, el primero volcado en lo trágico y el segundo entregado a una búsqueda de la expresión más dulce posible, esta obra tiene una composición y unos recursos técnicos distintos y superiores a los de Luis de Morales. Y especialmente una cercanía al renacimiento italiano (de Rafael a del Piombo) que configura un manierismo muy distinto del de Morales, en el que no se dan los forzados puntos de vista que Juanes utiliza en esta obra.

Durante unos meses podrá verse privilegiadamente en el Museo Carmelitano un valioso cuadro en el que el autor se recrea en la carnación de Cristo, marcando los verdugones del látigo sobre su piel, en una forzada postura en la que Cristo que más parece se abraza a la columna que está atado a ella, lleva su cadera hacia el fuste, mientras se fuerza la separación de los hombros y singularmente de la cabeza que recuerda muchas otras de Juan de Juanes. Se resuelven brillantemente la columna con un vibrante jaspeado y el perizoma o paño de pudor, también vibrante en su trazado, amén de algo arcaizante en su drapeado. En estos tiempos de recortes y limitaciones, la parroquia y las carmelitas han sabido hacer de la necesidad virtud, ofreciendo a peregrinos y visitantes la posibilidad de gozar de la cercanía de una de las joyas de la pintura española del XVI.

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