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No cambiarán las cosas por cerrar los ojos o por disfrazarlas
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No cambiarán las cosas por cerrar los ojos o por disfrazarlas

Actualizado 28/08/2014
María Jesús Moro

Finalizó recientemente el proceso electoral que se repite cada cinco años para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo. Un Parlamento con nuevas competencias para una Unión Europea que necesitamos sea más fuerte.

Sin embargo, los españoles, aunque no somos los europeos menos participativos y hemos respondido ante las urnas en términos numéricos muy semejantes a los de 2009, queremos seguir viendo muy lejano el valor de nuestra participación en estos comicios. ¡Cuánto nos cuesta perder unos pocos minutos para ejercer un derecho tan esencial! Y no da igual cualquier resultado. Al tradicional desapego de los ciudadanos con estas elecciones se ha sumado una particular desafección con los políticos y un sentimiento de enfado, cuando no de rechazo, en gran medida forjado en una larga y dura crisis económica y ante los comportamientos poco éticos o ilegales de unos cuantos políticos que se perciben por muchos como si fueran la mayoría aunque no lo sean.

En esta encuesta definitiva, después de tantas especulaciones previas, más del 50% de los ciudadanos han mirado para otro lado mientras que el 45,84 % ha expresado con su voto en las urnas su preferencia o su descontento.

El Partido Popular mereció la confianza mayoritaria de los españoles y ese resultado ha permitido que el Partido Popular Europeo sea la fuerza con la representación más amplia en el Parlamento pero, hay que reconocerlo, ha perdido apoyos tras dos años y medio de afrontar el gobierno del país en unas condiciones económicas sin precedentes, por más que con esa gestión, aún sin concluir, haya conseguido transformar las condiciones para la recuperación. Los ciudadanos tampoco han olvidado la desastrosa gestión de una crisis negada por el gobierno socialista y la ausencia de criterio en la actual oposición. La llamada de atención es alta y clara.

Si bien esa llamada de atención se hace directa a los partidos políticos mayoritarios con responsabilidades de gobierno, debe ser escuchada por todos y merece una reflexión tranquila de todos los ciudadanos. La reacción un tanto infantil por la que pudiéramos creer que si nos tapamos los ojos no pasa nada, que todo seguirá funcionando o la idea de que si participan representantes de muchos partidos o que si vamos contra el sistema (contra las reglas básicas de la democracia) estaremos mejor, son posiciones equivocadas. Tanto insistir en que los políticos son los culpables de todos los males que llegamos a creérnoslo y a desear que desaparezcan, pero eso no hará más gobernable nuestro país ni mejorará la convivencia. No olvidemos que también aquel que tiene como objetivo que desaparezcan ciertos grupos políticos está haciendo política.

Hay que tener claro, eso sí, que es el tiempo de la máxima ejemplaridad de todos los servidores públicos. Nunca debió dejar de serlo. Pero sin participación ciudadana en los procesos electorales, de nada servirá. La exigencia a los responsables políticos en las urnas y por todos los cauces que seamos capaces de diseñar es imprescindible, como lo es la "confianza exigente" que debe existir en aquellos que nos representan, porque el funcionamiento asambleario de un país no es más que un imposible.

Que algunos se crean investidos de un halo de autolegitimación para ser jueces de todos los demás; que hagan política de laboratorio desde el insulto y la descalificación a cualquiera que no sean ellos mismos, no es la solución y debe llevarnos a una profunda reflexión.

Ejemplaridad, transparencia, compromiso, rendición de cuentas y responsabilidad en ese permanente contrato social que han de hacer los representantes públicos con sus representados, son los únicos ejes con los que podemos recuperar la sintonía necesaria para la convivencia ciudadana en estos tiempos que nos ha tocado vivir y en los que debemos trabajar por legar un futuro mejor a las siguientes generaciones.

La humildad para reconocer los fallos, la decisión para abordar los cambios que se precisen, el compromiso para volver a encontrarnos en el cumplimiento de las reglas de juego, son las claves básicas que seguir. Nadie tiene una receta mágica para resolver los problemas y hay que desconfiar del que "vende duros a cuatro pesetas". Las oportunidades perdidas no se recuperan con una música que suena más o menos bien y que se adapta al gusto musical de cada uno, sino con una letra con contenido, con sentido común y que, a veces, puede no gustarnos pero que permite abrir las puertas que se fueron cerrando.

Todos quisiéramos la luna y poder manejarla a nuestro antojo para iluminar la oscuridad en nuestra casa, pero no es posible. Todos nos enfadamos alguna vez con nuestro amigo, hermano o familiar, pero habrá que reconocer que, incluso enfadados, si un día nos dice que si nos tiramos de lo alto del campanario de la catedral sin red ni paracaídas nos vamos a estrellar, tendremos que aceptar que nos está diciendo la verdad.

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