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La Mina de uranio y un cuento de Bocaccio
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La Mina de uranio y un cuento de Bocaccio

Actualizado 23/02/2018
Fructuoso Mangas

Hoy, sábado, espero estar con muchos de mis paisanos de Yecla, de Villavieja, de Retortillo y etc. en la Manifestación contra la Mina de Uranio que Berkeley quiere abrir a cielo abierto en terrenos de aquellos pueblos. Participo de todo corazón y por bastantes razones, aunque con algunas rebajas que trataré de aclarar en estas líneas. Y lo hago con la intención de poner algún punto sobre la íes de mina y de uranio, de forma que quizás pueda aportar aspectos importantes para estos pueblos ante la Mina de Uranio que viene. A las cinco de la tarde.

En primer lugar y sin hueco para dudas, estos pueblos tienen todo el derecho, y según la mayoría de sus habitantes, también el deber de oponerse a la Mina y de expresar públicamente una y otra vez su opinión y sus demandas de negación de permiso para la apertura de la Mina. Como soy uno de ellos, yo también iré a la manifestación.

Y añado más. Aunque la concesión de la apertura de la Mina fuera razonable y técnicamente aconsejable, los que deciden todo esto han perdido su razón y su posible ventaja, por sus modos de actuación: sin claridad, con medias verdades, sin respeto, con imposiciones y sin sentido democrático, sin explicaciones suficientes, a golpes de hechos consumados, con publicidad invasiva, con etc., etc., de forma que parte de la razón que quizás tuvieran, Empresa y Administración Pública, la han perdido por su torpe y deshonesta forma de hacer las cosas, tan de estos casos y tan de por aquí.

De hecho mi presencia en la Manifestación más que a la coincidencia con la opinión de mis paisanos, que también, se debe a mi deseo de protestar contra esta forma torpe, pretérita y arrogante de hacer las cosas; sobre todo las cosas que afectan gravemente a otros, a sus espacios, a sus bienes y a sus gentes. Por eso protesto; perdón, lo pongo en grande y mayúsculo: PROTESTO y me manifiesto.

Pero recordaba yo, mientras repasaba lugares y parajes de aquellos pueblos amenazados, un cuento de Bocaccio, en la Jornada VII, que se relata para aclarar que la situación peor es cuando además de cornudo porque te los ponen sin que puedas evitarlo (y creo que éste es el caso), te encuentras después apaleado por no haberlo previsto y no aprovechar las ganancias del caso (y creo que esto es en lo que va a quedar). Porque aquí pasará, probablemente, lo de siempre, lo del feldespato de Ávila, la sal en Cardona, el wolfran en Barruecopardo con los crematorios de Yecla, el Salto de Aldeadávila, la cárcel de Topas, el uranio en Saelices, la Planta de Juzbado o, por llegar hasta el final, las gigantescas canteras en las riberas del Nilo para sacar millones de bloques para los templos y palacios de los ambiciosos faraones o el desastre ecológico que prepararon los romanos en las minas de oro de las Médulas a dos mil kilómetros de Roma.

Por eso, haciendo un ejercicio de habilidad política y de visión de futuro, me parece importante advertir con realismo que, sin dejar ni ceder en Manifestaciones donde y cuando sea necesario, es el momento en que los ayuntamientos, sus alcaldes, sus concejales y sus ciudadanos, con sus asociaciones, colectivos y parroquias, actúen con realismo y cintura política. Quiero decir que es el momento de tratar de conseguir de la empresa Berkeley y hasta de la Administración Provincial y de la Autonómica las ventajas que sean posibles y que con este actual modo de proceder, tan limitado, simple y populista, se acaben perdiendo. Y aquí entran ventajas económicas, rebajas fiscales, indemnizaciones acordadas, mejoras en servicios de agua potable, servicio de aguas para el consumo ganadero, restauraciones de bienes y espacios vecinales, arreglo de la red de carreteras y caminos, financiación de nuevas tecnologías, repoblación forestal, limpieza general del Yeltes con renovación de su fauna y de su flora, etc. No hay cosas imposibles en una negociación, hay negociadores capaces y negociadores incapaces.

Y aquí hay desidia, pereza ancestral, miedo escénico y habitual pasividad del campo salmantino, movido quizás a veces por intereses de fuera de mucha ideología pero nada generosos. Pudiera ser que además de sufrir la Mina, quedáramos apaleados por la torpeza de unos cuantos, con nombre y apellidos.

Por estas tres razones pienso estar en la Manifestación, por la prepotencia de los poderosos, por la desidia de los responsables más inmediatos y porque no me gustaría que mis paisanos, además de aquello primero, tuvieran que sufrir lo segundo, los palos. Lo del cuento de Bocaccio.

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