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Nuestras Fuerzas Armadas
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Nuestras Fuerzas Armadas

Actualizado 22/01/2018
Francisco López Celador

A lo largo de la historia, todas las naciones han basado su seguridad, tanto interior como exterior, en la creación de un ejército de dimensiones proporcionadas a sus potenciales humano, económico y estratégico. La evolución del armamento y la aparición en escena de nuevos criterios tácticos y estratégicos se ha visto reflejada en la estructura de esos ejércitos. Ni que decir tiene que el número de habitantes, la posesión de materias primas y el grado de desarrollo de su industria es lo que coloca al ejército de cada país en el lugar que le corresponde. La reciente decisión del Presidente Macron de restablecer el "servicio nacional universal" en Francia ?que dista mucho de lo que entendemos por servicio militar obligatorio-, me ha inclinado a comentar la situación actual de nuestras Fuerzas Armadas dentro del resto de naciones.

Con la llegada de Trump a la presidencia de EE. UU., todos los ejércitos del mundo han estado esperando sus primeras declaraciones en materia de defensa y seguridad. Se puede decir que nadie ha permanecido indiferente; unos porque siempre siguen considerándose "en el bando de enfrente", y otros porque han creído entender que el poderoso socio americano se ha cansado de poner siempre los dólares y los muertos. En una de sus primeras declaraciones con motivo de su visita a la seda de la OTAN en Bruselas, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, General James Mattis, no tuvo ningún reparo en afirmar: "el contribuyente estadounidense ya no puede cargar con una parte desproporcionada de la defensa de los valores occidentales. Los estadounidenses ya no pueden preocuparse más del futuro de la seguridad de sus hijos que ustedes". El indudable impacto de la globalización se ha convertido en un constante "toma y daca" de todas las naciones agrupadas en los grandes bloques que dominan el globo.

El objetivo marcado por la organización atlántica para el año 2024 es que todos los países miembros alcancen un mínimo del 2 % de su PIB en gastos para la Defensa. En el año 2016, España gastó 11.000 millones de dólares, lo que supuso un 0,91 % de su PIB, y un 1,2 % de la inversión de la OTAN. En el cuadro que sigue, se refleja la aportación de todos los socios en millones de $. Solamente tres países europeos: Grecia (2,38 %), Reino Unido (2,21 %) y Estonia (2,16 %) han llegado ya al tope indicado. De los 28 miembros de la OTAN, España ocupa el lugar 25; sólo Bélgica (0,85 %), Luxemburgo (0,45) e Islandia -que oficialmente no tiene gastos de Defensa-- figuran detrás.

Nuestras Fuerzas Armadas   | Imagen 1A pesar de lo que refleja este cuadro, España ha aumentado el presupuesto de Defensa en más de 1.000 millones de $ en los últimos cinco años. Si nos fijamos en los dólares que emplea cada nación por habitante, España, con algo más de 280 $, ocupa el lugar número 16, detrás de Italia (380 $), Portugal (309 $) y Polonia (297 $).

Encabezan la clasificación EE UU (1.900 $), Noruega (1.400), Reino Unido (950) y Francia (800).

No podemos ignorar la fuerza que ha adquirido el movimiento pacifista mundial, pero está claro que las naciones, de todos los colores, caminan en dirección contraria. Nadie puede asegurar que el incremento de los gastos de Defensa sea algo exclusivo de los llamados países occidentales. Junto a los gigantes de la economía mundial, en la mente de todos figuran esos países, huérfanos de democracia y nada sobrados de potencial económico, que disponen de potentes ejércitos sobredimensionados y perfectamente dotados, a base de tener abandonadas las primeras necesidades de sus habitantes.

Para hacernos una idea aproximada del poderío francés, digamos que su ejército de tierra dispone de 112.000 hombres, la marina de guerra 40.000 y la fuerza aérea 50.000. Además de su nada despreciable dotación en blindados, aeronaves y buques de guerra, en una olimpiada mundial sobre número de cabezas nucleares, posiblemente Francia ocuparía uno de los lugares del podio. No es de extrañar que una nación que, a pesar de tener 67 millones de habitantes, dispone de ese ejército, trate de mantener vivo el sentimiento de servicio a la patria de todos sus jóvenes. Dudo mucho de la efectividad que pueda tener una estancia de un mes en un organismo militar, pero al menos podrá servir para que la juventud conozca a sus Fuerzas Armadas de primera mano. Otra cosa será comprobar la acogida que pueda tener esa medida en los ambientes de izquierda. El tiempo nos lo dirá.

Por desgracia, la triste realidad nos demuestra que la tensión entre bloques, ocasionada por razones económicas, estratégicas y hasta religiosas, ni ha desaparecido ni tiene visos de hacerlo a corto plazo. Como miembro de este conglomerado de fricciones, el Ejército Español, cada vez con mayor intensidad y efectivos, está participando en las misiones de vigilancia y seguridad que se le asigna; para lo cual debe detraer fuerzas y medios de las disponibles para nuestra propia integridad. Esto origina una merma en la efectividad de nuestras Unidades y un gasto adicional que va in crescendo. De alguna forma que no sea gravosa, sería bueno dotarle a nuestras FF.AA. de una efectividad acorde con nuestra situación actual.

No hace falta ser experto en temas políticos para asegurar que cualquier proyecto que se presente en el Congreso para dotar de más medios a nuestros Ejércitos va a contar con la decidida oposición de ese papanatismo populista que nunca levantará la voz para criticar el gasto de países como Corea del Norte, Cuba, China, Irán, etc. Curiosamente, siempre que el comunismo ha conseguido alcanzar el poder por métodos alejados de la democracia, lo primero que ha pretendido ha sido el control del ejército y el reparto de armas para los suyos. Con ellas en la mano, siempre estuvo en peligro la propiedad privada y la integridad física de sus adversarios políticos. Eso no es pacifismo sino violencia y, sobre todo, dejar que aflore el antimilitarismo que ve en los ejércitos un instrumento de represión, pero que no duda en reclamar su presencia cuando ve peligrar sus propiedades o su hegemonía.

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