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La soledad, un problema personal, social y político
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La soledad, un problema personal, social y político

Actualizado 18/01/2018
Félix López

La primera ministra del Reino Unido, siguiendo la propuesta de la diputada asesinada por un nazi hace poco tiempo, ha creado una Secretaría de Estado sobre el problema de la "soledad". Millones de personas de este país viven solas, sin comunicarse con los demás y, cada vez con mayor frecuencia, mueren solas. Es España, en los estudios sobre la vejez, el problema de la soledad es siempre citado entre los tres primeros.

Felicito a estas dos mujeres, por esta idea, que seguramente no se les habría ocurrido a ninguno de los hombres que nos gobiernan. Una propuesta que no tendría que ser solo femenina, pero que demuestra la mayor sensibilidad y eficacia de las mujeres como cuidadoras.

En las sociedades modern, que llamamos avanzada, hemos mejorado en numerosos aspectos, pero en otros estamos empeorando. Uno de ellas es el de las relaciones interpersonales. La familia, cuando existe, es cada vez más nuclear y está más distante de los padres, hermanos y la familia extensa, además de estar sometida a tensiones y valores que no fomentan el cuidado de los hijos, ni de las personas viejas. No es tiempo de niños, ni de viejos. Las personas concretas planifican, en muchos casos, su vida de forma individual: currículum, trabajo, consumo y diversión. Son opciones individuales legítimas, por cierto muy favorecidas por la movilidad que exige el mercado del trabajo y los nuevos valores dominantes del consumo y el derecho a lo que popularmente se define como "disfrutar de la vida". Tampoco es tiempo para la amistad y la pareja.

El resultado es similar a lo que nos pasa con la comida: tenemos cada vez más abundancia de comida, pero en muchos casos comemos peor y sufrimos de obesidad. Es este caso, tenemos cada vez más libertades para organizarnos nuestra vida sexual y amorosa, pero lo hacemos de tal forma que la posibilidad de acabar solos o abandonados es cada vez mayor. Eso demuestra que la abundancia de recursos y la mayor libertad no garantizan que tomemos decisiones inteligentes emocional y socialmente. Nos falta educación para la salud, la calidad de vida y la ética de las relaciones

Nunca hemos tenido tantos servicios sociales, pero éstos no llegan para tantas necesidades y, sobre todo, no pueden suplir la necesidad afectiva de saberse y sentirse formando parte de una familia o unas relaciones que cuidan, protegen y nos aceptan incondicionalmente.

Esto me lleva es una pregunta inevitable: los progresos espectaculares en tantos campos (por ejemplo, en los cuidados sanitarios, en la conciencia de derechos y libertades, en las formas de producción agrícolas e industriales, en las comunicaciones, etc.), ¿los estamos usando bien? En el pasado, la familia y el matrimonio podía llegar a atosigar a unos y esclavizar a otros (normalmente a la mujer cuidadora de todos), pero ¿cuáles son ahora las consecuencias de esta organización económica y laboral y el uso poco inteligentes emocional y socialmente de nuestras libertades?

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