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Sí y No, según se mire
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Sí y No, según se mire

Actualizado 09/12/2017
Fructuoso Mangas

Ya están montados en las calles, como prácticamente en todo el mundo, los adornos luminosos de Navidad. Y no es que me parezcan mal, no, más bien al contrario, aunque desearía por coherencia general que los "motivos" decorativos tuvieran algo que ver con lo que la Navidad recuerda, con respeto y discreción, como es lógico, pero con algún sentido más allá de lo puramente formal. Aunque esto no es nada fácil con estos pequeños fanatismos con los que nos movemos y que hacen difícil el simple hecho de poner la clásica escena de Belén en espacios públicos. Esto no impide reconocer que los adornos que cada año se colocan en Salamanca son más bien modestos y como de quiero y no puedo, sin aliento estético y sin inversión significativa.

Pero no es esto en lo que pensaba al escribir estas líneas. Escribo, y con la máxima consideración hacia todos, ante esta especie de desbandada social ? económica, familiar, hostelera, comercial, religiosa?- que se produce estos días en medio mundo y por supuesto en Salamanca.

No es nuestra ciudad, y menos aún nuestra provincia, un espacio social de abundancia y de prosperidad; la sequía incluso nos va poniendo las cosas todavía más difíciles. Y ahí están el paro perfectamente instalado en nuestra región, la precariedad laboral y salarial de muchos salmantinos, la situación de muchas familias que a partir del día 20 de cada mes tienen que tomar medidas especiales para sobrevivir hasta el 30, el frío que no cesa y hasta parece acumularse con los días y ante el que mucha gente no tiene apenas defensa, la falta de inversiones y de creación de empleo, el olvido ya clásico que por aquí padecemos desde Valladolid y desde Madrid, el envejecimiento de la población que resta vitalidad social y participativa, etc., etc? Todo esto hace que no estemos muy para fiestas, con más de 25.000 parados en noviembre, que por muy buenista que sea el modo de verlo y por muchas rebajas que se le pongan a la cifra, lo dice casi todo.

Por eso me parecen bien los adornos y las iluminaciones, qué menos, pero me producen una tristeza inevitable y muy sentida al pensar en los grupos y colectivos de pobreza que no son pocos ni reducidos en nuestra provincia y más aún al repensar en los cientos de miles de gentes luchando por ganar una maldita costa en una bendita patera o en saltar una valla o en escapar de Mali o en comer una vez al día en Haití o en perder la paciencia y la vida en la frontera de Macedonia. Sí, todo esto está lejos, ya lo sé, pero la distancia es mentira, todo depende cómo se mire. Y en cierto modo todos ellos andan entre nuestras luces de Navidad.

Y al final lo de las luces es quizás lo de menos, es seguramente más preocupante el desbordamiento consumista y derrochador que en estos días se produce casi por instinto; desde las comidas y cenas a los regalos y compras de todo tipo. Es verdad que una sociedad capitalista y neoliberal como es la nuestra (y no sé si esto es una mala cosa o es la cosa menos mala) necesita de estos arranques casi irracionales de gasto y de inconsciencia, pero eso no evita que las comparaciones sean odiosas y deshonestas a más no poder.

La hostelería y los espacios comerciales tienen que vivir y en parte su suerte, y la de los que dependen de ellos, depende no poco del gasto de estos treinta días que ya han empezado, pero también es cierto que algo hay que no encaja y que, dadas las situaciones extremas que vive mucha gente, cerca y lejos, es cierto que "algo huele mal en Dinamarca" aunque el centinela de Elsingor se refiriera, por supuesto, a otras cosas y otros olores, tampoco demasiado ajenos, vaya, en términos equivalentes.

Hay algo de ofensivo en el casi compulsivo gasto de una "ciudad alegre y confiada" mientras cerca ?hoy lo lejos es ya cercano- hay carencias extremas, miserias conocidas, acosos y huidas ya medio olvidados, multitudes sin techo ni pan ni tierra ni futuro a la vista. Ojalá no tuviera razón en esto y fuera sólo "ponerse trágico" sin motivo para tanta ponderación.

Y quedaría un aspecto de más hondura y en otras direcciones. Porque todo este revuelo viene de una memoria que trae al día de hoy los pasos de Dios que se hace pequeño en Belén y comienza allí una historia sorprendente, ejemplar y llena de significados. Pero ya no nos sorprende, está domesticada; ni nos sirve de ejemplo, cada uno inventamos ya y consumimos a gusto del portador nuestros valores y fidelidades? y hemos perdido la memoria y la sensibilidad para alcanzar los significados y las señales que nos deja tal historia de Dios en medio de nosotros. Esto es harina de otro costal muy distinto y aquí los que pretendemos confesarnos cristianos tenemos no sé cuántos retos pendientes y a la vista. Me da la impresión de que la Navidad nos deja descalzos, a contrapié y sin los deberes hechos. Y esto me importa tanto como todos los reparos anteriores juntos.

Bueno, a más de un lector le parecerá que me he pasado en lamentos y rebajas, pero es así como lo pienso. Lo siento. Por eso siempre digo: Feliz Navidad, pero? ¡hay que hacerla!

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