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Hoy, toca hablar del esquileo
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Hoy, toca hablar del esquileo

Actualizado 27/10/2017
Eutimio Cuesta

Hoy, toca hablar del esquileo | Imagen 1

La semana pasada, le tocó el turno a la lana, y, hoy, vamos a dar unas pincelas sobre el esquileo.

Se esquilaba en unos cobertizos, llamados ranchos. Previamente, se encerraba el ganado desde el amanecer, bien apretado, en un recinto estrecho, el "bache", para que, al resudar, se ablandara la lana, facilitando su corte y aumentando su peso, sobre todo, cuando se vendía en bruto, sin lavar, con su grasa y suciedad. Los esquiladores trabajaban en cuadrillas de 125 hombres, pudiendo cada una despachar al día un rebaño de mil cabezas. La lana, que no se vendía en sucio, se lavaba en los lavaderos, llevándola después a las lonjas o laneras. La más grande estaba ubicada en Segovia. Finalmente, se transportaba por las correrías a las grandes ferias, especialmente, a la de Medina del campo y, desde aquí, se distribuía a los puertos de la costa norte para embarcarla rumbo a Inglaterra o a Flandes.

Durante los reinados de los Reyes Católicos y de su nieto Carlos V, aparece la figura del comerciante o tratante en lanas. Los pedidos, que demandaban los consumidores ingleses y flamencos, exigían prontitud en las entregas. España se jugaba mucho en los mercados foráneos y la seriedad era una exigencia permanente. Había que facilitar la movilidad de la materia prima y los pastores no disponían ni de tiempo ni de medios para enviar sus lanas a los mercados. El tratante en lanas era la persona idónea que podía cubrir ese vacío: se pone en contacto con el ganadero, compra su lana y él se encarga de llevarla al mercado de Medina del Campo, centro comercial de España. Y aquí puede estar el origen de la experiencia lanera de gran parte de la población macoterana.

La trayectoria lanera ha ido ligada a Macotera hasta el momento actual. En numerosos escritos, salpican noticias en que se ve al lanero macoterano en primera línea. El Marqués de la Ensenada nos informa que Macotera, en 1752, disponía de cincuenta y siete comerciantes de lana blanca basta, que abastecía de hilados, que cardaban e hilaban a torno en sus propias casas, a las fábricas de jerga de Peñaranda y a los dos telares de lienzos y estopas, que, en aquellos años, había en la localidad.

Nuestros laneros trabajaron, (año 1752), 9.880 arrobas de lana, 113.620 kilos. La arroba se pagaba a veintidós reales de vellón y les dejaba un rendimiento, cada una, de cinco reales.

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