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La Casa Lis, allá donde se posan las libélulas
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ENTREVISTA CON PEDRO PÉREZ CASTRO, DIRECTOR Museo Art Nouveau y Art Déco Casa Lis

La Casa Lis, allá donde se posan las libélulas

Actualizado 22/10/2017
Charo Alonso

La colección de Ramos Andrade se guarda en un estuche de sublime belleza, y el resultado es uno de los museos más visitados de Castilla y León

Encaje de hierro para enmarcar la vista del río. La terraza de La Casa Lis, con ecos de música de noches veraniegas, tiene un delicado equilibrio de columnas etéreas como las bailarinas que danzan en la colección del Museo. Color y calor de vidrieras de colores, madera acogedora, geometría de línea recta para el Art Déco y curva sensual a la medida de la mano acariciadora para el Art Nouveau. Y abrazando la colección, la casa que imaginó Miguel de Lis tras visitar París y que levantó el jerezano Joaquín de Vargas Aguirre: sinfonía de hierro, cristal y ladrillo sobre la porosa piedra salmantina, muralla del pasado iluminada por la modernidad. Toda una joya, la colección de Ramos Andrade se guarda en un estuche de sublime belleza, y el resultado es uno de los museos más visitados de Castilla y León, un prodigio de equilibrio entre el debe y el haber de la eficacia y el corazón del que es protagonista su director, Pedro Pérez Castro.

Charo Alonso: ¿Cuál es su pieza preferida dentro del Museo?

Pedro Pérez Castro: Esa es una de las preguntas más difíciles que me hacen siempre. Tengo varias por diferentes razones: por el valor objetivo, las criselefantinas y por el valor sentimental, algunos cuadros del pintor Celso Lagar. Manuel Ramos Andrade no le conocía, yo le presenté a Celso diciéndole que su madre era de su pueblo, Navasfrías, entonces fuimos Manuel y yo por ferias y galeristas buscando cuadros de Celso Lagar. Son importantes para mí porque los compró conmigo.

Ch. A.: Ramos Andrade fue un gran coleccionista? ¿Cómo funciona la mente de un coleccionista?

Pedro P.C.: Va siempre el coleccionista de lo individual a lo general. Primero se enamoran de una pieza y sienten la necesidad de tenerla, es una pieza que produce sensaciones; después, buscas una parecida y ya se trata de una carrera. Lo especial de Ramos Andrade es que no es un anticuario al uso, los anticuarios españoles comerciaban con todo lo que era negocio. Él se especializó muy pronto.

Ch.A.: ¿No es una pasión inútil la de coleccionar? Cuando mueres no te llevas nada de lo que has conseguido con tanto esfuerzo y se cede en herencia o donación.

Pedro P.C.: No, no es inútil porque te da muchas satisfacciones. El hecho de ir adquiriendo piezas de una colección te da una sensación de felicidad. Yo trabajé con Ramos Andrade ocho años, me contó cómo había creado su colección y era una historia impresionante. La tenía toda en su casa, un piso muy grande en el barrio del Ensamble barcelonés. Y en el lugar más importante del salón ponía la última pieza que había comprado, era la protagonista hasta que llegaba la siguiente y la guardaba en una estantería. Es cierto que hay una cierta sensación de inseguridad después, te planteas ¿Qué haré con ella? La colección es como el patrimonio que has hecho a lo largo de tu vida, los objetos personales a los que le tienes cariño y quieres que pasen a tus hijos para que los disfruten y los valoren. Andrade no tenía hijos y en sus últimos años volcó en mí toda su preocupación por la colección.

Ch.A.: Era un personaje con una vida de película.

Pedro P.C.: El guión de su vida fue la sensibilidad por los objetos. Hace poco recordaba, con la nieta de Zuloaga, que Andrade llegó a Australia sin apenas saber inglés, precedido de notas de prensa en las que se decía que era bailaor flamenco para que le esperaran los periodistas. Tenemos de él una imagen muy superficial, pero era un hombre con una vida increíble que, al final de la misma, sabe que va a morir y quiere que todo sea donado.

Ch.A.: ¿Qué había de él en la colección?

Pedro P. Castro: Lo importante es que es una colección que ha hecho un anticuario, no hay colección sin negocio previo, para comprar tienes que vender. Él ve un objeto que es bello y piensa "No lo voy a vender". Pero cuando encuentra otro objeto igual o que es mejor, lo compra y vende el anterior, así va haciendo una selección de lo mejor justo por su profesión. Un anticuario al uso toca muchas piezas, y Ramos Andrade era un conaisseur, un entendido que se especializó pronto.

Ch.A.: Un muchacho de Navasfrías sin apenas estudios? ¿En qué se especializó?

Pedro P.C.: Ningún estudio. Contaba que, de niño, encontró una moneda con la imagen de Atenea y le pidió a su madre que se la cosiera en el interior de los pantalones para no perderla. De ahí viene su fascinación por Grecia, a la que no pudo viajar porque era la época de la dictadura de los coroneles. La singularidad de Andrade es que se especializó en la Belle Époque, toda la colección pertenecía a ese momento en el que se descubría la belleza del objeto cotidiano. Era un tiempo que buscaba la alegría y el placer de vivir para olvidarse de las guerras.

Ch.A.: ¿Qué relación tiene la colección de muñecas con la Belle Époque?

Pedro P.C.: Cuando Ramos Andrade abre su primera tienda en Barcelona, tras trabajar en Australia y Francia, se da cuenta de que en Francia e Inglaterra hay una demanda importante de muñecas y que en Barcelona había muchas, porque la burguesía catalana que viajaba las traía como regalo para las señoras. Eran las muñecas que adornaban los escaparates de los Campos Elíseos y que estaban en las vitrinas de las casas burguesas. Manuel pone un anuncio diciendo que las compra y consigue muchas, unas las colecciona y otras las vende y gana, con esta especialización en las muñecas de porcelana, muchísimo dinero.

Ch.A.: Es una parte del Museo que suscita mucho interés, pero son un tanto perturbadoras.

Pedro P.C.: Sí, qué daño ha hecho el cine a la imagen de estas muñecas de porcelana.

Si el espacio imprime carácter, Pedro Pérez Castro le añade a este lugar privilegiado una apostura física innegable y el cuidado discurso de una voz sabia y elocuente. La suya es una altura moral que se impone con suavidad ante las situaciones más complejas sin dejar de ser contundente, valiente y escrupulosamente épica. Oyéndole, se entiende la confianza que le otorgó Ramos Andrade cuando se puso en sus manos para entregarle la colección, con la condición de que los beneficios fueran para los niños y los ancianos de su pueblo de Navasfrías y de que se expusiera en este hermoso marco, balcón de la ciudad en la que no vivió. Oyéndole, la sintaxis perfecta de lo bello, el conocimiento pleno de serenidad y de sincera contundencia, hacen de la conversación con Pedro Pérez Castro una experiencia enriquecedora y tan plena de equilibrio como estas libélulas que identifican al Museo, densas de belleza, ligeras de sutileza. Nada que pese, nada que pase.

Ch.A.: ¿Cómo se unió la rehabilitación de esta hermosa casa con la donación de la colección de Ramos Andrade?

Pedro P.C.: Este museo Art Déco y Art Nouveau nace de la colección. La casa, ya rehabilitada, fue en los 80 Casa de Cultura. La recuperó Jesús Málaga cuando estaba en ruinas. Entre los años 1976 y 1980 era un lugar donde se juntaban los bohemios, un edificio desolado en el que la gente se colaba a través de una puerta rota. Todo el mundo se acuerda de esto y Aníbal Núñez lo refleja en un poema. Incluso estaba ocupada por gitanos portugueses que arrancaron lo que aún quedaba. El Ayuntamiento de Jesús Málaga la expropió y en 1991, nos llega la noticia de que existe un señor en Barcelona tiene una colección que quiere donar a la ciudad. A partir de ahí se rehabilita en función de la colección y se constituye la Fundación Ramos Andrade.

Ch.A.: Ha sido su director desde los inicios, pero la historia de este museo lleno de luz también tiene sus años de sombra en el que se luchó mucho por conservarlo. Incluso enfrentándose a graves acusaciones personales y a un juego sucio indigno de las instituciones. Volviendo hacia atrás ¿Qué recuerda de esas sombras?

Pedro P.C.: Es verdad que ya siente uno que formas parte de la historia de la casa. Todo aquello a nivel personal fue muy duro, mi familia lo pasó muy mal. Tú sabes que estás en primera línea, pero la familia no merece esto. Fueron años duros y se vivió una defensa de la Casa Lis que fue admirable. Se organizó una protesta colectiva en la que participaban gentes de izquierda y de derecha y se movilizó una ciudad que siempre ha tenido fama de ser muy individualista y en la que cada uno vamos a lo nuestro. Esa defensa de La Casa Lis se convirtió en la Asociación de Amigos de la Casa Lis, que ahora tiene otros objetivos, naturalmente. Pero en aquel momento fue muy reivindicativa, hizo mucha fuerza? El coste personal mío y de mi familia fue muy grande, sin embargo, ver aquella respuesta fue increíble. Creo que eso hizo que La Casa Lis se convirtiera en algo de todos los salmantinos.

Ch.A.: Visto con la perspectiva del tiempo ¿Por qué querer acabar con algo que funcionaba bien? ¿Cuáles eran las razones ocultas del ataque del Ayuntamiento de Lanzarote?

Pedro P.C.: Siempre hubo muchas dudas en torno a la colección por parte de las fuerzas vivas de Salamanca. Parecía una colección sin valor y pese a ello, el proyecto tuvo un éxito de tal calibre que produjo muchas envidias.

Ch.A.: ¿Cómo se puede cuestionar la importancia de esta colección?

Pedro P.C.: Pertenece a una época en la que se quería convivir con los objetos domésticos que, además de útiles, tenían que ser bellos. Esta colección quería mostrar esa belleza, la del objeto vivido al que no se le había dado antes importancia. Tras la Primera Guerra Mundial la gente está cansada del dolor y quiere vivir? Además, es la época de la liberación de la mujer y se exalta su persona.

Ch.A.: ¿Cómo logró traer la colección a la ciudad? ¡Fue como el trabajo de la Baronesa Thyssen!

Pedro P.C.: Había que convencer a la gente de Salamanca de la importancia de la colección y a Ramos Andrade de que era el mejor destino. A Andrade el edificio le convenció, y bueno, fue más fácil que el trabajo de la baronesa porque no había herederos. Si hubiera habido un solo sobrino interesado por la colección, hubiera sido más difícil. Y sí, el edificio ayudó también.

Ch.A.: Es una casa increíble concebida por un visionario ¿Cómo se planteó la remodelación para hacer el Museo?

Pedro P.C.: La remodelación de la casa buscó lo que le hubiera gustado hacer a Miguel de Lis si la ciudad se lo hubiera permitido. Con tanto colorido como le hubiera gustado poner y no le permitieron al ser un edificio que estaba enfrente de la catedral en una ciudad muy tradicionalista.

Ch.A.: ¡Pero ya fue muy moderno encargando una casa de hierro y cristal!

Pedro P.C.: Sí, pero no usó el color todo lo que quiso, según mi opinión y viendo lo que ha salido en varias remodelaciones como el zócalo, el vitral de la parte superior? Las vidrieras, tan características ahora del Museo las hizo Villaplana, a partir de un diseño de Ramos Andrade que recuerda los tres cielos: el del ocaso, el amanecer, la noche? Son dibujos suyos que yo he visto, copias de los que había en las calles de Barcelona, en las tiendas modernistas.

Ch.A.: Pedro ¿Se olvida uno día a día de que trabaja en un espacio tan bello? ¿Se olvida en algún momento?

Pedro P.C.: Siempre soy consciente de que trabajo en un sitio muy bello. Me pasa con toda Salamanca, una vez volvía a mi casa, cuando vivía en el centro, y pasando por Anaya, con una niebla impresionante, sentí lo que se denomina "El Síndrome de Stendhal", ese mareo ante tanta belleza. No puedes olvidar lo bello que es este lugar y descubres cosas nuevas remodelando salas, viendo los cambios de la luz, los atardeceres de cada estación que se ven sobre el río? no se pierde la magia de este Museo pequeño, íntimo?

Ch.A.: Este museo forma parte del proyecto de Google Art Project ¿No es esta una forma de restar visitas reales a los museos?

Pedro P.C.: Esa es una polémica muy antigua. Yo creo que las emociones en un museo son presenciales, lo que intenta ese proyecto es que la gente construya sus propios museos tomando aquello que te gusta. La experiencia de ver un museo es presencial, incluso se acabará prohibiendo hacer fotos en ellos, para que la gente se concentre en las sensaciones que produce.

Ch. A.: Licenciado en Historia, gestor cultural? Poca gente sabe de la unión de cultura, gestión y administración que se da en un museo.

Pedro P.C.: No, no, cada vez más gente hace trabajos de gestión cultural. Los museos grandes tienen una división de trabajo muy clara, en este, al ser un museo muy pequeño, todos los aspectos: gestión, administración, diseño de los productos de la tienda? Son para todos. Lo hacemos todo. A mí no me costó la gestión porque tenía ya experiencia previa como gestor cultural, pero sí se me ha obligado a formarme en cuestiones de museología y a conjugar tres funciones: la de la gestión económica y administrativa, la de la dirección de un museo abierto al público y la de la conservación.

Ch.A.: La cafetería y la tienda del Museo son una belleza?

Pedro P.C.: En aquellos tiempos de sombras, como tú dices, nos cortaron el grifo y pensamos en buscar una fuente de ingresos. Visitamos ferias en toda Europa y nos decidimos por la cafetería y la tienda, lo que ahora hacen todos los museos. Yo me siento muy satisfecho de compartir este Museo con la sociedad, porque somos un servicio público y con una muy buena salud económica. Damos trabajo directo a 16 personas, externalizamos algunos servicios y creo que generamos un valor añadido a la ciudad, la industria cultural crea riqueza.

Ch.A.: Es uno de los museos más visitados de Castilla y León, y este éxito se identifica con usted claramente.

Pedro P.C.: El mérito no es mío, son muchas circunstancias las que se han dado.

Carmen Borrego: En esos momentos terribles en los que sufrió tanto su familia ¿No pensó nunca en tirar la toalla y dejar el Museo? ¡Tuvo muchas otras ofertas de trabajo!

Pedro P.C.: No, nunca. Yo me siento el heredero del deseo de Ramos Andrade de tener su colección en este museo. No podía fallarle.

Ch. A.: En estos tiempos de desafección social hacia los políticos, no he encontrado a nadie que hable mal de usted. Eso sí, es verdad que no le he preguntado a Julián Lanzarote.

Pedro P.C.: A mí me ha tocado hacer política porque tienes que saber cómo son las cosas. Pero a mí la política me interesa como analista desde fuera. Cómo político todo fue frustrante, no conseguimos la ampliación del Museo hacia el Patio Chico por intereses especulativos. Me sentí muy limitado, muy frustrado. Tenemos un espacio muy reducido para exponer y esa ampliación hacia el Huerto de Calixto y Melibea hubiera sido un gran proyecto.

Ch. A.: Las actividades y las actuaciones son constantes y diversas y las exposiciones temporales muy prestigiosas. ¿Con qué van a sorprendernos en el futuro?

Pedro P.C.: Hay que esperar? Pero puedo adelantarte la recuperación de la obra pictórica que compró Ramos Andrade ya pensando en el Museo, porque parece que no hay Museo sin pintura. No era su especialidad, sin embargo hizo esas adquisiciones con vistas al Museo.

Ch.A.: ¿De ahí que diga que algunos de los cuadros de Celso Lagar son sus favoritos desde el punto de vista afectivo?

Pedro P.C.: Claro que sí, yo tuve la fortuna de pasar mucho tiempo con él, trabajando, hablando. Fue todo un privilegio que volcara en mí todo su conocimiento sobre su colección, sobre el arte.

El privilegio es nuestro por este espacio singular. Sublime belleza puesta de puntillas sobre la Salamanca pétrea, la antigua ciudad que mira al río y al campo de la provincia de la que surgió, casi en la frontera, un visionario enamorado de la belleza y del objeto cotidiano, el más vivido, el más amado. El privilegio es nuestro al constatar que aún quedan hombres plenos de la altura que dan la integridad y la tenacidad de una trayectoria irreprochable. La ligereza sólida de la casa de Miguel de Lis se alza cuando se levanta de la entrevista Pedro Pérez Castro. Vuelan las libélulas, las criselefantinas, las muñecas y los recuerdos a la luz de las vidrieras de colores. Sublime belleza. Exquisita arquitectura? a la medida del hombre que la habitó, del que la llenó del empeño de su vida, de quienes tomaron las adecuadas decisiones y del que lo hizo todo posible: Pedro Pérez Castro.

Charo Alonso.

Fotografías: Carmen Borrego.

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