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Dad gratis aquello que gratis habéis recibido
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Dad gratis aquello que gratis habéis recibido

Actualizado 24/08/2017
CÁRITAS

Nos han cambiado la mirada: donde había prejuicios, han puesto limpieza; donde había ignorancia, han puesto preocupación; donde había resignación, ellos han puesto esperanza.

Los días que he pasado este verano en el centro para Personas sin Hogar "Padre Damián" de Cáritas Diocesana de Salamanca han sido quince días de crecimiento, de aprendizaje, de cambio. Quince días de acompañamiento, de humildad, de entrega. Pero sobretodo, fueron días de amor, un amor diferente por completo al que hasta ahora había experimentado, porque esta vez tocaba amar al que llevo toda la vida quitándole la mirada. Al que para mí era invisible. Esta vez el amor no era a quien también me quería a mí, sino al desconocido que por un motivo u otro había acabado en la calle. Pero lo hicieron tan fácil...

Todo el miedo y la incertidumbre que llevábamos solo duraron el primer día. Fue sorprendente como los educadores, las hermanas de la congregación de los Sagrados Corazones, los demás voluntarios y, sobre todo los residentes de la casa, nos trataron desde el primer momento como parte de la gran familia que se intenta crear.

Dad gratis aquello que gratis habéis recibido | Imagen 1Lolo, Rocío, Sonia, Loreto, Gema, Inés y yo nos metimos en las dinámicas de la casa, a las que se sumaron las que también aportamos nosotros. Nos metimos en mañanas de limpieza, donde se ponía en juego nuestro ser referencia y testimonio para los chicos de la casa, mañanas de acompañamiento a médicos dónde ver y experimentar en algunas ocasiones el trato que recibe la persona sin hogar, donde interpelarme como sociedad qué tratamiento y cuidado damos a hombres y mujeres que tienen los mismos derechos que yo, pero que sin embargo, por su situación actual, de sinhogarismo, reciben un trato muchas veces falto de respeto. También tuvimos tardes de meriendas con helados y cartas. Alguna que otra noche de cine y palomitas. Sin poder olvidar actividades de ocio fuera de la casa, como la excursión al río, o la visita nocturna por Salamanca, en la que los residentes de la casa se convertían en guías nocturnos para cada uno de nosotros. Y por supuesto, la gran fiesta que montamos entre todos por el 18 aniversario del centro. ¡Toda una graduación! A todo esto hay que sumarle el compartir los desayunos, las comidas, y las cenas. Una experiencia que me llevo en el corazón, porque de esto se trata, de sentarme a la mesa, de colocarme en plano de igualdad, de estar al lado de cada uno de estos compañeros de sueños y de caminos: educadores, residentes y voluntarios del proyecto.

Y entre todas estas actividades estaban las conversaciones, las confesiones, también las risas y algunas lágrimas. No fue hasta entonces, cuando yo personalmente comprendí que la frase de "al dar, se recibe mucho más" realmente tenía sentido.

Y es que ellos, los residentes, sin saberlo han cambiado algo en mí después de esta experiencia. Hay un pedacito de cada uno de los nosotros que no es igual. Nos han cambiado la mirada: donde había prejuicios, han puesto limpieza; donde había ignorancia, han puesto preocupación; donde había resignación, ellos han puesto esperanza. Nos han enseñado a ser conscientes de que ellos también son hijos de Dios. Es más, de que ellos precisamente, son los preferidos de este. Y es que yo creo que en pocos sitios se puede respirar más su misericordia y su amor incondicional que en esta casa de acogida. Todo este cambio se produce cuando escuchas sus historias, cuando ves a la persona más allá de la situación puntal de ser una persona "sin techo". Y entonces piensas que tu vida podría haber sido como la de cualquiera de ellos simplemente por la suerte de nacer en un barrio u otro, o por ir creciendo con mejores o peores influencias, o simplemente con un duro golpe en un mal momento de la vida.

Ante todo esto, solo sentirme agradecida a Dios por hacerme ver a través de mi paso por la casa de "Padre Damián", que todo lo que se me ha dado gratis, se me ha dado para compartirlo. Porque realmente, compartiendo, se multiplica.

Él solo nos pidió una cosa: que nos amemos los unos a los otros como Él nos amó.

Inmaculada Campillo, Campo de Trabajo ss.cc.

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