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La huelga. La dignidad
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La huelga. La dignidad

Actualizado 20/08/2017
@santiriesco

La huelga. La dignidad | Imagen 1

La huelga es un derecho en nuestro país. Para que sea legal hay que cumplir algunos requisitos como anunciarla con tiempo y garantizar unos servicios mínimos. Pero por cada día de huelga el trabajador deja de cobrar el salario correspondiente a esa jornada más todos los prorrateos que la empresa pueda endilgarle. De hecho, si la nómina fuese proporcional a lo que te descuentan por un día de huelga, sería difícil que alguien ejerciese este derecho. Traducción: una sangría a fin de mes. O lo que es lo mismo, que protestar te sale por una pasta. Pero es que, además, el trabajador acaba enfrentándose a los compañeros que no quieren secundarla (pero que luego se benefician de las huelgas del resto) y, en las más de las veces, con una opinión pública malinformada intencionadamente por los que detentan el poder. Y que por lo general suelen ser accionistas de los grandes medios de comunicación. Hasta aquí nada nuevo.

Cuando una huelga es ilegal -porque no se avisa con tiempo, o porque no cumple los servicios mínimos- entonces el Estado interviene. A no ser que sea una huelga contra una empresa pública, en ese caso el Estado es la empresa contra la que estarían protestando los trabajadores. Y claro, interviene directamente. Eso no necesita mucha explicación.

Pues bien, todo este rollo viene a cuento de la huelga del verano. La de los empleados de la empresa Eulen ?que no es pública- encargados de la seguridad en el aeropuerto de El Prat, en Barcelona. Son 350 hombres y mujeres (tres hombres por cada mujer) que cobran entre 900 y 1.100 euros al mes (con la huelga indefinida me temo que su nómina de agosto va a ser para enmarcar, más testimonial que real). Resulta que sólo se habla del perjuicio que causan a los viajeros. Y que les echan la culpa de las colas, de los posibles atentados terroristas y de que son unos insolidarios con la gente que está de vacaciones. Y para más colmo de los colmos el Estado interviene en un conflicto laboral- entre una empresa privada y sus obreros- enviando a la Guardia Civil a hacer el trabajo de los que protestan con una huelga. O sea, inutilizando la protesta y dejándoles sin cobrar. Un disparate. El juez les dará la razón dentro de unos meses, cuando todo esto sea pasto de las hemerotecas y nadie se acuerde de nada.

Los medios de comunicación, por su parte, no cuentan el motivo de la huelga. Se limitan a decir que los trabajadores quieren más sueldo sin explicar que se trata de una tarea sometida a mucha presión (se supone que están filtrando posibles terroristas para evitar atentados) donde hay que estar atento a un escáner y hay que registrar a todos los pasajeros y pasajeras a los que les pita el detector de metales. Y resulta que sólo hay una mujer por cada tres hombres en Eulen. Y una plantilla ridícula para cubrir el tráfico del segundo aeropuerto más importante del país. Y que piden que contraten a cien mujeres más. Cien nuevos puestos de trabajo. Y que la plantilla se equipare para que sean la mitad hombres y la mitad mujeres, no como ahora. Y que, de paso, la gente se entere de que AENA sacó a concurso este servicio y Eulen le ganó la partida a Prosegur porque dijo que lo harían por 23,1 millones de euros durante dos años. Y que, claro, abaratar tanto la oferta para quedarse con el contrato tiene que repercutir en alguien porque Eulen no va a perder dinero. Y, oh sorpresa, los trabajadores que son los que se están comiendo el marrón haciendo más horas de las que les pagan miserablemente ahora se me rebelan. Y, ojo, que quizá la gente se puede enterar del oscuro negocio de AENA que gestiona aeropuertos sin personal porque prefiere subcontratar para lavarse las manos. Y, mucha atención a esto, que a ver si se nos va a joder el tinglado por culpa de estos muertos de hambre y, de repente, empiezan a cuestionar que el dinero sea la única condición para hacerse con un suculento contrato. No sea que a partir de ahora el Gobierno decida que haya que cumplir unas cláusulas sociales y laborales que aseguren los derechos de los trabajadores. Mucho cuidado. Mucho ojo.

De modo que lo mejor es enviar a la Guardia Civil, echarle la culpa a los trabajadores que quieren arruinar las vacaciones del personal y que nadie hable de Eulen, de Aena, de las subcontratas y del capitalismo que pone en el centro el dinero y nunca a las personas. Y de la paridad, el feminismo y la igualdad, ya si eso, hablamos otro día que hoy no toca.

Y Aena seguirá gestionando aeropuertos como Pilatos, subcontratando y lavándose las manos. Eulen seguirá controlando pasajeros como Herodes, explotando y matando a los inocentes. Y nosotros seguiremos echando la culpa al que nos pongan delante, a ser posible unos obreros pobres que tendrían que dar gracias por no estar en el paro. Gente tan pringada como nosotros. Aunque con algo que nosotros hemos perdido o nos hemos dejado arrebatar. La dignidad.

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