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Roa Bastos: un escritor que alerta sobre el monoteísmo del poder
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CENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL ESCRITOR PARAGUAYO

Roa Bastos: un escritor que alerta sobre el monoteísmo del poder

Actualizado 26/07/2017
Jacqueline Alencar

Jacqueline Alencar comparte con los lectores de SALAMANCA AL DÍA "las impresiones de una sencilla lectora que se siente retada por la realidad social de su tiempo"

Este año celebramos el centenario del nacimiento de otro gran escritor como lo es el paraguayo Augusto Roa Bastos (Asunción, 13 de junio, 1917- 26 de abril, 2005). Tuve el privilegio de conocerlo en el año 1989, en El Escorial, donde se celebraban los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid. Junto a mi esposo Alfredo P. Alencart pude disfrutar de una breve charla con él, mientras estaba acompañado por el poeta Luis Rosales, gracias a una coterránea suya, Milda Rivarola, a quien habíamos conocido anteriormente e invitado a Salamanca durante la celebración de una semana dedicada a Paraguay, organizada por el Grupo Amauta de Estudiantes Iberoamericanos, del que formábamos parte nosotros. Milda era investigadora de la Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos (AIETI), dirigido por Guadalupe Ruiz Giménez. La recuerdo una tarde mientras le mostraba la que sería mi ciudad de acogida por largos días?

Una vez de regreso a Salamanca, lo primero que hice fue buscar y leer una de las novelas de Roa: Yo el Supremo (1974). En realidad ésta era parte de una trilogía, conformada por tres novelas. La primera: Hijo de hombre (1960); la segunda: Yo el Supremo; y por último, El Fiscal (1993), todavía en proyecto en ese momento. Las tres, según el propio escritor, abordan el monoteísmo del poder, eje temático de su narrativa. Ficción e historia alrededor de la figura del Supremo Dictador José Gaspar Rodríguez de Francia. Todo muy bien fundamentado por buenas fuentes históricas, según los comentarios preliminares. Como simple lectora diría que muchas fuentes sirven de sustento y ornato a la novela, entre ellas, las bíblicas. Quedé sorprendida cómo el Supremo Dictador utiliza algunos pasajes del Libro de los Libros, aunque sea adaptándolos a sus intereses. He leído que en el cuento Lucha hasta el alba hay textos que se relacionan con otros textos bíblicos, como el contenido en Génesis: "Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba". Y también de otros. Me entero que su conocimiento de la Biblia fue gracias a su madre, quien "leía las historias bíblicas para después contarlas en guaraní, reinventándolas y haciéndolas más cercanas". He aquí la mención de algunas muestras en Yo el Supremo:

"Ustedes, tensos clerigallos, hablan de Dios pintando sombras y bosquejando abismos en las ratoneras de los templos. No es creyendo sino dudando como se puede llegar a la verdad que siempre muda de forma y condición. Ustedes pintan a Dios en figura de hombre. Mas también al demonio pintan en figura de hombre. [...] Ustedes dicen: Jesús nació bajo el poder de Poncio Pilatos. Fue crucificado. Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó de entre los muertos y subió al Cielo. Pero yo le pregunto: ¿Dónde nació Jesús? En el mundo, Céspedes. ¿Dónde trabajó? En el mundo. ¿Dónde pasó su martirio? En el mundo. ¿Dónde murió? En el mundo. ¿Dónde resucitó? En el mundo. Por tanto, ¿dónde están los infiernos? En el mundo, pues. El infierno está en el mundo y ustedes mismos son los diablos y diablillos con tonsura y la cola la llevan colgando por delante".

"En la Biblia leemos que cuando Caín mató por envidia a su hermano Abel, Dios le preguntó: Caín, ¿qué has hecho de tu hermano Abel? Le preguntó mas no lo castigó. Por lo tanto, si existe, Dios no castiga a nadie. El castigado es él por enseñar la verdad. ¿Qué verdad? ¿Qué Dios? A esto es lo que yo llamo pintar sombras... Pese a todo yo no prohibí aquí ningún culto. Tampoco se me antojó crear el culto del Ser Supremo, que algunos débiles gobernantes tienen que entronizar en los altares abriendo el paraguas de la protección por el mañana. El Dictador de una Nación, si es Supremo, no necesita la ayuda de ningún Ser Supremo. Él mismo lo es. En este carácter lo que hice fue proteger la libertad de cultos. Lo único que impuse fue que el culto se sometiera a los intereses de la Nación [...]".

En las primeras páginas de la obra nos encontramos con unos apuntes biográficos de los que destacaré algunos rasgos.

Roa vivió, durante su infancia, en un pequeño pueblo llamado Iturbe, en la provincia del Guairá, donde su padre trabajaba en un ingenio de azúcar. Allí aprendió a cogerse de la mano las dos lenguas: el castellano y el guaraní, lo cual se va a notar en sus escritos, y profundamente en Yo el Supremo. Todas estas vivencias de su infancia se van a ver reflejadas en su obra. Destaco también que en sus años jóvenes escribía poesía, y junto a su madre escribió una obra de teatro, que dicen luego formaría parte de su novela Hijo de Hombre. Y que ya a los trece había pergeñado una primera versión de Lucha hasta el alba, su primer cuento.

Transcribo un fragmento de unas declaraciones de Roa acerca de esa época en Iturbe, sacadas de una entrevista que José Ruiz Nestosa, le hizo en 1982: "Entonces yo llevaba una vida muy aislada, con unos padres maravillosos que deseaban todo lo mejor para nosotros. Este padre culto, como puede ser culto un hombre que sale del seminario; mi madre con una sensibilidad extraordinaria, no echaban de ver el aislamiento de un chico de los otros, por una cantidad de motivos, pero sobre todo por la diferencia de clases.

Sin embargo, yo me identificaba con aquellos chicos, con esos que estaban al otro lado, con la ropita rota, con el chico que viene en la carreta trayendo caña y se muere de hambre en ese barro de la playa del ingenio".

En Yo el Supremo podemos encontrarnos ampliamente con la historia de Paraguay pero aderezada con la ficción que te mantiene atento y enganchado a las páginas del libro para llegar al final y recomenzar nuevamente, por lo menos para mí que se me hizo harto difícil su lectura por la profundidad de las líneas...

Roa también fue periodista de radio y diario, me informé aquel día que empecé a leer Yo el supremo, y que fue corresponsal de prensa durante la Segunda Guerra Mundial, y que estuvo exiliado en Argentina y Francia, perseguido por dos dictaduras. Una novela donde te encuentras con las características de los días en que imperaba la bota en algunos de nuestros países latinoamericanos. Yo también me había acostumbrado a convivir con algunas mañanas en las que despertábamos con la noticia en la radio que decía: ¡Golpe de Estado! Tocaba dormir donde te encontrabas cuando sonaba el toque de queda. Quizá enfrentarme con las pinceladas sobre el Dictador del Paraguay de Roa me hizo despertar el mío, del que apenas conocía pero que se me hizo muy reconocible a través de las palabras tejidas por el paraguayo. En medio de la ficción y la realidad, reconocí las injusticias, la violencia, el recorte de libertades, las tropelías perpetradas por el poder a través del miedo. Así lo reviven algunos pasajes de la novela:

¿Cuáles son mis pecados? ¿Cuál mi culpa? Mis difamadores clandestinos de adentro y de fuera me acusan de haber convertido a la Nación en una perrera atacada de hidrofobia. Me calumnia de haber mandado degollar, ahorcar, fusilar a las principales figuras del país. ¿Es cierto eso provisor? No, Excelencia, me consta que ello no es cierto en absoluto. ¿Cuántos ajusticiamientos se han producido, Patiño, bajo mi Reino del Terror? A raíz de la Gran Conjura del año 20, fueron llevados al pie del naranjo 68 conspiradores, Excelencia. [...] No todos los culpables fueron ejecutados y condenados...".

Pienso que su escritura fue comprometida y que la puso al servicio del otro. Es mi parecer. Le preocupaba la realidad social de su tiempo. Logra sutilmente hacer una denuncia profética acerca de una lacra que asoló por largos periodos América Latina. Logra dar ejemplo de una convivencia pacífica entre las dos lenguas que surcan el Paraguay: el castellano y el guaraní.

Sobre la 'Trilogía paraguaya' ya mencionada, nada mejor que conocer su génesis de la mano de su propio autor. Transcribo ese fragmento:

"Inicio lo que yo (para entenderme) llamo mi «Trilogía Paraguaya». Simplemente significa un bloque de tres partes que comenzó con Contravida que escribí antes que Yo el Supremo. Ya estaba bastante adelantada cuando me di cuenta de que formaba parte de una estruc­tura más amplia, que yo no alcanzaba todavía a percibir. Entonces la dejé de lado para escribir Yo el Supremo y Contravida me sirvió un poco como «despensa», saqué mucho material de ella, no en el aspecto de la tematización, sino en el de ciertos problemas del lenguaje [...].

El fiscal se me dio incluso después de haber comen­zado dos novelas que se llaman La Caspa y Los congresos o Los Chamanes, que tengo abandonadas, no sé si tempo­ral o definitivamente.

Continuidad de forma yo creo que no existe con res­pecto a Yo el Supremo ya que esta novela la estoy tra­bajando en un sentido completamente opuesto. Va a ser fundamentalmente una novela no extensa, no pasará de las 250 páginas, y la modalidad de composición es un poco de condensación extrema, no de expansión, como en Yo el Supremo. Desde el punto de vista material intento profundizar esta especie de fusión de dos hemisferios lingüísticos, guaraní y castellano, que comencé en Yo el Supremo invirtiendo la situación bilingüe que hay en nues­tro país [...].

Ahora desde el punto de vista de la continuidad es­tructural creo que hay fuertes líneas internas de comuni­cación entre las tres novelas. Y temáticamente también, porque si se va a reducir al extremo la identificación te­mática, así como Yo el Supremo sería una reflexión sobre la imposibilidad del poder absoluto, El Fiscal lo sería sobre la imposibilidad de juzgar al otro y sus acciones, de que alguien se instaure en juez. Y Contravida es una especie de retorno pero a un lugar fuera del origen, no solamente la tierra natal, sino a ver el mundo como al comienzo, cuando éramos fetos.

El Fiscal es también una obra de ficción que es traba­jada a partir de referentes históricos reales, incluso va a ir otra vez con nombres propios. No tiene una relación aparente con Yo el Supremo o con Contravida. Son tres momentos que están unidos por hilos internos, pero no por su forma, ni de escritura ni de tematización [...].

El Fiscal empezaría, si vamos a tomar un tiempo crono­lógico real, el 1° de marzo de 1879 con la muerte de López, asesinado en Cerro Cora, y termina en el momento en que se pone en movimiento la primera turbina de Itaipú. Ahora Contravida, como fue la primera novela que yo escribí de la trilogía, la que después yo iba a darme cuenta que formaba una trilogía, es como el nombre indica una marcha a contrapelo, pero en este caso ya con res­pecto a la obra misma, una aplanadora que va retroce­diendo, borrando, destruyendo a su vez esta cristalización de una obra, buscando los elementos de apertura que pueda haber, y aquí también pongo un poco en práctica el mismo comportamiento que yo sigo frente a los bloques cristalizados de la vida. Esta obra trata del retorno a los orígenes, un retorno a contrapelo, a contravida de toda una obra escrita, tratando también de destruirla, de frag­mentarla, de aboliría para ver qué queda entre esos restos".

Estas impresiones como lectora sirvan para que otros se atrevan a leer a Roa Bastos, en caso de no haberlo hecho ya. A mí la lectura me sirvió para adentrarme en un periodo oscuro por el que han atravesado los países de Latinoamérica. Y también para reflexionar sobre lo nefasto que son las dictaduras, el ansia de detentar el poder para ejercitarlo sobre el otro, conculcando sus más esenciales derechos. La lacra de llegar a repudiar las vías democráticas para llegar a ser el señor supremo del día a día de los seres; decidir si son dignos de alimentarse o no. De hablar o no. Señor de lo que pueden creer o no.

Pienso que me ha llevado a reflexionar a decir 'Nunca más', o 'Nunca mais'. No mirar hacia otro lado cuando se vean atisbos de dictadura aunque sea disfrazados de democracia. O de 'Así me lo ha dicho Dios', cuando Dios a punta de luz quiere borrar toda oscuridad, injusticia, prevaricación, favoritismos, parcialidades, simonías, avaricias...

Quizá deberíamos contarles a nuestros hijos la verdadera historia para que ésta no se repita. Pues las nuevas generaciones, ante la pregunta: ¿qué has hecho?, pueden respondernos: No me lo dijiste.

Acabo de darme cuenta que leer me hace pensar y reflexionar, y tal vez replantearme muchas cosas, o todo...

Jacqueline Alencar

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