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Cien años de la Revolución Rusa. El nacimiento de una nueva Era (I)
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Cien años de la Revolución Rusa. El nacimiento de una nueva Era (I)

Actualizado 25/07/2017
Miguel Ángel Perfecto

En 1917, en plena primera guerra mundial, se produjo en el inmenso Imperio Ruso, gobernado con mano de hierro por la familia Romanov, una serie de revueltas que culminaron no solo con la caída de la dinastía en la persona del zar Nicolás II, sino con un proceso revolucionario encabezado por el partido bolchevique dirigido por Vladimir Ulianov, Lenin, que acabaría con la instauración de lo que se conoció como el primer Estado Obrero del mundo, transformado un poco más tarde en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas dirigida por el Partido Comunista.

¿Cómo se desintegró en tan poco tiempo el imperio ruso, una potencia europea que se extendía desde el mar Báltico hasta el mar de la China, y que se había ido construyendo por los zares rusos desde el siglo XVII en lucha constante con tartaros, mongoles y otra serie de pueblos seminómadas?.

El Imperio ruso no solo era enormemente extenso, 22 millones de kilómetros cuadrados y más de 150 millones de habitantes, sino que incluía más de 150 pueblos y étnias diferentes. La asimilación panrusa de los zares y la fuerte centralización no logró acabar con las diferencias nacionales existentes que se correspondían con lenguas y religiones diferentes a la oficial ortodoxa, como la protestante o la islámica. Este fue uno de los graves problemas del Imperio y más tarde de las URSS.

En este enorme imperio gobernado autocráticamente por los zares se había producido desde finales del siglo XIX un importante desarrollo capitalista que había incentivado el proceso de industrialización y la expansión hacia el Este gracias al ferrocarril transiberiano, un medio de desarrollo económico y también de movilidad de la población del imperio. Este desarrollo de la industria y la agricultura siguiendo el modelo de los países occidentales se enfrentaba a tres problemas importantes, la competencia de los productos europeos, la fragilidad de su sistema financiero muy dependiente de Francia y Alemania y el sistema casi feudal al que estaba sometido el campesinado a manos de la Iglesia rusa, los nobles y la burguesía campesina. Las crisis sociales se convertirían bien pronto en un descontento político considerable.

En este contexto, la política internacional zarista como gran potencia sufrió un enorme descalabro con su derrota frente a los japoneses en 1905, mientras la crisis social y las protestas de grupos populistas social-revolucionarios, anarquistas o socialistas, arraigados en el mundo obrero y en parte de la intelectualidad rusa exigían un cambio de rumbo político que terminara con el absolutismo del zar Nicolás II

La revuelta popular de 1905 frente al palacio del zar duramente reprimida( Domingo Sangriento) significó el comienzo del fin de la dinastía Romanov. Los manifestantes pedían un parlamento (Duma) elegido por sufragio universal, mientras los obreros en huelga se organizaban en soviets (delegados obreros) en las zonas industriales y en el sector de ferrocarriles, y los campesinos protestaban por el aumento impositivo en momentos de malas cosechas. El zar Nicolas II a regañadientes aceptó la creación de una Duma pero sin apenas poderes reales, el zar se reservaba el poder legislativo.

El fracaso de esta política reformista dio oportunidades a los sectores más radicales de la oposición al zarismo, populistas social-revolucionarios, anarquistas y bolcheviques, que se vieron favorecidos por los fracasos militares de Rusia en la Primera Guerra Mundial ante los alemanes y el propio desprestigio de la monarquía causada por el monje Rasputín, consejero de la zarina.

Los bolcheviques, el ala mayoritaria del Partido Socialdemócrata ruso, con Vladimir Ulianov Lenin a la cabeza supo aprovechar muy bien el descontento por los desastres de la guerra y las muertes de soldados y preconizó la revolución llevada a cabo por revolucionarios profesionales y la creación de un Estado socialista en Rusia basado en la dictadura del proletariado sin pasar por una fase burguesa. El nuevo Estado sería el producto de una alianza entre el campesinado y los soviets de obreros y soldados, su lema propagandístico fue paz a toda costa, la tierra para el campesinado y todo el poder para los soviets.

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