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Manifestaciones nihilistas y fascisnantes con motivo de la retirada del medallón de Franco
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SECUELAS DEL FRANQUISMO (XXI)

Manifestaciones nihilistas y fascisnantes con motivo de la retirada del medallón de Franco

Actualizado 15/06/2017
Ángel Iglesias Ovejero

Séptimo capítulo de la serie sobre las 'Actitudes contrarias a la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica'

El viernes pasado se inició la retirada del medallón de Franco en el espacio público más emblemático de Salamanca. Era una operación ya casi tan famosa como el referente de la efigie. La decisión del Ayuntamiento ha sorprendido un tanto por su celeridad repentina, pues el Alcalde, tras la exigencia formulada por un multitudinario acto cívico el domingo 28 del pasado mes de mayo para que se cumpliera la decisión tomada por la Comisión Territorial de Patrimonio (CyL) en enero de este año, se despachó con una peregrina explicación sobre tanta parsimonia. Más o menos, vino a decir que estaba esperando a ver si se manifestaba algún recurso contra tal medida y que al obrar así, o sea al no hacer nada, "se estaba cumpliendo la ley". Incluso, en lo que podía entenderse como una velada invitación (señalada por G. Llamazares), llegó a sugerir que la podía recurrir la Fundación Nacional Francisco Franco, pero los franquistas confesos no habrán respondido al reclamo. Caben otras especulaciones que relacionan este cambio de opinión como una estrategia de desviación con respecto a las corruptelas habituales en su Partido, las cuales salpicarían al edil. Sin embargo, no se debe excluir que fuera precisamente tal acto cívico lo que motivara la decisión apuntada. Esto, al fin, es lo que importa, porque, contrariamente a lo que algunos simulan creer, habrá costado mucho trabajo llegar hasta aquí.

En cualquier otro país democrático (o al menos se precie de serlo) hace tiempo que se habría cumplido realmente la ley que prohíbe los símbolos de exaltación de un régimen autoritario, asentado y mantenido por el terror de estado. Pero ya se sabe que, también en la democracia monárquica, "España es diferente", como rezaba aquella fórmula mágica del turismo en que, aparte de la emigración masiva, se cimentó el "milagro económico" de los años sesenta y se terminó, precisamente, cuando los países europeos se mostraron menos receptivos de la mano de obra extranjera (crisis del petróleo en 1974). Así que, conviene recordar, la susodicha decisión municipal fue tomada hace medio año (01/12/2016), como respuesta a una demanda interpuesta en 2014 por Izquierda Unida y a instancias de los grupos políticos del PSOE, Ciudadanos y Ganemos Salamanca, con la abstención del PP, en espera de la aprobación unánime de la Comisión Territorial de Patrimonio, después del dictamen favorable de un experto en historia del arte ("Secuelas", 25/01/17). En enero pasado se habían cumplido todos estos trámites, mas no por ello se aceleró el procedimiento.

En la España actual las políticas de la memoria histórica parecen regirse por el principio de un nihilismo (o pasotismo) de derechas, que es muy rentable y económico también en la política en general. Consiste en convencerse y sobre todo en convencer a los ciudadanos, especialmente a los votantes, de que los problemas se resolverán por sí solos, por el mero hecho de enunciar el deseo de que se solucionen. Es una postura muy parecida a lo que los franceses denominan "el método Cué" o "profecía auto-realizadora", por alusión a la autosugestión y la auto-hipnosis como medios preconizados por Émile Coué de la Châtaigneraie (1857-1926) para conseguir la mejora del bienestar psíquico y físico ("el que no se consuela es porque no quiere"). J. M. Aznar era un experto en este tipo de profecías ("España va bien, y cuando digo que va bien quiero decir que va bien", o algo por el estilo) y la intrépida impavidez de M. Rajoy no le va en zaga. La coincidencia entre ambos líderes pepistas no debe extrañar, pues cabe la posibilidad de que sigan el mismo modelo anterior. En efecto, si se da crédito a las malas lenguas de hace ya varias décadas, fue el Mismísimo general quien inventó o adaptó una variante de dicho método, con la cual aquel pequeño gran hombre resolvía los problemas del País con una sangre fría extraordinaria, "sin temblarle el pulso", como cuando firmaba las sentencias de las penas de muerte: sentado en su despacho, poniendo encima de la mesa adecuada dos pilas de expedientes. Como es de suponer, en la pila de la izquierda estaban los asuntos por resolver; en la de la derecha, los asuntos resueltos. Cuando le parecía que tal, pasaba unos cuantos expedientes del lado izquierdo para el derecho, porque con el paso del tiempo los problemas se habían resuelto solos o por arte de birlibirloque.

En lo tocante a memoria histórica, la "profecía auto-realizadora" es el método del presidente del gobierno, de las instancias de la Junta de Castilla y León y, sin ir más lejos, del alcalde de Salamanca hasta ahora. Todos ellos coinciden en la afirmación de que en "España se cumple la Ley", en alusión a la de 2007, sin que desde que su Partido lleva las riendas del Estado (finales de 2011) hayan aportado medio alguno para que se aplique, sino todo lo contrario, poniéndole obstáculos y fomentando la dejadez ("Secuelas", 16/02/17, 23/02/17). Para negar o escamotear la realidad de este vacío "los desmemoriados" y negacionistas cuentan en la Provincia con un órgano de prensa muy experimentado. No hace falta mencionarlo, pues se le reconoce por seguir siendo fiel eco de la voz de sus amos, los herederos ideológicos de los promotores antaño del antirrepublicanismo más primario y los valedores de la represión franquista. En consecuencia, su política de información se cifra en ignorar todo lo relativo al legado republicano, si no es para desinformar y menospreciar a las víctimas del franquismo.

Este periódico y algunos de sus "opinantes" habituales, se diría, tienen una difícil digestión de ciertos asuntos históricos graves que todavía colean y les conciernen, provocándoles una verborrea hiriente e incontrolada, sin que ellos mismos se libren de los previsibles efectos ("el que al cielo escupe?"). A juzgar por un recorte que me envían del pasado día 31 de mayo, a uno de esos plumíferos le sentó mal el citado acto cívico y se alivió, en prosa y en verso, con una descripción sarcástica, presentándolo como un ridículo y trasnochado "tribunal, presidido por Garzón", instalado en el caótico escenario de la Plaza ("un circo"). Como la humildad no debe de ser su virtud dominante, no cayó en la cuenta de que su actitud recuerda la de un juez desaprensivo y cínico o, para ser más exactos, la de aquel palurdo que, siendo rematadamente feo, le señalaba a su madre la fealdad de una hermana ("?Madre, qué fea es mi hermana. ?¿Pues tan guapo eres tú? ?No, pero yo no me veo").

El opinante en cuestión se manifiesta como tantos otros nihilistas de derechas. Consideran que la situación pública está mal para que ellos puedan ejercer su ingenio. Nunca se emplean en cambiar nada cuando se trata de los suyos. Esta vez no era el caso. Sin duda aspiraba a descalificar a los adversarios ("la progresía") mediante la burla ("cachondeo"), pero lo que realmente consigue es retratarse a sí mismo, pues se le ve el tremolante plumero, sin posibilidad de ocultarlo, como el burro las orejas. Desde luego el prosicoplero cultiva la profecía auto-realizadora ("¿pero no hay ya una sentencia, pendiente de ejecutar?"), que esta vez se ha cumplido gracias precisamente a la exigencia cívica de quienes caricaturiza. Para provocar la risa de sus presumibles lectores, no duda en hacer abstracción de la catadura moral de Franco, responsable de tantísimas muertes y estragos, que ni por asomo deplora. No respeta el trabajo de quienes han hecho posible el apeamiento de su efigie, a través de un laborioso proceso, en el cual no parece que haya colaborado lo más mínimo y, por consiguiente, tampoco tenía prisa alguna en acelerarlo.

Es un reaccionario. En su imaginación la figura del exiliado centenario es un vestigio de aquella masa republicana amorfa e inculta ("¿entavía está el Caudillo??", sin atisbo de empatía con aquellos que fueron empujados al destierro por los salvadores de la "cultura cristiana de Occidente". Insinúa que, de acuerdo con el tópico manido, los actos ciudadanos por la memoria y la justicia responden a un deseo de venganza (evocada en el personaje de Don Mendo, con velada alusión a su creador, Pedro Muñoz Seca, uno de los "mártires" de Paracuellos de Jarama). No siente respeto alguno por las víctimas mortales del franquismo, ni por las otras categorías de castigados y sus familiares. Incluso la aparente absolución de Matilde Garzón, por su presencia en la Plaza, es solo una coartada para injuriar a las demás familias de los perseguidos por el sistema del terror, a las cuales implícitamente culpabiliza. Es insensible al recuerdo de las personas fusiladas en esta plaza el 19 de julo de 1936, para las cuales Garzón pidió una placa, propuesta que tampoco sopesa, obnubilado como está por el afán de las presuntas flaquezas de Garzón y los integrantes de la plataforma cívica.

En fin, hay que congratularse de que se haya quitado el infamante icono, cualquiera que sea el motivo. Es más, gracias a las flatulencias verbales apuntadas la caída del "Caudillo", aunque solo sea en efigie y tardíamente, no habrá ido precedida de un vergonzante silencio. Los suyos le habrán dedicado el himno que merecía, una verdadera explosión de divertículos a base de onomatopeyas, sonoras aliteraciones, rimas ripiosas e imágenes enriquecedoras, en perfecta armonía con el expresivo elefante de Barceló, que ahora se hospeda en la Plaza. Fascisnante.

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