Antes venían educados de casa

Tengo alumnos de 18 años, algunos tan altos que recuerdo el hermoso verso de la poeta griega Safo "Era más alto que un hombre alto". Pues bien, imaginen ustedes, dilectos lectores, a estas torres capaces de meter una canasta sin estirarse haciendo en clase precisamente eso, estirarse. Les aseguro que es todo un espectáculo, el mismo que monto cuando, una y otra vez, insto a los alumnos menores a llamar a la puerta, pedir las cosas por favor, no tirarse los bolis sino dárselos en mano y tratarme como lo que soy, su profesora y casi su abuela. Y no hablemos de su manera de sentarse? reconozco que varias horas en el duro banco de la galera turquesa, digo, en el pupitre, es un suplicio solo apto para culos sufridores del franquismo, pero no hay de otra y tienen cinco minutos entre clase y clase, dos recreos? y una disciplina más laxa. A mí ninguno me pide permiso para levantarse a la papelera, lo hacen y ya, pero lo mismo que uno es flexible para ciertas cosas, también lo es para no ver a un alumno despatarrado en la silla como si estuviera en el sofá de su casa. Vamos, que no les falta más que rascarse los? y les juro que hay alguno que lo hace porque para qué sacar el lápiz o seguir la clase.

Hay de todo en la viña del señor, afortunadamente. Pero resulta extraño que la mínima educación, en algunos casos sea tan difícil de encontrar como la fórmula de la Coca-Cola. Antes venían educados de casa y ahora solo les falta silbarte para llamar al educador, que, muy educadamente, como en mi caso, no responde a los imperativos categóricos ni a signos fáticos más propios para que acuda el perro. Ya ven, esto es lo que hay y repito conscientemente educar, educación y todas las variantes de una actitud que debería venir de fábrica, es decir, de la casa, y si acaso, de esa escuela que nos trae a niños excelentes a la enseñanza secundaria y a casos en los que parece que los cursos han resbalado por ellos como el agua por el cuello del pato. Educación, la misma que va a tener que desplegar Pedro Sánchez a la hora de decapitar a los mismos que le dieron por muerto y enterrados, la misma que no tienen esas hordas de fanáticos del fútbol y del soberanismo que, aprovechando la masa, pitan el himno nacional y abuchean al jefe de estado quien, muy dignamente, aguanta, educado e impertérrito, el absurdo papelón. Yo me pregunto por qué, si tan desagradable les resulta la persona del rey, cual es la razón por la que juegan dicho campeonato nacional, constitucional y con la etiqueta de ese rey que debe señalar en su agenda dicho compromiso como "el rato del abucheo". Más que la Copa del Rey parece la copa de cicuta que se tiene que beber de nuevo Felipe VI, porque si yo no me hablo con alguien, no se me ocurre participar de su proyecto. Por eso, en vez de organizar despliegue de esteladas y de manifiesta mala educación, les agradecería a los señores soberanistas que no se prestaran a jugar la susodicha Copa de tan nefanda figura, pero claro, volviendo al tópico, la pela es la pela y eso sí que es importante. Demostrar educación parece que menos.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.