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Europa de doce estrellas
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Europa de doce estrellas

Actualizado 31/03/2017
Juan Robles

Comunidad de las personas y de los pueblos

Europa de doce estrellas | Imagen 1No, no se trata de las estrellas de calidad de los hoteles o de las estrellas Michelín de los restaurantes. Ni siquiera de las que algunos periódicos añaden a las películas para reseñar la calidad de las mismas. Aunque también se podrían considerar así las doce estrellas que, con fondo azul, constituyen la bandera de la Unión Europea.

En estos días, con ocasión del acto conmemorativo de la firma del Tratado de Roma, que tuvo lugar en el Capitolio romano hace justamente ahora sesenta años, y al que asistieron los hoy 27 jefes de estado y gobierno de los países que componen la Unión Europea, se han hecho muchas reflexiones, casi de tipo balance, acerca de los pros y los contras o desafíos actuales de esta institución de Europa, ya sin la presencia de Inglaterra por el proceso de separación que ha puesto en marcha el Brexit.

Se han destacado los valores de la democracia consolidada, del respeto y promoción de los derechos humanos, de las libertades generales de las personas y particularmente de la libertad de movimientos de personas, medios de trabajo y capitales. Ha sido un revulsivo frente a las tradicionales rivalidades, y aun hostilidades de los países que forman parte de la Unión, y particularmente de Francia y Alemania que protagonizaron en primera persona las dos grandes y arriesgadas guerras mundiales. Europa no ha tenido nunca un periodo de paz y democracia tan prolongado como el de estos 60 años.

La única hipoteca que ha habido que aceptar es la de la autonomía total de los estados, en beneficio de la capacidad decisoria de la organización común. Y frente a aquellos beneficios que indicábamos antes, hay que señalar los desafíos que hace falta superar hoy para profundizar en la unidad de los estados integrados en la Unión, superando las tendencias disgregadoras y populistas de los partidos emergentes nacionalistas, populistas y xenófobos.

Pero precisamente contra esos principios disgregadores de la Unión Europea, no cabe más reacción que la de trabajar en la dirección de más Europa. Y en la profundización de los valores europeos quieren marchar los países más significativos de la Unión, entre los cuales está España: Alemania, Francia e Italia, países fundadores y que siguen teniendo el mayor protagonismo en esta tarea de avanzar en la línea de la unidad. Aunque para ello hayan tenido que inventarse la idea de la Europa de las dos velocidades.

Otros desafíos a superar, además del populismo disgregador, son: el terrorismo, la inmigración, el desempleo, los riesgos por los que pasa el euro y las desigualdades sociales. Frente a estos riesgos, el éxito está marcado por la paz, la libertad, la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho. Con lo cual se constata lo positivo del balance a atribuir a los sesenta años pasados.

Pero volvamos a las estrellas. Los inspiradores y creadores de la Unión Europea fueron, sobre todo, tres hombres de profundo sentido cristiano, en el que se apoyaban sus aspiraciones de humanismo y de solidaridad cristiana. Estos hombres fueron: Robert Schuman, francés respaldado por otro francés Jean Monnet, el italiano Alcide de Gasperi y el alemán Konrad Adenauer.

Con ese trasfondo de comunión cristiana, cuando se eligió el signo representativo de la Unión, se tomó como bandera un fondo azul sobre el que aparecían en círculo, primero las seis estrellas de los seis estados fundadores, después ocho y diez, cuando se fueron incorporando nuevos estados, y finalmente doce estrellas al unirse España y Portugal. Luego decidieron no aumentar más el número de estrellas.

La razón podía ser mantener la simplicidad y no complicar la bandera con multitud de estrellas, hasta 28, como han llegado a ser los estados incorporados. Pero hay otra razón poco conocida y que parece tener bastante fundamento. La base está en el pasaje del libro bíblico del Apocalipsis, en el que aparece una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de 12 estrellas. En esa mujer la Iglesia católica ha reconocido siempre a la Virgen María, la madre de Jesús el Salvador del mundo, vencedor de la serpiente enemiga.

Así, la bandera de Europa habría venido a estar constituida por las doce estrellas que coronan a la Virgen salvadora, y tendría de fondo el azul del cielo en el que la mujer vencedora aparece. Según esto, no hay motivos para perder la esperanza y hay confianza de poder vencer todos los retos que se han presentado y se siguen presentando.

El viernes pasado, día 24 de marzo, el Papa Francisco recibía en la capilla Sixtina a los 27 representantes de los estados europeos de la Unión. En su discurso puso en guardia a los mandatarios de la Comunidad sobre la necesidad, para sobrevivir y encontrar caminos de renovación, de la necesidad de profundizar en la solidaridad y el sentido del auténtico humanismo que fija sus intereses en la persona, valores que estuvieron desde el principio en el trasfondo de la Unión.

Europa es "una manera de concebir al hombre, a partir de su dignidad trascendente e inalienable". Las demás conclusiones y sugerencias se derivan de este principio básico. "Hoy la Unión Europea tiene necesidad de redescubrir el sentido de ser ante todo 'comunidad' de personas y de pueblos", les dijo el Papa Francisco. Ojalá acertemos a dar a esta nueva o refundada Europa el sentido del humanismo, que ponga en el centro a la persona, y el valor y la práctica de la solidaridad, que acoja a los refugiados y atienda preferentemente a los más pobres. Que no sean ellos los paganos de la nueva Europa.

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