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Mujeres masacradas
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Mujeres masacradas

Actualizado 03/03/2017
Marta Ferreira

Mujeres masacradas | Imagen 1

La ola de asesinatos de mujeres por parte de sus parejas alcanzó la pasada semana el paroxismo. Aquí, con razón, podría aplicárselas el título de esta sección: Tiempos difíciles son estos que corren para las mujeres. Es una plaga y contagiosa. Da la impresión de que el efecto imitación está en pleno desarrollo y que las noticias sobre mujeres asesinadas estimulan a sus asesinos. Sed de sangre, insaciable.

El otro día se supo que, en un intento desesperado por alcanzar soluciones, estaba en marcha un estudio para saber qué se encierra en esas mentes criminales, hablando los expertos directamente con ellos: ¿por qué matan, qué les empuja, acaso no queda empatía alguna hacia quien tal vez quisieron en otros tiempos y hacia quienes van a sufrir por vida las consecuencias, como son sus hijos? Lo cierto es que llevamos ya demasiados años adoptando medidas y los resultados son más bien escasos.

Hay quienes lo apuestan todo a la educación. El fondo machista -¿cuál si no?- que está en las personalidades de los criminales de género, habría que extirparlo desde la infancia, con dos viveros formativos esenciales: la familia y la escuela. En buena medida el machista aprende en casa su conducta, pero también en el colegio y el instituto. Prevenir la violencia de género tiene que ver con pautas de conducta que se aprenden en el seno familiar: el respeto a la madre, la igual consideración de las hermanas, el compartir tareas de las que todos nos beneficiamos pero que por tradición han sido asignadas a las mujeres, es despejar la mente de los niños y adolescentes, haciéndoles sentir por el ejemplo que todos somos iguales y que la mujer no está subordinada al hombre ni supeditada a sus decisiones. Los hombres no son propietarios de sus mujeres, ambos están a la par, en una pareja solo es concebible el respeto y la igualdad. Y los niños y adolescentes, observándolo, lo practicarán.

Y lo mismo sucede en el colegio o el instituto. Hay que erradicar las prácticas violentas que se dan con más frecuencia de lo deseable, como el acoso escolar, que han llevado al suicidio a algunos adolescentes. Muchas de estas conductas han tenido como víctimas a mujeres jóvenes, con quienes se empezaban a entrenar y a estrenar futuros agresores adultos. El clima de violencia puede existir también en medio de las aulas. No se trata ?que también- de formar teóricamente en la igualdad de géneros, de inculcar ideas ?necesarias- desmontando el andamiaje mental atávico y cargado de prejuicios de los machistas: es importante sobre todo que en las aulas se viva el respeto hacia la mujer y se asuma una conducta igualitaria. Y se sancione ejemplarmente a quienes acrediten conductas contrarias.

Palabra esencial: la igualdad, no meramente jurídica, plenamente reconocida, sino social y laboral. Vivimos en una sociedad en la que las mujeres están en una situación de inferioridad respecto de los hombres: en puestos directivos, en carreras profesionales, en salarios. Por eso hay tantas mujeres que acuden a la vía del funcionariado porque es donde tal situación no se produce. Y es que los hechos son patentes: cuando estudian, las chicas obtienen mejores calificaciones que los chicos, señal evidente de su competencia y de su igualdad intelectual. Sin embargo, esto no se traduce en lo mismo en las empresas privadas, ni en el ámbito de la política. ¿Cuándo una mujer será presidenta del Gobierno, como ocurre en Alemania o Inglaterra y en varios países del norte de Europa? ¿Cuántas grandes empresas tienen al frente a mujeres? En España, las mujeres lo tienen más difícil. Y eso redunda en una imagen de inferioridad y no ayuda nada a que en el imaginario popular aparezcan al mismo nivel que los hombres.

¿Y en el ámbito judicial? ¿Y en el ámbito penal? Tengo para mí que los esfuerzos que se vienen realizando son grandes, pero los resultados, escasos y desalentadores. ¿Es suficientemente dura la legislación penal? Creo que sí, pero sería bueno que trascendieran las duras condenas a las que se enfrentan estos asesinos, porque a veces da la impresión de que el efecto disuasorio no existe.

La palabra fundamental es prevención y en varios ámbitos simultáneamente, y represión sin contemplaciones cuando el delito se produzca. ¿Se imaginan ustedes que las cifras vertiginosas de asesinatos de mujeres afectaran a otras personas? Cundiría la alarma social. Piensen por un momento que en el momento álgido del terrorismo en España, se hubieran producido tales cifras. Las consecuencias habrían sido inmediatas. Pero parece que matar a mujeres tiene menos importancia, que miramos estos crímenes desde la lejanía, como si no nos concernieran. ¿Hasta cuándo?

Marta FERREIRA

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