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Luismi Segurado Trío: privilegiadas armonías
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crónica del concierto

Luismi Segurado Trío: privilegiadas armonías

Actualizado 25/02/2017
Charo Alonso

Chuchi García y él vuelven al lugar de donde partieron, al Conservatorio de Música de Salamanca

Cada vez que Fernando y yo asistimos a un concierto de Luismi Segurado, le crecen los pianos. La primera vez le vimos en El Alcaraván, ese local de toda la vida con olor a jazz donde tocaba un Fender Rhodes transparente, a las órdenes del guitarrista Alberto Navales. En la segunda, también allí, presentaba su trío desde un piano vertical donde esos dedos vertiginosos seguían volando sobre las teclas, tocando versiones de jazz y composiciones propias. Eso sí, con la misma calma? porque Luismi Segurado, solo o en compañía de otros, es un músico sosegado, consciente de su empeño en hacer música tranquila, música introspectiva, Quiero transmitir esa tranquilidad, esa felicidad, que el público salga con una sonrisa, nos contó cuando le entrevistamos con motivo de la preparación de su disco "Tritones y Serendipia". Luismi Segurado habla con la calma de quien tiene muy claro su trabajo y con la humildad de quien sabe bien que su camino puede ser minoritario, pero siempre sincero, personal, originalísimo.

Como su admirado Bill Evans, Segurado es un pianista de formación clásica que siempre agradece a su maestro Pedro Salvatierra su excepcional técnica, dirigida al jazz bajo la mirada de otro músico salmantino privilegiado, Chema Corvo. Los estudios de Luismi acabaron en la prestigiosa escuela superior del País Vasco donde encontró un mástil para su música, Chuchi García, un contrabajista que pasó por el clarinete y por el bajo eléctrico antes de rendirse a un instrumento tan humilde y especial como el suyo y a un batería pleno de talento, Araón Castrillo, cuyos estudios en el extranjero han permitido que disfrutemos en numerosas ocasiones de otro músico de excepción: Juanma Barroso. Luismi Segurado Trío es un proyecto de tres sólido y distinguido por la crítica que ha tocado en dos ocasiones en el Festival de Jazz de San Sebastián y que recibe ahora felicitaciones por este disco particular: Tritones y Serendipia.

Esta vez, Luismi se enfrenta a un piano de cola. Chuchi García y él vuelven al lugar de donde partieron, al Conservatorio de Música de Salamanca, ahí, en un recodo de la ciudad que nadie conoce, a este edificio singular que aúna el diseño moderno y funcional con los restos de un antiguo colegio mayor del siglo XVI, el Santa Cruz de Cañizares cuya capilla, estilizada de arcos pintados, apenas en pie, sirve de decorado inusual a un auditorio fantástico. En este escenario imponente, rodeado de un público que puede ver al músico, medir los largos dedos de Chuchi García, sentir los músculos de los brazos tatuados de Luismi y acompasar el latido a la fantástica batería de Barroso, los tres se crecen en un repertorio propio lleno de hallazgos. La Suite de este disco deja salir al músico clásico que Segurado lleva dentro, y así como él entrega la composición base a sus músicos para que cada uno de ellos haga los arreglos pertinentes, este pianista fantástico que jamás trabaja con partitura, deja que cada uno de los miembros del trío despliegue su talento. Un Barroso en estado de gracia pese a la lesión que le lleva, cojeando, hasta la batería, un García capaz de tocar el contrabajo con un arco y desplegar las últimas posibilidades sonoras de un instrumento peculiar. La particular disposición de este pequeño y hermoso auditorio nos permite disfrutar cada movimiento de estos perfectos replicantes de un músico cuya originalidad siempre nos sorprende. Hay algo que va más allá de la ejecución perfecta de Segurado, una seguridad, un dominio técnico que se aúna con esa fusión del jazz y el sonido clásico propios de un artista deudor de la tradición y de sí mismo. Estos dedos prodigiosos que todos reconocemos, esta humildad del verdadero talento. No podemos estar más orgullosos en esta ciudad mientras nos invade el agua viendo los dedos de Segurado sobre el teclado, y a su lado, dos músicos de fuste, ahí donde todo empezó, en un Conservatorio donde suenan las escalas y se remansan los siglos en arcos de medio punto. Y el público, con ALAMISA siempre al quite, sabe bien aplaudir a quien tanto sabe.

Charo Alonso

Fotografíaa: Fernando Sánchez Gómez

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