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La libertad es la vida
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La libertad es la vida

Actualizado 03/02/2017
Marta Ferreira

La libertad es la vida | Imagen 1

Cada profesión, tiene lo suyo. De sobra saben ustedes a qué me dedico, soy abogada. Muchas veces he contado mi entrada casual en este, mi oficio, la abogacía. Tras más de cinco años en ello, mi perspectiva del mundo ha cambiado, y mucho.

Ser abogado no es tarea fácil, diría yo que más bien es muy compleja, está llena de altibajos, de victorias inesperadas que te hacen rozar el cielo, de derrotas amargas, que te hacen pisar la tierra. En este mi oficio, estamos más acostumbrados a pisar la tierra que a subir a los cielos, y no precisamente por ganar o perder (hay casos en los que ganar supone no caer al precipicio y eso es ya todo un logro) sino por las historias que nos cuentan cada día, por las vidas que entramos a conocer, por las realidades que jamás pensamos que existían?

Hoy me voy a centrar en un tema que a mí, como a cualquier abogado (como a cualquier persona), me da vértigo: la libertad, o su ausencia. En teoría es relativamente fácil comprender que existen conductas tipificadas penalmente, en las que de incurrir se corre el riesgo de soportar una pena, unas veces más severa que otras.

A Dios gracias que nuestro sistema penal no contempla la pena de muerte, de así ser, sé que no llevaría asuntos penales. Y dirán ustedes, ¡pues vaya abogada ésta!, y yo se lo voy a explicar. Hay cuestiones que van más allá del ámbito profesional, hay cuestiones de ética, de moral, de fe, que a una persona le imponen límites, y yo soy muy consciente de que no podría vivir sabiendo que a un cliente mío le han condenado a muerte, pues la vida es un bien supremo, indisponible por el hombre, en mi humilde opinión.

Les hablaba de la libertad, de esa que tal vez no valoramos, pues la tenemos. Que la comisión de un delito lleva aparejada la imposición de una pena es indiscutible, y que este es el mecanismo arbitrado por el Estado para evitar la comisión de delitos, la realidad. Todos somos conocedores del sistema, y de sus consecuencias. Yo lo entiendo, lo comprendo y creo que es razonable. Así se arbitra, pues el ser humano, por sí mismo, parece incapaz de auto controlarse.

Antes de dedicarme al ejercicio conocía la teoría, me parecía lógica, también ahora me lo parece pero con una gran diferencia, ahora yo me juego, a veces, la libertad de personas, de hombres a quien comunicar que la libertad llegó a su fin, gentes que cometieron errores que no volverían a cometer si lo pensasen diez segundos?y me enfrento a esta realidad cotidiana, consciente de la necesidad de resarcir a las víctimas, de la necesidad en ocasiones de recluir al delincuente, de la necesidad de escuchar, de la necesidad?

Y me topo con la realidad, la de escuchar las historias de personas que viven en realidades que yo desconocía, la realidad de aquellos que ya dejaron su libertad atrás el día en que las adicciones les apresaron, la realidad de quienes nacieron en ambientes que ya inducían al delito, la realidad de las necesidades que a veces llevan a la desesperación?todo esto te da una percepción distinta, no solo de los delitos y de las penas, sino de las personas y sus circunstancias.

Cuando analizamos la teoría, todo tiene sentido. Cuando esa realidad abstracta la materializamos, la vestimos de seres humanos, la llenamos con historias, la cubrimos de familias?.todo se vuelve más difícil, a veces insoportable.

Sé a lo que me dedico, sé que habrá sentencias de libertad, que las habrá de prisión, sé que las víctimas merecen justicia, sé que hay conductas que merecen castigo? pero también sé lo que nadie ve, lo que nadie oye, lo que nadie quiere saber?las historias que existen detrás de los que un día fueron libres, de los que hace tiempo eran personas "normales", sé del sufrimiento, y de la angustia?sé aquello que me hace ver que la libertad es la vida.

Marta FERREIRA

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