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Actualizado 29/01/2017
José Antonio Mirón

Esta semana ha saltado a los medios de comunicación el contexto de la educación española en los institutos. Se ha debido a la difusión de una carta realizada por una profesora que ha reflejado su experiencia e inquietudes, dando visibilidad a las realidades que dejan muy mal parados a los padres, por sobreproteger a sus hijos y condicionar el proceso de enseñanza-aprendizaje con unas dinámicas educativas inadecuadas. Refiere que está harta de aguantar y que ella lo que quiere es enseñar, que es por lo que la pagan. También refiere que se tienen que hacer oír y no irse quejando por los rincones.

Tiene mucha razón, las buenas actitudes sobre la Educación se deben inculcar y fomentar en la familia, por ejemplo, dando más importancia a la lectura que a la televisión y, más al dialogo y estar con los hijos que hablar con la televisión, el whatsApp o en las redes sociales. Además, en un contexto sociopolítico donde se

Todo esto porque en tres últimas décadas, el populismo ha sido la cultura predominante y, en consecuencia, ha fomentado la incompetencia y la oportunidad y, provocando una pérdida de valores como la Educación y la competencia. Valores esenciales para que la Sociedad avance y sea sostenible. Además, se ha devaluado el esfuerzo, la capacidad, y, el mérito al ignorar que estas características son fundamentales para crear dinámicas sociales de desarrollo y progreso. Valores que establece y defiende la Constitución como requisitos para entrar en las Instituciones y organismos públicos. Estos deben constituir el mayor determinante del ascenso social porque fomenta dinámicas ocupacionales adecuadas y, porque cuando no se tienen en cuenta, se provoca impotencia, desanimo e insatisfacción.

Todos este contexto nocivo, se resuelve fomentando desde ya, dinámicas sociales saludables y, no tóxicas, como aquellas que sostienen que todo el mundo vale para cualquier cosa o que cualquiera puede ser lo que quiera. Esto es posible y, puede ser una realidad, si antes ha existido durante bastantes años, esfuerzo y dedicación, que debe aprenderse en la familia, en en los colegios y, en cualquier ámbito de la Sociedad.

La autora, termina diciendo que a ella lo que le encanta es enseñar y transmitir. No puedo estar más de acuerdo. Esto es la esencia del buen docente que ama su profesión y busca la calidad y la satisfacción a través del proceso de enseñanza, integrando los conocimientos con la transmisión de valores para la vida. En eso consiste la docencia integral e integradora y, efectiva y de Calidad.

Para completar dicha carta, añadir que la Educación Superior está condicionada por poner en valor bursátil el factor del impacto de las publicaciones angloamericanas, y que casi nadie lee; pero que producen y sostienen un gran negocio editorial. Se ha dejado de valorar la Docencia porque lo que importa en la carrera del profesorado es la investigación y, publicar en revistas de alto impacto. Esta dinámica está acabando con los buenos docentes y desilusionando a la mayoría porque además existe un contexto poco motivador, el alumnado llega infantilizado, la universidades tienen cada vez más características de guarderías y se dan tanta facilidades que han perdido la esencia de su misión, convertir un bachiller en un profesional. Si a esto le añadimos el entretenimiento que suponen los móviles, internet y las redes sociales tenemos un caldo de cultivo ideal para olvidarse de la dedicación, el esfuerzo y, el estudio.

En resumen, con independencia de las diversas experiencias profesionales y, dado que el contexto social no es apto para la autoridad académica y el respeto, hay que promocionar y fortalecer la Educación en sus diferentes niveles porque es fundamental para progresar y, dada su transversalidad, esencial para todos los ámbitos de la Vida. Además, se trata del componente más determinante para el progreso de los individuos, de sus familias y, de la Sociedad.

JAMCA

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