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¿Pero tan difícil era pedir perdón?
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¿Pero tan difícil era pedir perdón?

Actualizado 20/01/2017
Marta Ferreira

¿Pero tan difícil era pedir perdón? | Imagen 1

Pero ¿tan difícil era?, ¿tan difícil era simplemente pedir perdón, lo hicimos mal, nos equivocamos? Me sugiere la pregunta la comparecencia ante el Parlamento de la ministra Cospedal, instada por la difusión del dictamen del Consejo de Estado sobre el accidente del Yak 42. El contenido del dictamen puede resumirse fácilmente: se hicieron mal las cosas, se debieron hacer de otro modo. ¿Cuáles fueron los fallos? Primero y principal: no controlar la seguridad de los aviones contratados, sobre todo constando opiniones de los militares afectados sobre el peligro al que estaban expuestos. No se hizo, vamos a creer que por dejadez, por desidia, por esa rutina que conduce a las catástrofes, aunque sabemos que el dinero que pagaba el Estado español por esos vuelos se perdía por el camino y lo que cobraba la compañía que asumía el vuelo era la cuarta parte de lo pagado. La pregunta que surge espontánea es: cómo el Ministerio de Defensa puso tan poco cuidado en proteger a quienes ponían en grave riesgo su vida en el extranjero, ¿tan poco los valoraban?

Segundo fallo: la mentira, el engaño. Tras el accidente, la recuperación de los cuerpos se hizo sin ningún rigor, a toda prisa, sin garantizar que los féretros contenían los verdaderos restos de los militares fallecidos. ¿Por qué? Simplemente porque había que hacer inmediatamente el funeral de Estado, ante el Rey y el presidente del Gobierno, había que acabar con la cuestión engorrosa cómo fuera, y todas las demás consideraciones sobraban. Mintieron, engañaron a las familias afectadas, haciéndoles creer que enterraban o incineraban los cuerpos de sus seres queridos. Si el primer fallo les abría las carnes porque habían perdido a un marido, un padre, un hijo, y los habían perdido por un error evitable y por una dejadez estúpida, el segundo fallo ahondaba en la herida por la falta de respeto y consideración que suponía. Y a un servidor del Estado se le pueden perdonar muchas cosas, pero nunca la mentira.

Tercer fallo: la falta de asunción de responsabilidades políticas. Sin entrar en la cuestión de las responsabilidades penales, es obvio que aquí hubo graves responsabilidades políticas y estas solo se saldan con la dimisión de los máximos responsables, en este caso del ministro de Defensa, en aquel momento Federico Trillo, político de campanillas en el PP pues había sido antes presidente del Congreso de los Diputados y en la práctica era su abogado para los temas jurídicos conflictivos, como los casos de corrupción. Trillo tuvo que dimitir, por decencia y dignidad, es lo menos que podía pedírsele, y si se negaba, Aznar como presidente del Gobierno tuvo que cesarlo. Pero no ocurrió ni lo uno ni lo otro. La conducta política de ambos solo puede calificarse como propia de una democracia bananera.

Cuarto fallo: este de ahora mismo. Al conocerse el dictamen del Consejo de Estado, Mariano Rajoy debió cesar a Federico Trillo como embajador de España ante el Reino Unido. Sarcasmo parece que, tras todo lo ocurrido, el Gobierno nombrara a Trillo embajador ante uno de los países más importantes del mundo, era como premiarle después de su impresentable conducta política. Pero Rajoy no cesó a Trillo y su salida se ha enmarcado en el recambio global de embajadores en varias partes del mundo, haciéndole aparecer como una dimisión del propio Trillo, que ha manifestado que había perdido el relevo hace un año. Y para más inri, el Gobierno en su resolución le agradece los servicios prestados. Un monumento al disparate.

Quinto fallo: aunque Cospedal ha demostrado instinto político y determinación al recibir y dar explicaciones (qué menos, pero antes ni los recibieron) a los familiares y pedirles perdón, no hizo esto último como debía porque lo pidió "en nombre del Estado". Pero el Estado no es responsable de la incuria, la indignidad y la inhumanidad presentes en el caso. El Estado son el Parlamento -que no tuvo ninguna responsabilidad en el desastre-, el poder judicial ?que tampoco- y el Gobierno. Este sí, a este era a quien le correspondía pedir perdón, y no lo ha hecho. Se ha encubierto la culpa de un órgano determinado con la capa de todo el Estado, que en última instancia lo formamos los ciudadanos, ¿y qué culpa tenemos todos nosotros en lo ocurrido con el Yak 42?

Después de lo ocurrido, los familiares dicen sentirse mejor, pero esperan más. Esperan que se sepa con rigor por qué pasó lo que pasó. Lo esperan ellos y lo esperamos todos los que creemos que en una democracia seria estas cosas se llevan hasta las últimas consecuencias, hasta que se hace la luz en el túnel. Los muertos, que deberían seguir vivos, lo esperan, sus familiares dolientes se lo merecen, y la decencia democrática lo exige.

Marta FERREIRA

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