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El mundo en que vivimos
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El mundo en que vivimos

Actualizado 14/01/2017
Manuel Lamas

El mundo en que vivimos | Imagen 1En muchas ocasiones me paro a pensar en los enormes problemas que azotan a la humanidad. Y, haciendo un esfuerzo de reflexión, trato de buscar soluciones. Parece un atrevimiento, por mi parte, tratar de llegar tan lejos en asuntos cuya naturaleza desconozco. Pues, los ciudadanos, solo contemplamos la silueta de los problemas; es como si los viéramos a contraluz, circunstancia que nos impide apreciar la realidad.

Casi siempre carecemos de información, y nuestra falta de interés, induce a pensar que, la contaminación atmosférica, el progresivo aumento de las temperaturas y el derroche de alimentos que, además de causar hambre, contaminan el planeta, son problemas que no nos afectan, al menos a corto plazo.

En todos esos momentos en que libero mi mente para encontrar soluciones, termino perdido en un laberinto de posibilidades, que desemboca en otro mayor, repleto de obstáculos insalvables.

El mundo en que vivimos | Imagen 2Estoy convencido de que, elementos para solucionar las cosas, no faltan; tampoco el talento necesario. Pero no hay compromisos reales, ni voluntad firme de quienes pueden hacerlo. No hay que pensar demasiado para llegar a la conclusión de que, el mundo en que vivimos, está entreverado de intereses y necesidades, y para que nada pueda cambiar, se ha reforzado con las tensiones que provoca el despotismo, y la inmovilidad que causan los miedos.

Bastaría aumentar las cantidades dedicadas a investigación, para terminar con buena parte de los problemas que sufre la humanidad. Es una paradoja que, las necesidades de la mayoría, alimenten la cuenta de resultados de una pequeña parte de individuos que han perdido el norte y nos llevan al desastre. Además, las políticas de los distintos gobiernos siempre han sido favorables a quienes manejan la riqueza.

Nos quejamos de los niveles de CO2 ocasionados por la combustión de energías fósiles, pero no se aplica una política que impulse, de una vez, fuentes de energía limpias. Incluso se ponen trabas para que no despeguen. Algunas lumbreras, por no llamarlos como merece su conducta, hablan de impuestos al sol. Pero, tranquilos, no pondrán impuestos al aire que respiramos, porque ya está contaminado.

El mundo en que vivimos | Imagen 3

No hace falta volver a la edad media para observar el grado de esclavitud que sufren muchas personas. Hoy, se tiran alimentos en buenas condiciones, mientras una parte de la población mundial muere de hambre. Y, lo que es peor, la huella de carbono del despilfarro de esos alimentos, se estima en 3.300 millones de toneladas de equivalente de CO2 de gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera por año. Según el informe de la FAO, un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde, o se desperdicia, en todo el mundo. Esto equivale a 1.300 millones de toneladas al año.

De la misma forma, se destruyen millones de puestos de trabajo, dejando en la miseria a multitud de personas, sin que nadie responda por ello. También se alimentan guerras sin sentido que nutren las cuentas de resultados de enormes multinacionales. El comercio mundial de armas convencionales aumentó un 24% entre 2007 y 2011 con respecto al decenio anterior, según el instituto de Estocolmo (SIPRI).

El mundo en que vivimos | Imagen 4

Aun así, estamos convencidos de vivir bajo la protección de flamantes democracias. Ahí está el mérito de quienes hacen ver las cosas como no son, ocultando información a quienes nos gobiernan, o comprado voluntades a bajo precio. Digo a bajo precio, porque, quienes son capaces de obtener beneficios a costa de daño, aquello que ponen en venta, es lo peor que tienen. Animo a los políticos a que trabajen por el bien de todos. Hay que crear nuevas leyes para regular conductas tan dañinas para todos.

Al final, termino convencido de que las cosas no se quieren cambiar porque hay demasiados intereses en juego. Mientras no cambiemos de mentalidad, nuestros sistemas democráticos, no pasarán de ser dictaduras temporales, de las que todas las tendencias participan. Hoy por ti, mañana por mi, y por los ciudadanos, nunca.

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