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Marea baja
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Marea baja

Actualizado 09/01/2017
Alejandro Vélez

Jamás, nunca, la definición de un movimiento tuvo tanto acierto. La denominada marea blanca que ayer vivió nuestra ciudad engloba muchas cosas, pero así de principio es un movimiento, un flujo de ascenso y descenso.

Quedándonos en lo superficial estamos en marea baja. En apenas un año el malestar, justificado, contra la situación de la sanidad en nuestra charrilandia querida ha mermado por millares en la calle. Pero esto, a lo que algunos se agarrarán para ningunear el hecho y pasar el trago de la mejor manera, no cambia lo que es una realidad tozuda. Las cosas van de mal a peor.
Al final todo acaba en una merma de la calidad en la atención al paciente, pero entre medias hay muchas cosas ciertas. Que se está invirtiendo para tener un flamante y moderno nuevo hospital, que esto provocará alguna "incomodidad", que nuestra población cada vez es más mayor y requiere más atenciones, que nunca llueve a gusto de todos, que en río revuelto siempre hay pescadores ávidos de enganchar presa y que cuando el agua se revuelve también hay otros recolectores acuáticos que salen por patas, no vaya ha ser que la cosa salpique.
Las imágenes de ayer hablan por sí solas y muestran la radiografía de un problema. Es cierto que cada asistente es de su padre y de su madre, y que no todos estaban reivindicando lo mismo. Pero ninguno de ellos, incluso la buena gente de Retortillo, dudaba de que quien sufre es el paciente.
Siempre he sido un ferviente defensor de la sanidad pública, primero por lo que supone en sí misma pero también por egoísta experiencia. Y desde este empirismo personal solo puedo decir que la degeneración que se ha producido en estos últimos años es más que preocupante. Pero por lo que no entro es por el estribillo ideológico ese de Salamanca por la sanidad pública.
Faltaría más. Y ya puestos, Salamanca por los autobuses con ruedas o por las panaderías con pan. Nos ha jodido mayo, que dice uno que conozco.
Irse por la tangente solo provoca la desviación del núcleo del problema. Creo que hoy en día lo de la sanidad pública es innegociable, como lo es la educación o la seguridad. A no ser que haya unos malvados Illuminatti por ahí sueltos saboteando a nuestro sistema sanitario para después privatizarlo por el procedimiento de apremio. Illuminatti, que por supuesto son del PP.
La cuestión creo que tiene más que ver con la atomización de intereses del sector, una previsión y planificación desastrosamente calculada ante una obra de tal calado, y esa deriva generalmente cierta de que a medida que pagamos más impuestos los servicios públicos pierden calidad en vez de ganarla.
Y claro, quien sale mal parado de todo este embrollo es el ciudadano. Que tiene que soportar el desastre. Y si esto fuera de aguardar colas para registrar un documento, ya estaría mal. Pero estamos jugando con la salud, y en algunos casos con la vida de personas. Y aquí no hay tontería que valga.
Toda solución se reduce a una cuestión de orden y voluntad. De orden para poner en claro prioridades, situaciones y manejarlas con eficacia. Y de voluntad firme para darle matarile a tantas sanidades como comunidades autónomas tiene España, poner de una vez los huevos en sus respectivas cestas y comenzar a tomarse el matrimonio de gasto público con gasto necesario como palabra de Dios. Y esto va por unos, otros y los de enfrente.
No me imagino que sucedería, cual sería la situación y las soluciones si en vez de hablar de Salamanca su hospital y el servicio ofrecido. Lo hiciéramos de cualquier empresa privada de similar magnitud y en semejante encrucijada...
La política en nuestro país no vive un momento de especial brillantez, y aquí la sanidad como muchas otras cuestiones lo sufre. Y es que en estos tiempos de saldo, hay cosas que no pueden perder su valor por lo que suponen, por lo que significan y sobre todo por la seguridad que otorgan. Y nuestra sanidad es una de esas.

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