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Si los deseos fueran más fuertes que los temores
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Si los deseos fueran más fuertes que los temores

Actualizado 03/01/2017
Francisco Delgado

Después de un ligero desayuno, lo primero que hago en esta soleada y gélida mañana de Año Nuevo es escribir este artículo. Hoy, primer día del año, es el día en el que millones de inocentes de esta tierra ponen en marcha su deseo o fantasía de cambiar hábitos, costumbres insanas, hacer propósitos de cambio sobre conductas o dificultades de carácter que hacen daño al propio sujeto o a los que le rodean. No me encuentro entre los inocentes. Saber que las vidas individuales se rigen por la compulsión a la repetición y que los cambios colectivos tienen tanto que ver con el deseo de destrucción como con el principio del placer, no me hace ser muy optimista.

En las primeras horas de este 2017 oía desde mi ventana los sonidos de los petardos que inundaban el aire de humo y de ruido la plácida noche. Sus explosiones se parecían sospechosamente al ruido de disparos u otros artilugios bélicos. Esos grupos que festejaban la llegada del nuevo año ¡no cantaban!, ¡no tocaban ningún instrumento!, ¡no bailaban!, no contaban chistes o historias interesantes. Solo tiraban petardos al aire. La alegría sí es un sentimiento que puede empujar al cambio beneficioso, no la tristeza, ni la desesperación, ni la ira. Una parte de la agresividad que sentimos se vuelve contra nosotros mismos: por eso es vital ser consciente de nuestros malestares, conscientes o inconscientes, pues nos jugamos nuestra propia salud.

Pero los seres humanos somos tan extraños y ajenos a regirnos por la lógica que incluso aunque existan mínimas posibilidades de conseguir los cambios supuestamente deseados, es mejor ponerlos en palabras que silenciarlos; alguna ínfima parte de nosotros mismos (y quizás de los que nos escuchan) se moviliza cuando expresamos nuestros deseos de que algo cambie de nosotros o de nuestro entorno. Las religiones lo saben muy bien: las oraciones ponen al que reza en la dirección de sus deseos.

Si nuestros deseos tuvieran más fuerza que nuestros temores?en el 2017 el aire de las ciudades sería más limpio, frenaríamos la pendiente suicida para nuestro planeta del cambio climático, el terrorismo comenzaría a perder fuelle, pues no viviríamos aterrorizados, las mujeres no temerían a los hombres ni los hombres a las mujeres, los niños no tendrían miedo a fantasmas ni buscarían ser castigados, no votaríamos a aquellos políticos cuyas decisiones ( no sus engañosas palabras) van en contra de la mayoría. Si fuéramos valientes?y conscientes de nuestro derecho de vivir con más dignidad?el año 2017 sería el año en el que los cuentos de hadas se harían realidad.

Mientras tanto, como dice mi vecino, disfrutemos de los colores del amanecer o del atardecer de nuestras vidas, de la blancura de la escarcha que nos dejan las heladas inmisericordes de la noche, de los reflejos que el cálido sol pinta sobre las piedras doradas. De esas fotos y esos bellos textos poéticos que este periódico día a día nos trae en sus páginas, para que todo no sean malas noticias o asuntos ajenos a nuestras vidas.

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