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De suertes, inocentes y razones
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De suertes, inocentes y razones

Actualizado 01/01/2017
Redacción

23/diciembre/viernes

Hoy es el día de la pedrea y de las colas correspondientes en las administraciones de lotería. Los premios gordos son escasos y siempre, siempre, les toca a otros. La mayoría nos conformamos con recoger lo que hemos jugado. A mí este año casi, casi, me toca un cuarto premio. El casi es lo habitual. Por un número. Al final 100 euros. A esperar al Niño o seguir insistiendo cada semana. Bueno, también se puede jugar el 1 de enero en el sorteo especial de la Once. Por falta de oportunidades no queda, porque hay numerosas invitaciones al juego, a la apuesta popular, a las llamadas a la suerte. La expectación, y la envidia sana, que genera la alegría que envuelve a los ganadores contagia al resto de los ciudadanos, que no se resisten a seguir intentándolo. Pero lo cierto es que la posibilidades son ínfimas según los porcentajes matemáticos. Por eso lo mejor es no hacerse muchas ilusiones ni creer en visionarios aficionados, videntes televisivos y futuristas del absurdo. Yo soy muy escéptico a todo este mundo, pero no puedo mirar los décimos en los bares o las administraciones porque me tienta un no sé qué que me anula la escasa conexión que me queda con la razón.

El lema de este año "y si toca aquí?" creo que ha hecho fortuna horadando incluso los cerebros mejor ahormados. Yo reconozco que se me afloja la voluntad con facilidad y siempre caigo en comprar un número más, y otro, y otro. No llego a la ludopatía, enfermedad grave y terrible, pero casi mejor que no me toque un pellizco porque eso terminaría llevándome a la avaricia. Conozco a dos propios que la suerte les sonrió un día y terminaron desnudos, es decir perdidos, como dicen en mi pueblo de aquel que pierde todo el capital y se queda en la calle como un pordiosero. Eso le pasa con frecuencia a más de uno que tienta a la suerte más de la cuenta.

¿Será cierto aquello de que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita? Si fuera así no andaríamos todos tras el décimo de turno o la participación. O jugando a las quinielas, al euromillón o la primitiva. El dinero, se dice también, no da la felicidad, pero contribuye mucho a ello. Este espíritu navideño de la lotería no casa para nada con el mensaje bíblico de la "exaltación" de la pobreza, de la humildad, de la sencillez, y no digamos de aquella "prédica" que asegura que "bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos". Los que queremos que nos toque algún tipo de juego de azar no somos buenos practicantes de ese mensaje cristiano que aprendimos de niños. "La avaricia rompe el saco" fue un antídoto que se nos metió en la cabeza también desde la infancia como enseñanza contra el rico Epulón, pero poco efecto ha tenido. Aquí quien más quien menos, en esta sociedad capitalista, lo que quiere es ser rico. Algunos incluso ricos a cualquier precio, por vía del ladronicio, el robo, el fraude a Hacienda o cualquier otro sistema que ofrecen estos tiempos ansiosos.

Hago esta reflexión mientras camino a la administración de lotería el Gato Negro, que el Gordo del pasado 22 de diciembre terminó en 13, lo cual quiere decir que no se debe creer en maleficios, en falsas profecías y en que hay números feos. Tengo confianza que El Niño se porte conmigo. Y si no, pues a seguir con los garbanzos de Fuentesaúco que me gustan más que el caviar.

28/diciembre/miércoles

Día de los Santos Inocentes. No encuentro inocentadas en los periódicos como hace algunos años. Tampoco en la radio o en la televisión. Esta vieja tradición, como tantas otras, parece que ha perdido fuerza. Ya no hay titulares como antes. Será que los profesionales de la información, y la gente, no está para bromas. Las inocentadas, excepto en un programa de TVE llamado "Inocente, inocente", ya no tienen tirón. Tal vez porque las costumbres pasan o porque no son ni fáciles ni sencillas de hacer. Exige mucha imaginación. Porque tiene enorme dificultad hacer creer algo falso a otra persona. Es necesario saber combinar algo creíble, o sea, verdadero, con una mentira, lo cual, mezclado todo, supone una sorpresa asumible a quien va dirigida la inocentada y a terceras personas. Sutileza, elegancia, ironía y humor son los ingredientes imprescindibles en una buena inocentada. Lo burdo y el contenido, o la noticia, que se ve a las claras de qué se trata, y no se acepta de forma inmediata no es una inocentada, es una patochada. Que es lo que con mucha frecuencia se han hecho. Y es que la estupidez está a muy escasos metros de la elegancia y el hecho inteligente. Mejor abstenerse de hacer inocentadas antes que caer en la astracanada sin gracia ni sentido. Por eso celebro que hoy no sea ya tan extendida esta práctica el día 28 de diciembre, una fecha que conmemora la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judá) ordenada por Herodes el Grande con el fin de acabar con la vida de Jesús de Nazaret. El hecho no está documentado históricamente, pero se ha extendido a lo largo de los siglos por toda la cristiandad. El evangelista San Mateo lo relata en el Nuevo Testamento, asegurando que Herodes dio la orden de la matanza infanticida al sentirse engañado por los Magos de Oriente que no le proporcionaron el lugar exacto del nacimiento de Jesús. Herodes se ganó así el pasar a la Historia como ejemplo de tirano cruel y opresor.

Por la noche me reúno con Javier Montaña, Jesús Alberto, Víctor Peral, Javier Leman y nuestras mujeres en torno a una mesa elegante. Sentimos la ausencia de Javier Aguirre, que está en Londres pasando frío y aguantando el Brexit y lo raros que son los ingleses, por no reproducir otros calificativos como los que emplea Pérez Reverte de los hijos de la Pérdida Albión en sus libros y artículos. Nos embargan las ganas de celebrar juntos, y de forma muy especial, estas fiestas navideñas. Cocina moderna muy apropiada y sin exceso de nuevos sabores. Al tiempo hacemos una cata de cinco vinos extraordinarios que cada uno de nosotros ha aportado, viéndonos obligados, por mandato del organizador, Javier Montaña, a explicar según los modos del lenguaje enológico. Que si color cereza intenso, que si en nariz tiene toques de canela, que si es untuoso, que si es largo en el retrogusto. En fin: juegos de aficionados sin ningún interés por la exactitud técnica ni el rigor. Entregados a la risa, al humor y a la diversión sencilla que nace de la reunión cariñosa de varios amigos.

Soy muy de amigos, desde siempre, en todos los lugares donde he vivido y en todas las épocas. Nos ayudan a ser felices, a andar por la vida con la cara risueña y siempre están cuando las cosas van mal. Un amigo es un amigo, sin más calificativos. Eso de "buen amigo" sobra porque si es amigo ya es suficiente; la palabra lo encierra todo, y todo bueno. Sin amigos la vida se hace más roma, más insustancial.

En su libro "Laberinto de experiencias", Rafael Pérez González, presidente de "Dulces y Conservas Helios", dedica un capítulo a los amigos. Y dice que "si no se tienen amigos, hay que preocuparse, que algo falla". Con Rafael, un amante del arte y la cultura, además de gran empresario por lo que recibió en 2012 la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, siempre me unió una cariñosa amistad. Recientemente le regalé mi libro "Prosas de pan" y él hizo lo propio con otro en el que cuenta algunos apuntes de su vida y expone ideas, consejas y reflexiones llenas de valor. Escrito en un lenguaje muy sencillo, como es él, Rafael Pérez termina el capítulo dedicado a la amistad recordando la famosa frase "amigos, hasta en el infierno".

Algún día me gustaría escribir un pequeño ensayo sobre la amistad. Desde siempre ha sido un tema que me interesa en profundidad. ¿Cuáles son los motivos reales por los que se genera la amistad entre dos o más personas?, ¿qué elementos emocionales ponen en marcha la afectividad y el cariño?, ¿ por qué se pierden amigos por el camino?, ¿ "los amigos de la niñez y la juventud son los mejores?; ¿ hasta qué edad se pueden encontrar nuevos amigos?; "¿hasta qué punto prima el interés en una relación de amistad?". Sócrates, Aristóteles, Platón Cicerón, Cervantes, Shakespeare, Erasmo de Rotterdam, Borges?todos los grandes filósofos y escritores del mundo, de todos los tiempos, han dedicado frases y tratados brillantes sobre la amistad. Necesitaré mucho tiempo para ahormar un contenido serio, pero no lo descarto. Aunque bien pensado, no creo que sea capaz de aportar nada que no hayan dicho ya esos mismos filósofos y escritores citados. Lo seguiré pensando.

29/diciembre/jueves

Termino de leer "La República" de Platón. Hace tres meses que andaba en su lectura. Muy difícil asimilar el razonamiento del filósofo griego. Al menos lo he intentado. En su día leí sus "Diálogos" y me impresionó lo mismo que ahora. De sus enseñanzas siempre me queda poco en la cabeza porque se me olvida, no doy para más, no es fácil alcanzar el pensamiento de este genio Una pena. Otro día haré un análisis más exhaustivo de esta lectura. Ahora sólo destaco una de sus frases: "los medios de la razón son los mejores en la desgracia, y no obrar como los niños que pierden el tiempo llorando".

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