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Los angustias de un villano en Barcelona       
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Los angustias de un villano en Barcelona       

Actualizado 19/12/2016
Redacción

A pesar de sus noventa y cinco años bien cumplidos, Sebastián, sentado a la sombra de la ermita, conserva la imagen de aquella calle tan ancha y tan larga ?luego sabría que la llaman La Diagonal-. En un corto tramo cabían perfectamente todas las casas de este pueblo salmantino de la comarca de Las Villas. Los años ya no perdonan; no recuerda la fecha exacta pero tenía que ser a últimos de enero de 1939. Amigo de todo el mundo, cuando le preguntas por esa etapa de su vida, no lo piensa dos veces; como si la tuviera grabada en su disco duro, comienza su película: con 17 años marchó voluntario al frente. Previo paso por el cuartel de Salamanca, lo llevaron en tren hasta un lugar desconocido. Algo gordo habría pasado porque "había mucho movimiento de personal". Era la primera vez que salía de su pueblo y las "cuestas" de Pandols y Cavalls eran verdaderos gigantes para ser coronados en tiempo de paz, y ahora debían ocuparlas en medio de los tiros y las bombas. Todo el mundo habla de la Batalla del Ebro, pero él nunca vio ese río. Con muchos muertos de por medio, en ambos bandos, con calores y fríos intensos, eso sí, haciendo muchos kilómetros a pie, entraron una tarde en Barcelona. Calla un momento; sin poder evitarlo, se le humedecen los ojos. Con parsimonia saca un pañuelo hecho un ovillo, de color indefinido, se enjuga las lágrimas y su cara adquiere de repente la expresión de quien se siente importante. Era la primera vez que veía tanta gente aclamándole, la primera vez que veía el mar y una ciudad tan grande. Aquello era mucho más grande que Salamanca.

Terminada la guerra, Sebastián regresa al pueblo y se casa con la novia de "toda la vida". Pronto llegan lo hijos. El huerto y los "dos cachitos de tierra" no producen lo suficiente para sacar adelante a la familia. Las patatas no valen nada y los niños son aún pequeños para poder ayudar al padre. Aquello sí que eran verdaderos recortes. Hombre decidido, una noche carga en el burro un costal de trigo y acude al molino para convertirlo en harina. Son los años del estraperlo y hay que andar con cien ojos. Ya lo tiene decidido; Barcelona sigue siendo ese imán que tira de él día y noche. Llena de harina una maleta de madera ?unos 60 Kg-, monta en el tren en Salamanca, pasa por Valladolid y, a bordo del famoso Shangai Exprés, amanece un buen día en la estación barcelonesa de Vilanova. Lleva las señas de un paisano, pero no lo encuentra. La maleta cada vez pesa más y, con esa decisión que siempre le caracterizó, visita unas cuantas "casas bien". En aquellos años, una maleta de harina era poco menos que un tesoro. Su cara dibuja una sonrisa picarona y, sin demasiadas explicaciones, acaba confesando que esa maleta regresó a su pueblo llena de medias de cristal, algunos relojes, bastantes barajas "arregladas" y ?.más cosas.

A nuestro Sebastián le dura muy poco el "botín de la maleta". Como la atracción de Barcelona sigue superándole, un buen día repite el viaje ?esta vez con la maleta vacía- y tras no muchos intentos encuentra trabajo en una fábrica. Acostumbrado a la dureza del campo, este nuevo oficio es una bicoca. A base de aguantar más horas, consigue una paga suficiente para mantener a la familia. En una escapada rápida trae a su familia a un arrabal de Barcelona y alquila un piso pequeñito, pero con servicio y agua corriente ?algo nuevo para los suyos-. Los hijos van creciendo y adquiriendo la formación que él no tuvo. Es feliz en casa y en el trabajo. Le dicen que hay que sindicarse y se apunta a UGT, como su primo Luis. Los hijos se van casando y pronto lo convierten en abuelo. El tiempo no pasa en balde y para Sebastián también llega el momento de jubilarse. No vale para estar mirando. Como en la fábrica se ha convertido en un manitas, las viviendas de todos sus hijos conservan el sello de sus originales reformas. A pesar de ello, llega el día que no tiene pendiente ninguna "chapucilla". Aparece eso que tanto temía: el aburrimiento. En algunos sitios le llaman charnego. No sabe lo que significa pero, por la cara que ponen, le suena mal. Barcelona le ha dado mucho, pero tiene la sensación de que ya no quiere contar con él. Se considera fuera de lugar. Estos catalanes no son los mismos que siempre ha tratado. Ya discute en casa con alguno de sus hijos y con muchos de sus nietos. Le echan en cara que no sea como ellos. Yo sigo siendo el mismo ?se dice- Ellos son los que han cambiado. Viven mejor que nunca y todavía quieren más. Saben que no habla catalán, a pesar de ello hasta los suyos lo emplean delante de él. Además, alguien que nunca quiso "meterse en políticas", lleva una temporada comprobando una actitud extraña con él. "Mecagüen" tal ?se dice-, yo que me consideraba igual de español cuando me alisté en la bandera de Falange que cuando lo hice en la UGT, no soporto a esta gente que me mira por encima del hombro. Con 70 años y su compañera de fatigas regresa a la paz de ese pueblo que nunca pudo olvidar. Malo ha de ser que con mi pequeño huerto y unos animalitos en el corral ?piensa para sí-, no podamos vivir tan ricamente, mi mujer y yo.

Ya han pasado más de 20 años, hace diez que está viudo, pero se resiste a dejar su terruño. Con el auxilio de una sobrina y la fortuna de conservar las fuerzas necesarias para valerse por sí mismo, Sebastián vive feliz. Es cierto que se acuerda, y mucho, de Barcelona, pero, cuando ve en los telediarios lo que ocurre en Cataluña, lo pasa muy mal. Hace poco se ha enterado de que su nieto Jordi se ha metido en uno de esos partidos raros que dicen que no quieren ser españoles. Ya me lo temía yo ?comenta- Si es que cuando hablaba con él ya veía que lo tenían "envenenao". ¡Hay que ver lo que soltaba aquella criatura!

Las lágrimas aparecen de nuevo y Sebastián se acuerda de cuando Cataluña era un pueblo pujante, donde todo el mundo se buscaba la vida y no se oían estas barbaridades. ¡Qué pena me da! ?exclama- A ver si me muero sin ver el desastre que se viene encima.

¿Quién se acuerda de los muchos Sebastianes que aún quedan en Cataluña?

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