Degustar la navidad es hacerlo con los que están a tu lado, teniendo presentes a los que ya no están y haciendo hueco para los que algún día estarán.
Para este que les teclea es una época familiar con mayúsculas, en la que brilla como nunca el tesoro más valioso que una persona puede tener. Una tradición producto de la religiosidad. Porque no olvidemos que todo nace, nunca mejor dicho, con una familia que marcó la historia de la humanidad.
En Salamanca saborear esta época del año significa comenzarla con la mal llamada nochevieja universitaria. Algo así como la Santillana del Mar charra. A la preciosa villa cántabra la llaman la de las tres mentiras, porque ni es santa, ni llana, ni tiene mar, aunque lo huela de cerca.
La noche del penúltimo jueves antes de la nochebuena se transformó en esta tierra charruna, en la noche de las dos mentiras. Porque evidentemente ni es nochevieja ni realmente universitaria. Aunque podía llegar a ser la de las múltiples falsedades, y ahí me quedo. Pero que leches, toda buena transacción empieza por un buen marketing y un nombre a la altura.
He de reconocer la habilidad empresarial para transformar la espontaneidad de una jocosa despedida estudiantil en un negocio lucrativo, de ponerle copyright a la diversión. Me quito el sombrero. Pero no debemos olvidar que el epicentro del "business" es la Plaza Mayor.
Bajo mi modesto y a veces estrábico entender no cabe duda que nuestro más valioso tesoro le da lustre y promoción a cualquier cosa que pise sus centenarias baldosas. Por eso me escandaliza el observar como a la realidad se le da la vuelta para que todo parezca lo contrario. Y de esta manera justificar con el interés general algo que lo es sectorial, parcial. Aunque no por eso deje de tener su razón de ser, pero lo peor es que no lo vistan con tanta pedrería.
Nuestra plaza más importante fue concebida para latir, para tener vida y ser un músculo que insufle vida. Pero quienes tienen en su mano el pulso de su ancianidad deben de gestionarlo con proporcionalidad y universalidad.
No voy a teclear sobre los que hace no mucho tiempo pedían cordura, mesura y control para preservar nuestra mas querida alhaja y ahora aplauden con las aurículas tanta aglomeración. O los que presumen de que algo así nos promociona cuando realmente es lo opuesto.
No es la nochevieja universitaria, o esta macrofiesta esponsorizada la que pone a Salamanca en el mapa, ni le da lustre a nuestra Plaza Mayor. Es precisamente nuestra sala de estar barroca la que presta su belleza y reclamo a tamaño fiestón, y sin la cual todo esto se quedaría en un gorgoteo sordo.
Por eso que no nos la cuelen, que no nos hagan comulgar sin tener ganas. Igual si quieren promoción y originalidad estaría bien, por ejemplo, innovar en decorar en estas fechas señaladas nuestra ágora churrigeresca con algún espectacular y original motivo que viralice una imagen única. O que se devanen los sesos buscando, incluso copiando, maneras de poner un foco de mayores y mejores lumenes a nuestro venerado foro.
Porque es difícil de entender que dependiendo de donde venga o cuantos se junten para al final hacer lo mismo, haya cosas que manchen nuestra imagen y otras parecidas nos proyecten a no se donde.
La broma cada vez tiene menos adeptos entre los charros. Muchos de los que están en edad pasan del lío, y los que no tiene cuerpo para campanadas adelantadas cada vez lo ven con peores ojos.
Y es que si lo realmente destacable es conseguir una foto de nuestra Plaza Mayor abarrotada en una fría noche de invierno, bastaría con pedírselo a nuestros pacientes vecinos. Y ya les digo yo que la llenamos.
