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Salta de tu sofá
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LA OPINIÓN DE JUAN CARLOS SÁNCHEZ

Salta de tu sofá

Actualizado 04/12/2016
Juan Carlos Sánchez Gómez

En estos tiempos de crisis, no sólo y principalmente económica, sino de valores y carente de modelos y referencias, el sofá se ha convertido en el refugio de tantos decaimientos, por eso, necesitamos hacer algo más que lamentarnos

La crisis es oportunidad para tomar conciencia, para abrir los ojos y ver aquello que no podíamos o no queríamos ver. Las crisis, en definitiva, son el puente más seguro y, sin embargo, menos transitado, hacia los territorios esenciales y valiosos de uno mismo (A. Rovira. La buena crisis, Madrid 2009, p. 24)

Salta de tu sofá   | Imagen 1Un puñado de adolescentes y jóvenes celebran un encuentro de oración y reflexión con un guión preparado con ese lema: "Salta de tu sofá". El cartel que anuncia ese acto es un sofá rojo en toda regla, que más parece un anuncio de venta de muebles y que dan ganas de comprarse ese sillón y llevárselo a casa. Por sofás que no quede. Pero no, no es un cartel de venta de muebles.

Es una provocación en cinco secuencias para llegar al fondo de la frasecita Salta de tu sofá. El sofá colocado en el centro y muy bien iluminado, con una mesa delante llena de móviles, ordenadores y otros aparatos electrónicos, botellas, latas? en donde diez jóvenes explican cómo se sienten muy cómodos en el sofá, y por qué muchas situaciones les impiden saltar y ponerse a hacer otras cosas más positivas.

Es el momento para describir las ataduras que pueden proceder de tantas dependencias como pueden ser el móvil, los videojuegos, las series de TV, la pornografía, la comida o de la bebida; o también ligaduras de otro tipo como la desgana e indiferencia propias o la dejadez y decadencia de los adultos; la falta de ilusión y de expectativas en el estudio y en el mundo del trabajo o el afán de diversión sin más ni más. En fin, como el sofá es un icono del apoltronamiento, se pretende poner el foco en las situaciones en las que a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, les resulta muy complicado saltar de un brinco y ponerse en pie.

La dinámica no hacía más que empezar. En la segunda secuencia alguien disfrazado de dragón o serpiente ata con cuerdas y eslingas a algunos de los adolescentes o jóvenes que no quieren o no pueden saltar del sofá. No son capaces de salir y ver el mundo más allá de su "mundo". Son siempre ataduras y rejas que impiden la felicidad y la libertad. Son los que saben que fuera hace frío y hay que enfrentarse a la vida. Es un drama para estos adolescentes y jóvenes. Ataduras tan fuetes que no pueden romperse por las propias fuerzas. Desde el punto de vista bíblico esto es lo que llamamos pecado, como si fuera una fuerte losa que no se puede levantar, como si perdieras la ilusión para salir de esa vida plúmbea. Estas cuerdas son, en el fondo, un retrato de nuestro miedo a la libertad y al compromiso.

En la tercera secuencia de esta instalación-reflexión-oración, se proyectan unas palabras de Papa Francisco. Él había dicho en alguna ocasión que un joven no puede estar apoltronado en su cómodo sillón o canapé sin pensar qué debe hacer por los demás. Se proyectan aquellas palabras que dijo en el Campo de la Misericordia en la JMJ de Cracovia 2016, donde le escuchamos decir que un joven no puede ser ya un jubilado, que debe saltar del sofá y calzarse los botines y ponerse a transformar el mundo. El Papa, como dice un amigo mío, la clavó, es decir, dio en la diana, puso el dedo en la llaga, tocó el punto que no nos gusta tocar. Palabras que cumplen lo que dicen, es decir tienen un valor per formativo, y acto seguido otra persona corta las cuerdas para que aquellos "apoltronados" se liberen. La cuarta secuencia consiste en escuchar otras palabras importantes: las del Evangelio, aquellas en las que María, saliendo de su casa, de su sillón, de su comodidad, fue aprisa a la montaña a atender a suprima Isabel. Como queriendo decir que eso de saltar de los acomodos, que nos adormecen, requiere unas mínimas dosis de pasión y ganas, de garbo y de aprender a decir un Sí que sea sí; no las caricaturas de muchos de nuestros síes. La Llena de gracia, eso es lo que se celebra en la Inmaculada y no otra cosa, ha traído con su Sí, grande y gigante, un modo nuevo de ser: el de servir. Nos ha enseñado a usar las armas de la humildad y de la libertad; nos ha dado las alas del amor, pues si no es el amor no hay alas. Esta secuencia termina precisamente calzándose las sandalias del camino que espera a ser recorrido y transitado. La quinta secuencia y última, como no podía ser de otra manera, consistirá en quitar, arrinconar, desterrar el sofá, jubilarlo para evitar que los jóvenes se jubilen antes de tiempo. En su lugar se colocaba un dibujo de la Virgen María y en cada una de las doce estrellas de su corona se iba depositando una petición-compromiso y una luz iluminada.

Cuando saltamos del sofá y andamos por el mundo, descubrimos que más allá de nuestro ombligo hay vida, hay necesidades, hay sufrimiento, hay un mundo del que hacerse cargo; hay un mundo que espera manos y pies para trabajar en la edificación del Reino.

En esta edificación de la ciudad terrena, tendremos siempre la ayuda de la Madre de Jesús, la ayuda de la Madre de la Iglesia, nuestra Madre. Y por último, el colofón y remate de la noche, el final de una peculiar vigilia: colocar la luna; esa que ha sido tan protagonista hace unos días por su grandeza; sí esa, pero una media luna mirando hacia abajo, cuyos rayos reflejados nos llegan a nosotros, cual símbolo del joven que en lugar de mirarse a sí mismo, mira más arriba, de donde provienen los rayos, el cielo limpio, ese cielo que no se distingue encerrado en el sofá, ese cielo que le clarea la mirada y luego ve con ojos nuevos a los hermanos.

En fin, en estos tiempos de crisis, no sólo y principalmente económica, sino de valores y carente de modelos y referencias, el sofá se ha convertido en el refugio de tantos decaimientos, por eso, necesitamos hacer algo más que lamentarnos, necesitamos ensayar y enseñar a saltar a nuestros jóvenes entumecidos de tanto sillón; necesitamos saber que los cambios de época sólo se hacen con aquellos que aprenden con garbo a saltar del sofá y cruzar puentes para llegar a las esencias de la vida, que no se gozan solo mirándose a uno mismo, sino con nuevos bríos y un mucho de audacia.

Juan Carlos Sánchez Gómez

Sacerdote, Director del Seminario de Ciudad Rodrigo

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