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Leyendas de realidad en El Maíllo
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Grupo de teatro Lazarillo de la ONCE Salamanca

Leyendas de realidad en El Maíllo

Actualizado 04/12/2016
Redacción

EL MAILLO | Los vecinos disfrutaron de la representación número 136 de 'Teresa, Jardinera de la Luz'

Existe un valle en las estribaciones de la Sierra de Francia, que a pesar de serlo, se encuentra a una considerable altitud. En él se asienta un pueblo rodeado de bellísimos parajes donde los castaños, encinas y robles viven pletóricos, y donde el agua nunca falta. Cualquier caminante que recorra la zona, se sentiría inmerso en una región de cuento de hadas, y en estas fechas de otoño, un aluvión de colores hace que la luz estacional los convierta en una auténtica sinfonía mágica. El pueblecito que tiene el privilegio de ocupar tan maravilloso lugar es El Maíllo. Con sólo levantar los ojos hacia lo alto de la sierra, la mirada se detiene en el más alto de sus riscos, La Peña de Francia. Allí, en el ya lejano siglo XV, Simón Vela depositó en un santuario construido a este fin, la imagen de Nuestra Señora, que él mismo encontrara en aquellos parajes, y que lleva desde entonces el nombre del risco.

Inaugurando el primer fin de semana de diciembre, con los primeros fríos de final de otoño, la Peña de Francia ya viste su túnica blanca de invierno. La belleza del entorno se acompaña de un silencio que llena de notas musicales el alma. Nada mejor pues, que celebrarlo, recibiendo a la mejor de las jardineras, una que sabe unir cielo y tierra; cuerpo y espíritu. Nos referimos, claro a Teresa de Jesús. Esta gran mujer ha ido calando en todo aquél que ha disfrutado ya, algunos en varias ocasiones, de la obra de teatro, "Teresa, la jardinera de la luz". A lo largo de más de año y medio, ha recorrido numerosos caminos, como su "andariega" protagonista, para llevar una historia llena de diáfana claridad, por su sutil inteligencia y elegancia, a todo tipo de públicos. Los actores del grupo Lazarillo de Tormes se mimetizan con los personajes de forma tan profesional, que no dejan ningún resquicio a la duda de que lo presenciado sea cierto.

Sabemos, gracias a su guionista y director, el dramaturgo irlandés Denis Rafter, que todo lo en ella visto, ha sido trabajado desde la más absoluta historicidad y respeto a lo que fue la biografía de la carmelita. En la tarea, implicó también a sus actores, forjando con ellos, paso a paso el perfil de lo que ante todo ha sido una mujer, que por sus sobrecogedoras dimensiones, hemos alejado de esta perspectiva humana, colocándola en un ámbito de sublimidad, que sin rechazarlo, olvidaba su dimensión humana.

Por estas circunstancias, el productor de "Teresa, la jardinera de la luz", Javier de Prado, vio con suma lucidez, que los altares de las iglesias serían el marco adecuado para su representación. No por el cariz religioso del montaje, sino por la primitiva esencia de lo que ante todo era un ser humano de carne y hueso, aunque su trayectoria vital hiciera que fuese elevada a su condición de santa. Y es que las iglesias encierran de forma secular, todas las vidas de los que por allí han pasado, con sus claroscuros, y la huella dejada allí, aunque invisible a los ojos, es indeleble. Casi se podría decir pues, que tan singular obra de teatro, es una especie de clase magistral o catequesis, o ambas a la vez, por lo que de ella los espectadores pueden extraer. Esto hace que muchos acudan en varias ocasiones, para seguir captando los numerosos matices que encierra, no sólo de texto, sino en la escenografía, o manera de interpretar que Lazarillo de Tormes lleva a cabo.

Las leyendas son narraciones que surgen, a veces, al calor del hogar, en las frías y largas noches de invierno, y que ensartando una mezcla de datos reales y ficticios, fruto de las transformaciones que los contadores y el tiempo propiciaban, iban dando lugar a historias que forman parte de nuestro tesoro de memoria. Teresa de Jesús pudiera ser una leyenda viva, por lo que de ella se ha contado a lo largo de los siglos. Incluso en su época, el siglo XVI, supuso un auténtico quebradero de cabeza para todos los que no podían admitir su forma de pensar y hacer, considerando que vivió en un mundo de hombres, en el que la mujer no existía para nada que no fueran los roles propios de su esencia femenina: esposa, madre, sirvienta, campesina, o religiosa dócil apartada del mundo, amén de carecer de cualquier tipo de formación intelectual. Nuestra monja no encajó en ninguno de estos estereotipos y a pesar de su autonomía y altura en mente y espíritu, se "abajó" a la par de su amado Jesús de Nazaret, para iniciar una callada revolución que hizo saltar con gritos de pavor a la bien establecida sociedad de su tiempo. Enseñó a las mujeres a ser libres a través del amor a Dios, a través de las capacidades personales; y puso su propia formación al servicio de grandes y humildes. Por ello, viendo "Teresa, la jardinera de la luz", nos encontramos ante lo que pudiera ser una fabulosa historia digna de un ser superior, que siendo una "simple monja", demostró su valía intelectual en libros de toda índole, cartas, poemas, conocimientos teológicos amplios y profundos, y ante todo una diplomacia que la llevó a relacionarse con todos los estamentos de su época, para fundar por esos caminos nuevos conventos que permitieran que las mujeres fueran libres a su manera. Y así los hombres no han tenido más remedio que convertir la "leyenda" en doctora de la Iglesia, y doctora "honoris causa" por algunas universidades.

Al acercarnos a El Maíllo, se puede contemplar la hermosa espadaña de su iglesia de santa María Magdalena, mujer también dedicada a Jesús de Nazaret, y que eclipsada a la sombra del maestro, ha sido una gran olvidada en sus muchas y poco reconocidas cualidades y conocimientos, superiores a la inmensa mayoría de los hombres de su tiempo. Tuvo, como Teresa, la sabiduría de ser humilde y obediente y realizar su papel en la sombra, como el mejor de los actores secundarios, sin los que no se hubiera construido la historia de la Salvación del Hombre. Como Magdalena, fuerte y sobria, la iglesia parroquial de este pueblo está construida en firme piedra de sillares. Una sola nave con un gran arco recibe como escenario austero y elegante a las hermanas carmelitas que entran en el recinto cantando un Kyrie Eleyson. Van a dar réplica al enviado de la Inquisición que ante ellas y subido a un púlpito denosta a su madre, sospechosa de hereje. La música renacentista que acompaña toda la puesta en escena, parte de la réplica que Lazarillo de Tormes ha creado a partir del auténtico órgano del maestro Salinas, sito en la Catedral Vieja de Salamanca, y que toca otro de los actores. El púlpito y los hábitos que completan el "atrezzo", son suficientes para sumergirnos en esta leyenda viva que es Teresa de Jesús, pues ha llegado a convertirse en algo extemporáneo.

Existen cuevas en los alrededores de este sugerente pueblo. Una leyenda, cuenta que en una de ellas unos moros escondieron un becerro de oro al que no se puede acceder, pues un lago impide el acceso al lugar en donde está escondido. El brillo de ese oro es perecedero y toca una de las más bajas condiciones humanas, la avaricia. Sin embargo la luz de esta "jardinera" ha brillado e iluminado a lo largo de muchas representaciones (ya 136) los corazones de quienes la han conocido, y el agua con que florece su existencia ha preservado también como en la leyenda del becerro de oro de la cueva, una luz, que en este caso es auténtica y llena de misericordia. Porque si hay algo en lo que Teresa sobresalía, era precisamente en misericordia, pues no hay nada más misericordioso que sentirse a la altura de cualquier ser humano. Y como nos recuerda una de sus hermanas en la obra de la que tan prolijamente venimos hablando, "Teresa es más humana que cualquier ser humano", y por ello no se ruborizan en pedir para ella, lo que ella encerraba en su corazón: compasión.

Al año siguiente del nacimiento de Teresa, en 1516, se puso la primera piedra para la construcción de la conocida Casa Baja, que se ubica en esta localidad El Maíllo. Era el lugar en el que la mayoría de la congregación dominica de la Peña de Francia pasaba los rigores del invierno, tan duros en lo alto del risco, en el que apenas quedaban algunos hermanos, Dios se lo habrá premiado con confort eterno, para atender a peregrinos, si es que alguno llegaba vivo allá arriba en aquella época, y cuidar las tareas del culto. La Casa Baja con un huerto aledaño y un bosque de castaños, servía también de despensa de los monjes, que se preocuparon de alimentar durante muchos años a todos los pobres que a ellos acudían, así como de cuidar enfermos o confesar a los habitantes de los alrededores. Obras éstas de misericordia, para las que nuestra carmelita siempre estuvo predispuesta, pues bien supo lo que era tener una frágil salud, pasar hambre y cansancio, frío y calor por esos caminos, y sentir a un Jesús de Nazaret, rostro vivo de la misericordia de Dios, vivo también en su corazón, y sufriente como el hombre que fue en la Tierra. Los espectadores de esta tarde del 3 de diciembre en el que se recuerda el día de la Discapacidad, aplaudieron abiertamente y con emoción un trabajo que también nos recuerda lo iguales y vulnerables que todos somos en cuerpo y alma y lo capaces que podemos llegar a ser si somos conscientes de que no hay límite para aspirar a lo más alto en la medida de las capacidades que cada uno aporta. Hubieran sonado las campanas de la Casa Baja, si no hubieran sido robadas por algún "despistado", en uno de los muchos despojos sufridos en guerras. Aunque lo que también deberían sonar son las conciencias de los que han hecho oídos sordos a la total ruina en la que se encuentra un monumento que, como la Casa Baja, llena de Arte e Historia, fue curiosamente declarada bien histórico-artístico. Lo dicho, que todos adolecemos de alguna discapacidad, y que, habitantes de El Maíllo, "la paciencia todo lo alcanza".

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