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Atisbos de luz entre las sombras
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Atisbos de luz entre las sombras

Actualizado 04/12/2016
Redacción

23/noviembre/jueves

Regreso del viaje a Vietnam. Hanoi-Moscú-Madrid. En Aeroflot, la compañía aérea rusa. Todo perfecto. Airbus ofrece confianza. Volver a casa siempre es una alegría. 24 horas son muchas horas de viaje. Cansados y adormilados, con el jet-lag, o descompensación horaria, apretando, Rodrigo y yo hacemos un balance rápido del viaje y sólo tenemos palabras de contento. Nos ha encantado Vietnam, sobre todo su gente: amable, simpática, servicial. Son tantas las cosas que contar que lo dejo para cualquier día de estos.

24/noviembre/jueves

Llegamos a Valladolid en coche, que lo teníamos aparcado en el aeropuerto Barajas Adolfo Suárez. La casa está vacía, fría. Violeta ha ido a Barcelona ante el agravamiento de su madre. Me preparo para irme mañana y acompañarla. Es otoño, pero el ambiente, con nieblas espesas y mucho frío, anuncian la cercanía del invierno crudo de estas tierras castellanas.

Temprano, ya de día, me voy con Rodrigo a Barcelona. Cuqui, la madre de Violeta, está muy mal. El alzheimer, esa enfermedad tan cruel, la persigue desde hace siete años. Ya no es consciente de la situación, o sí, que tampoco puede saberse.

26/noviembre/ sábado.

Llegan de Sevilla dos de sus sobrinas, Reyes y Mamen. Encantadoras. Han venido a despedirse en nombre de toda la familia andaluza y dar un abrazo a todos sus primos, los hermanos y sobrinos de Violeta. Tristes y alegres a la vez. Tristes porque la enfermedad siempre es triste, y el final se intuye. Que siempre es doloroso. Alegres porque su acento, su ternura, su actitud emocional generan una sensación especial, propia, única de la gente de Sevilla. Cuando ven a su tía dicen que está muy guapa, como siempre, que "en Sevilla, en toda Sevilla, de joven la Cuqui llamaba la atención por su belleza."

Dos horas más tarde del encuentro silencioso con sus sobrinas, Carmen, Cuqui, nos dice adiós para siempre. Parece como si las hubiera esperado para despedirse de su tierra y de su familia andaluza, sus raíces, su alma. Lágrimas y dolor. También esa sensación de que "morir es descansar". El tiempo lo marca la vida y nunca es buen momento para despedirse. Pero la realidad se impone, imperturbable, misteriosa, calladamente. Como buenos andaluces, como sevillanos de raza, Reyes y Mamen, creen mucho en Dios, y en la Virgen, y en el Cristo del Gran Poder. Un bálsamo. Las lágrimas se mezclan con el recuerdo, con referencias a los días de ayer, al pasado común, a los encuentros familiares. Ahora ya sólo Cuqui empezará a vivir en el recuerdo.

27/diciembre/domingo

Día de espera. Nos embarga una sensación de vacío. La vida, en esos momentos de irse para siempre un ser querido, se vuelve confusa. Hablar con los familiares y amigos es la única salida al tiempo, a los minutos, que se hacen muy largos. Cuqui descansa en paz. Y nos acordamos de Paco Olías, su marido, fallecido ya hace trece años. ¡ Qué momentos tan felices pasamos todos juntos! Pero la ruleta no para, esta tómbola no se detiene, y antes o después, nos lleva por delante. También me acuerdo de mis padres, que se fueron hace veinte años. Los dos en 1996. Mi madre murió mientras hablaba conmigo, a las 2 y media de la noche. Como si tal cosa, como si eso fuera lo normal. Dijo: "creo que esta vez es algo tan grave que no voy a superar". Y así fue. En un segundo. Un infarto puso fin a la vida de mi padre y de mi madre. A Cuqui ha sido el alzheimer, que de forma lenta, pausada, le fue dejando atisbos de luz mezclados con sombras. Me quiso y yo la quise. Por eso la he llorado.

En fin de semana, o en fiestas de guardar, parece que no puede morirse uno. Para despedir a Cuqui en un emotivo responso tuvimos que esperar al lunes. El sábado y el domingo se cierra todo lo que tenga que ver con el más allá. El dios Tánatos descansa por completo en una ciudad como Barcelona. Supongo que en toda España, que en esto las costumbres son muy semejantes en todo el país.

28/noviembre/lunes

Familiares y amigos le damos el último adiós a Cuqui. Caras llorosas, compungidas, resignadas ante la fatalidad inevitable. Un sacerdote de corte moderno, abierto y muy lógico en su prédica expresa palabras de consuelo. En estos momentos igual da ser creyente que no; lo que importa es amortiguar la pena y sostener el alma. Se agradecen las buenas intenciones. Las emociones van por su sitio, como los ojos, que miran al cielo inexplicable.

Un pianista y un violinista interpretan de forma brillante tres músicas que seguro que le hubieran encantado a Cuqui: "Entre dos aguas", de Paco de Lucía, "Carmen", de Bizet y La Salve Rociera. Tres momentos llenos de sentimiento. Música como máxima expresión espiritual. Y un acercamiento de Cuqui, el último, a su tierra, a Sevilla, de donde partió muy joven acompañando a su marido que encontró trabajo como dibujante de publicidad en una empresa del sector del automóvil en "el Norte, en Vitoria. Choque de culturas, de ambientes, de climas. Paco Olías decía con guasa y una gran parte de realismo: "tuve que comercializar el arte". Cuqui le acompañó y dejó atrás una vida más emocional, más familiar, más llena de matices. Su hija Violeta la despidió en nombre de todos con unas palabras llenas de calor y sentido. "En la despedida de mamá". "Cuqui, mamá, abuela: ¡Gracias por todo! Gracias por su lucha con la vida. Gracias porque nos has enseñado a ser más fuertes. Gracias por tu cariño al lado de papá y por haber dibujado junto a él nuestros primeros caminos. Gracias por ser tan fuerte y tan débil a la vez, porque en el fondo nunca dejaste de ser una niña que había dejado para siempre su corazón en una confitería de Sevilla. Gracias por lo dulce y por lo amargo porque de todo hemos aprendido de ti. Gracias por todo y, a pesar de todo, gracias por cuidarnos y dejarnos cuidarte en estas últimas y difíciles líneas de tu vida. Gracias porque para nosotros has sido la mejor. Te queremos y te decimos adiós con todo nuestro amor".

30/noviembre/miércoles

Le conceden el Premio Cervantes a uno de mis escritores favoritos: Eduardo Mendoza. Al escritor catalán lo descubrí hace más treinta años cuando vivía en Barcelona. "La verdad sobre el caso Savolta", "El misterio de la cripta embrujada", "El laberinto de las aceitunas", "Sin noticias de Gurb", "El asombroso viaje de Pomponio Flato" o "Riña de gatos" son algunas de las obras que he leído de este autor de literatura sencilla cargada de humor e ironía. El libro que más me entusiasmó de él en su día fue "La ciudad de los prodigios", una novela que es un retrato genial de la evolución de Barcelona entre las exposiciones universales de 1888 y 1929. Onofre Bouvilla, el personaje central de la novela, parte de una familia humilde para terminar siendo un elemento cruel y sin escrúpulos. Esta novela siempre merece la pena releerla.

1/diciembre/jueves

El tiempo está detenido. Plomizo, entre nieblas. Leo "Diario de un emigrante", de Miguel Delibes, el libro gemelo de "Diario de un cazador", por el que recibió el premio Nacional de Literatura. Delibes siempre me supone una rendija de literatura de la buena, un encuentro con el lenguaje de mi pueblo, con expresiones que se van perdiendo y que me devuelven a la niñez.

He leído buena parte de la obra de Miguel Delibes, pero no toda. Este "Diario de un emigrante" lo encontré en un puesto callejero de libros viejos. Una suerte. Me alegró la vuelta de Barcelona. He copiado varias frases, como suelo hacer con todos los libros. Resalto una: "uno se maneja en la vida y cree que decide, pero la verdad es que uno nunca sabe lo que quiere ni quien le empuja.". Pues eso.

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