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Cuando despertó, el Black Friday todavía estaba allí
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Cuando despertó, el Black Friday todavía estaba allí

Actualizado 26/11/2016
Rafael Muñoz

Cuando despertó, el Black Friday todavía estaba allí | Imagen 1

Pensar el límite como zona limítrofe y mostrar, así, lo más definitorio de la situación humana. La zona limítrofe es la zona del cosido, de la juntura, el lugar donde unas grapas unen, sin confundir, dos límites, sin que lo más decisivo sea cómo nombrarlos: cuerpo y alma, cielo y tierra, tiempo y eternidad, finito e infinito, para siempre y nunca jamás, horizontalidad y verticalidad? Lo más decisivo, en efecto, no es cómo nombrar los límites hilvanados, sino que sea acertada la figura del hilván y la diferencia que supone.

Josep Maria Esquirol

¿Será, como repite insistentemente el reclamo publicitario, porque nuestros sueños no son baratos? Ciertamente no lo son, porque si al fin despertamos descubriremos que:

El nuevo gobierno quiere reformar de nuevo su contrareforma laboral. De la otra, la anterior, quizá nos hablen, si ganan unas nuevas elecciones, quienes la perpetraron.

La subida del SMI (salario mínimo interprofesional) seguirá siendo insultantemente mínima para los que todavía tienen trabajo. Y los que no tienen, estarán un tiempo bajo la escasa y fría cobertura del paro y otras misérrimas ayudas.

Y aquellos que ya no tienen lo mínimo para subsistir, ni siquiera les llegará para un bono social que electrocuta.

De todos ellos, quiero hablarles de nuevo hoy.

Dicen que el país está creciendo, aunque el techo de gasto público para el año que viene haya que contenerlo con una disminución de más de cinco mil millones de euros. Aun así, nos seguirán diciendo que tenemos una de las mejor sanidades públicas, que la educación restará pública y gratuita, y nuestros mayores y dependientes contarán con la ayuda? de sus familias.

Pero se desviven por hacernos creer que estamos a salvo, porque siempre nos quedará el Black Friday, y los sueños (ya se encargan de recordárnoslo) no son baratos. Nos dejarán volver a casa por estas fechas, pero a tomar el turrón, y naturalmente podremos a jugar con las promesas vanas de la lotería por décimo_quinta vez, como poco.

¿Recuerdan la primera acepción del verbo Desahuciar, según el diccionario de la RAE? > Quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea.

Desconozco si todavía tienen pendiente acercarse a la escritora Lucia Berlin (no tarden), pero hablando de sus historias, que son auténticas sacudidas a la emoción del entendimiento, de la vida, nos recuerda que de algún modo debe producirse una mínima alteración de la realidad. Una transformación, no una distorsión de la realidad. El relato mismo deviene la verdad, no solo para quien escribe, también para quien lee. En cualquier texto bien escrito lo que nos emociona no es identificarlo con una situación, sino reconocer esa verdad.

Y una verdad, profundamente lacerante, es que las familias desahuciadas no lo han sido sólo de sus casas, sino también de su hábitat humano, del mundo. Y perder este espacio primigenio, último reducto donde salvaguardar tu humanidad, entraña fagocitar tu espacio vital, significa, lisa y llanamente, tu expulsión de la tierra.

Escribe Gaston Bachelard en su imprescindible La poética del espacio, que la casa es un cuerpo de imágenes que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad. La casa propia como símbolo de lo privativo, de lo más íntimo.

Aquel lugar donde poder refugiarnos y rehacernos ante la adversidad exterior. En el que somos nosotros junto con los nuestros, y la relación con los objetos que lo habitan no es meramente utilitaria y funcional, pues en ellos se expresa y extiende nuestro yo (nuestras fotos y libros) a través de las cosas llevan nuestra impronta, nuestra huella personal (nuestra cama, el sofá, las sillas y la mesa del comedor). Cuando despertó, el Black Friday todavía estaba allí | Imagen 2

Dice el filósofo francés que lo que guarda activamente la casa, lo que une en la casa el pasado más próximo al porvenir más cercano, lo que la mantiene en la seguridad de ser, es la acción doméstica. [?] un poco de cera fragante en su mesa, crea un nuevo objeto, aumenta la dignidad humana de un objeto, inscribe dicho objeto en el estado civil de la casa humana.

Pero, ¿cómo hacer nuestra esa pérdida, la de la casa, sentirla como propia quienes no la hemos padecido?

Hagan el esfuerzo de recordar un objeto familiar y querido, como esos de los que habla Bachelard, que de pronto desaparece, destruido o puede que hurtado. Piensen en su casa calcinada por el fuego o anegada por la crecida de un río, donde nuestros bienes más venerados se han convertido en polvo o esfumado en la torrentera.

O en forma menos contundente, recuerden esas grietas que se hacen visibles en cualquiera de nuestros hogares, anunciando que algo no marcha bien. Como la actividad de esas máquinas (pongamos electrodomésticos), que son parte de nuestra vida cotidiana y que cuando dejan de funcionar creando desazón, desequilibrio.

Seguro que no están lejos de alguien que padece esas otras grietas en su vivienda cuando ha visto su sueldo congelado o diluido en un porcentaje sustancial. O que, expulsados de su trabajo, se le acaban las prestaciones por desempleo y después los subsidios miserables. Y han oído hablar, como poco, de aquellos hogares donde comienza a no haber de nada, y ya no se enciende la luz ni tampoco la calefacción, y después se malcome; entonces la grieta se expande, se resquebraja sin remisión.

Pero puede haber más, porque te quitan tu casa, y a fin de que sientas la herida mordiente y viva, te siguen obligando a pagarla. En ese instante, la fisuras se convierten en oscuros boquetes que anuncian fracturas completas, mortales, y el incierto equilibrio de la vida se desvanece por completo.

¿Acaso nosotros estamos libres de padecer esas grietas? ¿O nuestros amigos, vecinos y familiares? Quizá por ese motivo comenzamos a habitar de nuevo en la plaza pública, haciéndonos oír con nuevas palabras, pero con un reclamo antiguo.

Sería absurdo negarnos a ver el dolor de lo que para unos son sólo fisuras, para otros ya se han convertido en grietas, y para no pocos, en agujeros negros. Porque conocemos con Bachelard, que el mundo es un nido; un inmenso poder guarda en ese nido a los seres del mundo. Por eso reclamamos nuestro lugar en él.

¡Claro que nuestros sueños no son baratos!, porque sabemos que no tienen precio, aunque a veces se olvide por el martilleo constante de todos los black day que en el mundo son.

Y la evidencia más hermosa de esta certeza, que muchas veces olvidamos, aunque se renueva cada día en todas las escuelas de nuestro mundo, toma cuerpo en pedir al niño que dibuje una casa, es pedirle que revele el sueño más profundo donde quiere albergar su felicidad; si es dichoso, sabrá encontrar la casa cerrada y protegida, la casa sólida y profundamente enraizada. [...] En ciertos dibujos es evidente, que hace calor dentro, hay fuego, un fuego tan vivo que se le ve salir por la chimenea. Cuando la casa es feliz, el humo juega suavemente encima del tejado.

Cuando despertó, el Black Friday todavía estaba allí | Imagen 3

Rafael Muñoz

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