Marcos Ana.

El inciso se ha convertido en la piedra angular, en las dovelas, en la clave de la bóveda. Bóveda que sostiene la cúpula, epítome de un majestuoso homenaje alzado por la mano del hombre hacia lo alto, lo altísimo: la suprema ley. El humilde inciso encuentra así, su vocación universal, imperecedera. Inciso tercero, del artículo sesenta y ocho del reglamento dos mil y trescientos cuatro. Que dice: "el recluso, en sus desplazamientos, deberá caminar con las manos en la espalda". Sabiamente, el legislador no especifica si aprisionándose una a la otra o tan solo el dedo pulgar. El legislador decía, prudentemente, dejar al libre albedrío del recluso tal elección. Conmovedor. Otro inciso: "el recluso deberá situarse en posición de firmes, en medio de la celda, a las horas de revista (por si se hubiera fugado) en posición de firmes y destocado". Una vez más, la sabiduría del legislador permite al recluso mirar: uno, al oficial que asoma su jeta por la ventanilla; dos, al techo; tres, cerrar los ojos. Otro más: "el recluso no podrá hacer uso de su cama fuera de las horas reglamentarias". Perdonen mi insistencia, entiendan mi sentido entusiasmo por la voluntad suprema. En efecto, al recluso le permiten, en ejercicio de su sagrada libertad, varias alternativas: uno, sentarse en el poyo de hormigón; dos, sentarse en el suelo; tres, pasear sin pausa, arriba y abajo, los tres metros y veinte centímetros; cuatro, mirar lo que sea por la ventana (enrejada). Aún más: "Durante el recreo (cuarenta y cinco minutos o menos) el recluso podrá caminar, exclusivamente, en compañía de otro recluso". Quizás este inciso sea el más humano y enternecedor: se permite al recluso elegir pareja. El cual, caso de no estar sancionado, horas antes del asueto, vía rancho, le pide trille al Mojarra, al Marcelo, al Oso, al Pancho, al Yogui? Resultado: calabazas, final feliz o paseas "solaina" si ese día tocan impares. No obstante, el mejor de los mejores incisos era el que estaba inscrito en el acceso a la inmensa prisión militar: "Aquí se viene a cumplir". Amigos míos, no desconfiemos nunca, nunca de la autoridad. Ellos saben lo que nos conviene. Cuando llega uno a un sitio tan exclusivo y lee eso, se pregunta: ¿a cumplir qué? En eso reside el quid de la cuestión. Ellos dejan, permiten, que tu medites, todos los días, si te apetece, acerca de la respuesta a esa pregunta tan trascendente. Respuesta henchida de simplicidad: a cumplir con los cuarenta y cinco del ala. Respuesta con vocación de eternidad: a cumplir, hasta el final, mis compromisos asumidos en la lucha por una sociedad justa y humana. Respuesta bisbiseada y premonitoria: "Ya os tocará". En todo caso, la letra pequeña es la que mata. Mató a los preferentistas, a los desahuciados, a los refugiados, a los inmigrantes, a los precarios, a los parados y, por definición, a los pichis en general. Durante 23 largos años mató también a nuestro compañero Marcos Ana. La letra chica, los incisos, lo que se escribe para no ser leído y sí ejecutado, a escondidas, sin testigos. Sea leve y ancha la tierra en la que reposas. Leve y ancha sea la tierra de las cunetas en las que, amontonados, sin minutos de silencio, anónimos, yacen tantos compañeros. Murieron empuñando "un arma cargada de futuro". Así es y así sea.