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Actualizado 19/11/2016
José Antonio Mirón

Nadie pone en duda, ni siquiera los más críticos ni los que tienen otros intereses, que los españoles disfrutamos de unos de los mejores sistemas sanitario del mundo según los diversos indicadores sanitarios. El Sistema Nacional de la Salud que se ha desarrollado des de hace tres décadas tiene grandes fortalezas, como son: su cobertura universal, todos los españoles estamos protegidos, su accesibilidad, se puede acceder al sistema a través de los Centros de Salud que es en general la puerta de entrada, salvo ante urgencia vital que son los servicios de urgencias, su financiación que se produce con la aportación de todos a través de impuestos a excepción del copago farmacéutico y algunas otras prestaciones que están financiadas parcial o totalmente según el caso, su calidad asistencial y seguridad con los pacientes que es visible todos los días y no hace más que valorar objetivamente los procesos asistenciales que tienen lugar en la Atención Primaria y la Atención hospitalaria; pero además porque somos de los países con mayor esperanza de vida, y el nivel de formación competente alcanzado en el conjunto de los profesionales sanitarios.

También hay que ser conscientes de sus debilidades para poder afrontarlas con decisión antes que sea demasiado tarde. En primer lugar, su fragmentación que según han ido evolucionado se ha hecho más evidente y que la crisis y los recortes han profundizado. Hasta tal punto que se puede afirmar que tenemos en lugar de un Sistema Sanitario, 17. Cada vez hay menos colaboración, cooperación y transito normalizado y efectivo entre los pacientes de las distintas comunidades autónomas, si exceptuamos, los pacientes que van a servicios hospitalarios de referencia. En segundo lugar, su falta de efectividad ante los retos asistenciales planteados como son la Cronicidad y la Atención a pacientes pluripatológicos y/o dependientes o frágiles que necesitan de una atención integral e integrada y sobretodo continuidad de cuidados a través de la acción sinérgica de los servicios sanitarios y sociales. Además, los pacientes crónicos supones el 80% del gasto. En tercer lugar, los retos de Salud Pública actuales como son la alta prevalencia de obesidad y diabetes tipo II, la mejora de la educación sanitaria para que los pacientes sean más activos, colaborativos y gestión mejor el binomio Salud-enfermedad que conlleva una excesiva y, muchas veces innecesaria, demanda y utilización de ambos niveles asistenciales, sobretodo de los servicios de urgencia que están con frecuencia saturados y que conllevan un sobre coste innecesario y perjudica la asistencia de los verdaderamente enfermos. En último lugar, la falta de profesionalización de la gestión que no puede seguir más tiempo porque los retos planteados amenazan la supervivencia y el buen pronóstico de un sistema enfermo con una gran debilidad funcional y organizacional que no resuelve con efectividad los retos asistenciales y de Salud Pública.

En mi opinión, todas estas debilidades nos debe hacer reflexionar sobre la situación actual del sistema sanitario para sensibilizarnos y comprender que es necesaria la colaboración activa de todos, políticos, gestores, profesionales y pacientes. Se trata de revertir esta situación que tiene signos evidentes de falta de efectividad e ineficiencia que puede tener como resultado su insostenibilidad y, en consecuencia, la sociedad española dejará de disfrutar del gran sistema sanitario que ha logrado tan grandes logros en el ámbito de la Salud individual, la Salud Pública y en el Bienestar y la Calidad de Vida de los españoles.

JAMCA

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