Mucho ruido y...

Hace ya mucho tiempo. Cuando iba de vacaciones escolares de Salamanca a Poveda de las Cintas, lugar en que mi padre ejercía de médico, tenía por costumbre visitar los lugares de "moda" en aquellos lejanos tiempos en el pequeño pueblo. A saber: La fragua del señor Constancio Fiallegas, el taller de carros del señor Anastasio Pinto, y los tejares del señor Félix y señor Feliciano "Cachucha". En este último, pasaba grandes ratos con los hijos del mencionado, en particular con Ubaldo pues era de mi edad. Mientras ellos trabajaban de sol a sol, yo aprovechaba para dar rienda suelta a mi pasión por la pintura, llenando de figuras las tejas y ladrillos que mis amigos tendían al sol para que fueran secados por el Sol? ¡Qué de figuras pinté!; saltigallos, vencejos, cigüeñas, otros pájaros, grillos, perdices, la Iglesia del lugar, algo de Roberto Alcázar y Pedrín (celebres personajes de los tebeos del momento) y más imágenes de vaqueros e indios, que "venían" en aquellas novelas de vaqueros del oeste americano?

Un día? mi amigo Ramiro (albañil de Poveda de las Cintas) y excelente persona; me llamó para decirme que: "Haciendo un retejado en un pajar antañón habían aparecido varias tejas ¡50 años después! Con dibujos y firmados por un tal Anselmo; escueto pero bien visible. Tejas llenas de verdín, con síntomas notorios de haber sido blanco directo de muchas lluvias y muchos vientos.

¡Me emocioné!... Pero con ser muy importante para mí este "descubrimiento" de lo que guardo un recuerdo imborrable de aquellos tiempos remotos, es de los viajes que hacía desde Poveda de las Cintas a Salamanca en la inefable "Rubia" (vetusto coche de línea que parte de su carrocería era de madera) del señor Severo. Que se sobrecargaba hasta límites inverosímiles con gentes heterogéneas y la "mercancía" que llevaban; gallos y gallinas vivos, panes, cebollas, patatas, chorizos, morcillas y ? demás y de los que luego había que dar cuenta en los fielatos situados a la entrada de la ciudad. Pues bien uno de aquellos días de tránsito por carreteras infernales, al subir unas pronunciadas cuestas, del motor de la "Rubia" comenzó a salir un humo espeso, provocando gran alarma. Hubo parada obligatoria y bajada tumultuosa del habitáculo, cada uno como pudo dada la apretura en el espacio?

Miró el señor Severo con detenimiento el motor y con filosofía práctica sentenció: ¡Falsa alarma! Y todos, con muchos apuros, volvieron a subir a la "Rubia" ocupando con dificultad sus asientos. Volvieron las conversaciones tumultuosas sobre el evento pasado y de pronto se hizo un profundo silencio cuando la señora Paca, dirigiéndose a mí en voz alta y admirativa: ¡El único que no ha salido del coche? el más valiente! Yo me puse totalmente colorado por la vergüenza.

Y, además, sin decir una palabra al respecto, dado que no podía descubrir que: Uno de mis zapatos de suela de tocino, se había quedado enganchado en un anclaje de los asientos y por más esfuerzos que realicé no pude liberarme, hasta ya acabado el incidente del humo ¡¡

Cuando lo recuerdo hoy, aún siento la vergüenza y sofoco de aquel viaje realizado en la repleta e inefable "Rubia" del señor Severo? ¡Dios mío; cuanto tiempo ha pasado desde entonces! Y, ahí lo dejo.

Anselmo SANTOS

Contador de historias humanas