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Dialogar con el deseo
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Dialogar con el deseo

Actualizado 12/11/2016
Rafael Muñoz

Dialogar con el deseo | Imagen 1

De la mutilación de las estatuas

a veces surge la belleza, de los

capiteles truncados cuyo acanto

cayera en la maleza entre el acanto

-réplica en viejo mármol de un verdor sorprendido

por la primera lluvia que conoce-: posible

perfección del azar que nada tiene

que hacer para ser símbolo de todo

lo que se quiera

Aníbal Núñez (Fragmento del poema La belleza arrebata las palabras que intentan proclamarla)

De lo leído estos días sobre el resultado de las elecciones en EEUU, último síntoma o causa de lo que nos están haciendo, un golpe de azar me puso frente a un tuit de un autor tan recomendable como necesario, Jorge Reichmann.

Escribía el poeta y ecólogo, después de haber fotografiado el texto anónimo que abre este artículo: Tras haber destruido las condiciones para la racionalidad colectiva, pida usted a la gente que vote bien...

Qué regalo impredecible puede depararnos en ocasiones el azar, si observamos con celo sus mudables volutas. Por eso, me gustaría hablarles de ese otro albur que espigan y entretejen los creadores, los artistas con sus obras, que nos permite posar y abrir nuestra mirada junto a la suya. Y a uno de ellos quiero de nuevo volver.

Se trata de Agnès Varda, compañera, junto a otros, de muchas tardes sin tiempo en las salas de cine. En Los espigadores y la espigadora, una obra de cine documental, la autora rastrea y escribe con su cámara en la mano sobre la composición de lo real. Partiendo de su mirada sobre las famosas Espigadoras de Millet, recoge a esos otros espigadores surgidos de la precariedad, a aquellos que son resultado de una relación discordante con la sociedad de consumo, y esos otros que materializan su presencia en los objetos que nos rodean.

Es cierto que el film dibuja el retrato de una economía al margen. El gesto de espigar de antaño se convierte en uno nuevo, más áspero y cruel, tocado por la necesidad: recoger patatas olvidadas entre los surcos por carecer del tamaño y la forma que reclama el mercado (excelsa la secuencia de estos tubérculos con forma de corazón); racimar en los viñedos los restos de la cosecha que no se quieren vendimiar; recuperar objetos Dialogar con el deseo | Imagen 2 abandonados (mesas, colchones, cocinas), que relatan, todos ellos, ese espigueo de los que parecen no tener sitio en el mundo.

Pero la autora también nos muestra otro ángulo de la recogida de lo olvidado, aquel que se vincula con la creación: artistas que construyen obras con desechos urbanos (arte povera). O lo relaciona con motivaciones sociales: curiosa la secuencia del hombre asqueado por el despilfarro, que se alimenta, desde hace tiempo, con lo que encuentra en los contenedores cercanos a mercados o grandes superficies.

Sin olvidar el espigueo para aplacar el hambre, con el retrato de un joven con un perfil inesperado: un antiguo estudiante de Ciencias, que se alimenta con las frutas y verduras abandonadas en un mercado de París, que vive una casa de acogida para inmigrantes donde imparte gratuitamente cursos de alfabetización.

Pero la película es también un retrato del proceso de creación, encarnado en el personaje de la propia directora, la espigadora de escenas que nos ofrece su particular cosecha, resultado de su escritura fílmica. Como se nos muestra la escena en la que cambia un haz de espigas por una cámara que nos mira diciéndonos: todo esto lo he seleccionado, lo he espigado, para vosotros.

Nos descubre también que la autonomía que le proporciona su cámara digital convoca a lo más íntimo y cercano. Le permitirle escribir, filmar situaciones de mayor calado personal. Aquella donde sus dedos índice y pulgar, cerrándose en círculo, parecen convertirse en una lente que atrapa lo que de otro modo sería imposible; maravillosa la secuencia donde sus dedos parecen aferrar los tráilers de la carretera, que de inmediato nos traslada hasta aquella sorprendente película, dicen que muda, Cine-ojo de Vértov).

Por no hablar de ese travelling de acercamiento que se convierte en un plano detalle, casi obsceno, donde su mano izquierda va descomponiendo su perfil reconocible para convertirse en algo terroso, surcado de marcas, que se traducen en una introspección fílmica sobre la vejez y la cercanía del final.

Introduce también secuencias sobre objetos personales que ha recuperado, que, como resonancias de su propia memoria, nos conducen hacia un elemento fundamental del proceso creativo, cual es la propia reflexión del autor que se infiere de la construcción de la propia obra.

Todavía me sobrecoge la infinita capacidad de nuevas significaciones que nos ofrece con generosidad este film documental, y la necesari urgencia en visitar esas miradas autorales que, al dialogar con el deseo, nos entregan un mundo que otros parecen tener interés en esconder o se niegan a mirar.

Lo llaman 'cine de lo real'. Lo que a mí me gusta es ver en lo real lo que no es real. Es decir, dentro de lo real, sacar sorpresas, la belleza inesperada, el milagro casi de lo real. Eso es lo más interesante, comenta en esta entrevista que le realizaron para un canal televisivo de nuestro país.

Tiene razón la antropóloga de la lectura Michèle Petit cuando dice que en muchos ámbitos, acercarse a lo esencial, y a los demás, supone tomar atajos, hacer desvíos. El poeta salmantino parece secundarla al descubrirnos que el azar rompe la voluta, cercena gestos imperecederos? Y la hoy violentada en su intimidad, Elena Ferrante, redondea las palabras de ambos afirmando que decir es encadenar tiempos y espacios perdidos.

Dialogar con el deseo | Imagen 3

Rafael Muñoz

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