Doce años. Coma etílico

En primer lugar dejaré constancia de algunos hechos:

Una niña de doce años, aunque midiera 1,70 de estatura, vecina del pueblo madrileño de San Martín de la Vega, ha fallecido como consecuencia de un coma etílico. Habría que preguntar a los Servicios de Urgencias de nuestros hospitales cuántos casos de coma etílico, sufridos por menores, han atendido durante el último año.

La niña fallecida había asistido unos días antes a unas charlas impartidas por la Comunidad de Madrid en su Instituto y orientadas a prevenir el consumo de drogas y, en concreto, el de alcohol.

Según he leído en varios medios, la Policía Local de San Martín de la Vega conocía bien los lugares donde los menores celebraban botellones a las afueras del pueblo. Muchos menores de edad confiesan haber comenzado la ingesta de alcohol en el seno de su propia familia y en su casa.

Después de casi un año con Gobierno en funciones, ya tenemos Gobierno nombrado y juramentado o prometido.

Fácil sería echar la culpa al empedrado: permisividad social con el alcohol. El alcohol, droga legalizada y con pedigrí social y mediático. El alcohol, mina de oro para las Haciendas Públicas. Las Fuerzas de Seguridad y los Servicios Sociales tienen asuntos más peligrosos e importantes y están desbordados de trabajo.

Es tiempo de reconocer errores y evitarlos de cara al futuro:

Los padres deben educar a sus hijos en la gestión de la frustración cuando son pequeños, porque a los doce años puede ser ya tarde para prohibirles ir de botellón.

El sistema educativo y las Leyes Orgánicas que lo han regulado, pese a logros evidentes, propiciados por la entrega personal de maestros, profesores y personal no docente, debería reconocer su fracaso a la hora de hacer una propuesta sólida de valores, que es la mejor prevención contra las drogodependencias.

El Gobierno del Reino de España, las Consejerías autonómicas y los servicios provinciales y municipales deberían hacer examen de conciencia y evaluar, comparándose con los países europeos de nivel económico y trayectoria democrática similares a los nuestros, cómo amparan a la familia, si favorecen la natalidad y si apoyan suficientemente a los padres que soñaran con tener un poco más que la parejita. Es cuestión sobre todo de números, pero también de conceptos. Tengo para mí que las crisis diversas que nos ha tocado atravesar durante los últimos cuarenta años, han servido de excusa para retrasar sine die este examen de conciencia y, por lo tanto, justificar la falta de políticas prácticas de apoyo a la familia.

En lo que a mí me toca, la Iglesia tendría que revisar las prácticas catequéticas, que debieran abordar antes que después asuntos fundamentales para la vida de los niños y adolescentes, como son la educación afectiva y sexual, la orientación para la vocación profesional, los hábitos saludables de alimentación, ejercicio, deporte y crecimiento físicos, el ejercicio paulatino y práctico de la misericordia, la solidaridad, el respeto a los diferentes y la caridad en todas sus manifestaciones, también y especialmente la caridad política. ¿Por qué insistir en estos aspectos? Porque la fe cristiana es una propuesta de espiritualidad encarnada.

La Iglesia española debe reconocer también sus errores por no haber impulsado y apoyado suficientemente los movimientos e iniciativas de tiempo libre, haberles dejado en muchos casos sin asistencia espiritual (consiliaría) y haber querido recoger frutos abundantes habiendo sembrado cicateramente. Compararnos con Italia o incluso Portugal es desolador.

Los partidos políticos deberían aprender del pasado y abstenerse en el futuro de intentar manipular a los adolescentes y jóvenes con fenómenos similares al de "la movida". Tienen buen cúmulo de asesores de todo tipo, que busquen y detecten cuáles son, en la actualidad, esos fenómenos.

Es tiempo de asumir responsabilidades y coordinar esfuerzos. Ninguno podemos escaquearnos, porque en mi propia familia o vecindad, en mi parroquia o en el Instituto en que trabajé hasta hace poco o en el movimiento juvenil al que intento acompañar, una niña de doce años ha podido este finde agarrarse otro coma etílico.