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Galicia y el País Vasco votan en una jornada cargada de incertidumbres
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Galicia y el País Vasco votan en una jornada cargada de incertidumbres

Actualizado 25/09/2016
El Norte de Castilla

Tras una campaña alejada del ruido de Madrid y centrada en asuntos locales, los partidos nacionales fijan su atención en unos resultados que pueden condicionar sus movimientos

La jornada electoral con motivo de las elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco ha comenzado sin incidentes con la apertura de mesas en las distintas provincias. Las 2.593 mesas repartidas en los 720 colegios electorales de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa han abierto a las 9.00 horas de este domingo sus puertas con normalidad, sin incidencias destacadas, según ha informado el Departamento vasco de Seguridad. En Vizcaya votaba a primera hora el lehendakari y candidato a la reelección por el PNV, Iñigo Urkullu, quien ha manifestado su esperanza de que la jornada discurra con "normalidad" y que los ciudadanos voten mirando al futuro y que "como hasta ahora", su decisión suponga que "Euskadi siga siendo propia, singular y diferente".

La Ertzaintza ha informado de a la retirada de pasquines y carteles de contenido político que han aparecido en colegios electorales de los municipios vizcaínos de Alonsotegi y Basauri. Según ha informado el Departamento vasco de Seguridad, en Alonsotegi dos han sido los colegios afectados, en uno de ellos han aparecido pasquines y en el segundo cartelería de contenido político, circunstancia que se ha reproducido en un centro electoral de Basauri.

Un total de 1.783.411 electores vascos pueden ejercer, hasta las 20.00 horas, su derecho al voto en las elecciones al Parlamento vasco que se celebran a lo largo de la jornada, mientras que en Galicia el número de electores asciende a 2,7 millones, un 0,2% más respecto a la cita con las urnas celebrada en la comunidad autónoma en octubre de 2012.

En total, cuatro millones de ciudadanos están llamados a movilizarse en este 25 de septiembre electoral que, a tenor de las encuestas, presenta dos certezas, la victoria de Alberto Núñez Feijóo en Galicia e Íñigo Urkullu en el País Vasco, y multitud de incertidumbres por despejar en las urnas. Mientras en el noroeste del país, el PP contendrá el aliento a la espera de poder confirmar el hito de una mayoría absoluta en tiempos de fragmentación política, en Euskadi los nacionalistas sacarán la calculadora para arrojar luz sobre la gobernabilidad, y en ambos territorios, donde el PSOE lucha contra el retroceso vaticinado, se pondrá a prueba la robustez de Podemos y sus socios.

Las primeras fuerzas en Galicia y País Vasco están pendientes de conocer hasta qué punto han atinado las empresas demoscópicas en sus sondeos preelectorales. Aquella máxima de «la única encuesta que nos vale es la del día de las elecciones» cobrará mañana todo su sentido. En el PP han tratado de rebajar la euforia de la mayoría absoluta gallega que anticipan los estudios para evitar que su electorado se relaje y se abran fugas hacia Ciudadanos. Y en el caso del PNV, con toda probabilidad ganador en minoría, cualquier suma con los socialistas que roce los 38 escaños será bien recibida en la sede del partido conservador.

El entorno de Íñigo Urkullu apunta hacia el PSE como alianza clásica para continuar en Ajuria Enea, extender los acuerdos ya existentes en ayuntamientos y diputaciones, y esquivar el gobierno a la navarra con el que le tientan EH-Bildu y Elkarrekin Podemos. Con una victoria clara, su investidura estaría garantizada en el Parlamento vasco, cuyo reglamento impide posicionarse en contra del candidato en la segunda votación y, por lo tanto, evita el bloqueo en el que está instalado el Congreso de los Diputados.

La gran incógnita gira en torno al segundo puesto que se disputan laizquierda abertzale y Podemos, primera opción de los vascos en las generales del pasado 26 de junio, y surgen dudas acerca de si el efecto de las encuestas moderará o no la caída de los socialistas, también en descenso en Galicia.

Allí, el PsdeG pelea por la alternativa a Núñez Feijóo y por desalojar a los populares en uno de sus últimos bastiones. El candidato de Pedro Sánchez, Xoaquín Fernández Leiceaga, aspira fundamentalmente a resistir frente al avance de En Marea, conformada por Anova, IU, Podemos y las 'mareas' que irrumpieron en los comicios municipales. Y en segundo lugar, a lograr que la unión con esta coalición y el BNG, partido en el que curiosamente han militado los tres representantes de la izquierda, le permita tocar poder en la Xunta.

Esta circunstancia hace que la situación gallega presente evidentesconexiones con la nacional y, que por ello, Galicia haya sido el escenario en el que se han volcado los líderes de los principales partidos en estas dos semanas de 'impasse' en la negociación para formar Gobierno. Rajoy, para advertir de que sólo una mayoría absoluta garantiza la estabilidad frente al caos. Sánchez, con la esperanza de demostrar que los pactos pueden desbancar al PP del sillón gubernamental.

Génova y Ferraz

Según avance el escrutinio y se aclare el panorama autonómico, el foco de atención se desplazará, de hecho, mañana por la noche a las sedes centrales de PP y PSOE, en las madrileñas calles Génova y Ferraz. Desde la presidencia de los populares, Rajoy buscará en Galicia el aliento de una victoria incontestable de su delfín que refuerce su legitimidad para reivindicar la Moncloa y entierre los escándalos que han puesto en cuestión su liderazgo. Más difícil es que el resultado en el País Vasco le garantice nuevos apoyos en el Congreso como se había especulado. La probabilidad de que el PNV no necesite al PP para asentarse en el Ejecutivo autonómico echa por tierra esta tesis que en la cúpula apenas se alentaba.

Peor pinta, en principio, la jornada para Sánchez. Si Leiceaga, su apuesta personal en Galicia, no logra su objetivo o acaba superado por el empuje de las 'mareas', el único respiro podrá llegarle al PSOE desde Euskadi, donde al menos el PSE tendría el papel institucional de garantizar la gobernabilidad.

Ahora bien, que todo esto determine el color del Gobierno de España está por ver, pese a que los partidos, en un acuerdo tácito, han marcado el 25-S en el calendario como el punto de inflexión definitivo.

25-S, una campaña alejada del ruido de Madrid

jenos a las expectativas de los líderes nacionales, que han convertido el 25-S en el punto de inflexión para desbloquear el Gobierno de España, los candidatos del País Vasco y Galicia se han volcado en campañas diseñadas en clave autonómica y alejadas del ruido de Madrid. El valor transcendental que se ha querido otorgar a los comicios de este domingo para resolver el embrollo de PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos en el Congreso, no cambia, sin embargo, el hecho de que el electorado vasco y el gallego deciden el sentido de su voto según una lógica que no coincide con la de las elecciones generales y que sigue sus propias dinámicas.

El estudio preelectoral del CIS publicado el pasado 8 de septiembre ya revelaba que los votantes de ambas comunidades tendrán más en cuenta los asuntos propios de sus autonomías que los relativos a la situación general española a la hora de introducir su papeleta en la urna. Así lo ponía de manifiesto un 65,3% de los encuestados gallegos y un 74,2% de los vascos. Y sólo hace falta echar un vistazo a las encuestas para concluir que los resultados del 25 de septiembre distarán de los obtenidos en País Vasco y Galicia el pasado 26 de junio cuando se sometía al escrutinio de los ciudadanos la composición del Parlamento de la nación.

Entonces, las candidaturas del PNV al Congreso de los Diputados obtuvieron el respaldo de 24,91% de los vascos. Hoy, el CIS pronostica que Íñigo Urkullu será el vencedor con el 37,9% de los votos, casi trece puntos más que hace tres meses. Lo mismo le ocurre al potencial ganador de las elecciones en Galicia. Alberto Núñez Feijóo podría cosechar el 44,9% de los respaldos, frente al 41,4% que obtuvo el PP en junio.

Esto explica que los dirigentes gallegos hayan tratado de confrontar sus propios proyectos para la comunidad al margen de las constantes apariciones de los líderes nacionales en la zona noroeste del país. El caso más paradigmático es, sin duda, el de los populares. Con cartelería propia, poca presencia de las siglas del partido y mucha carga de su marca personal,Feijóo ha recorrido Galicia con un discurso diferenciado y una caravana distinta a la de Mariano Rajoy, centrado en pedir el voto para el PP con el objetivo de que a su delfín no le ocurra lo mismo que a él en el Congreso y no pueda gobernar sin mayoría absoluta.

Pacto tácito

Los mensajes en clave autonómica de populares, socialistas, liberales, anticapitalistas y nacionalistas han cohabitado con los de Rajoy, Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, pendientes de ver cómo acometen la próxima semana el reto de evitar las terceras elecciones y que, en un acuerdo tácito, han dejado en suspenso las negociaciones hasta pasado el domingo.

Siendo así, el presidente del Gobierno en funciones ha aprovechado estos días para señalar desde Galicia a Sánchez como responsable del atasco político, trasladar su impresión de que en unas terceras elecciones beneficiarían al PP y hasta declararse con «fuerzas, ganas, ilusión y determinación» en caso de que haya que convocar otros comicios.

Del mismo modo, el secretario general del PSOE instó desde Bilbao a Ciudadanos y Podemos a construir el «gobierno del cambio» que persiguen los socialistas, mientras desde la misma ciudad Iglesias acogía de buena gana la propuesta de negociar y Rivera desconfiaba de un ejecutivo armado para «tres cuartos de hora».

Quizás el más conectado con la realidad nacional ha sido el aspirante del PP vasco, Alfonso Alonso, que erigido en garantía del constitucionalismo frente a los ecos de aspiraciones soberanistas del PNV, Bildu y Podemos, ha exhortado a los nacionalistas a aclarar sus intenciones ante un nuevo intento de investidura. Urkullu, sin embargo, ha intentado por todos los medios rehuir este planteamiento y evitar la lectura de que un posible apoyo de los populares en Euskadi será compensado con el sí de sus diputados al Gobierno de Rajoy.

Fuente El Norte de Castilla

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