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Las fosas de la desmemoria: Carvajales. Necrologio de El Payo 
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CRONIQUILLA Y NECROLOGIOS (XXVI)

Las fosas de la desmemoria: Carvajales. Necrologio de El Payo 

Actualizado 09/09/2016
Ángel Iglesias Ovejero

Las croniquillas de finales de agosto y principios de este mes evidencian los trasiegos macabros por el puerto de Perales

Las croniquillas de finales de agosto y principios de este mes evidencian los trasiegos macabros por el puerto de Perales, ya comprobado con víctimas cacereñas desde el comienzo de las ejecuciones extrajudiciales. La memoria colectiva de los pueblos rebollanos ha retenido, sobre todo, los enterramientos clandestinos en dos fosas de Carvajales (para detalles se remite a Iglesias 2016, La represión franquista: 288-294). Allí se dejarían cadáveres de víctimas de Robleda y Peñaparda en torno al 31 de agosto y después, aunque presumiblemente la mayoría de los allí sepultados fueran extremeños.

La eficacia mortífera de las sacas masivas y el abandono de cadáveres, promovidos por los mandos y oficiales rebeldes, dependía de la opacidad con que estas operaciones criminales se efectuaban (croniquilla del 19 de agosto). El ocultamiento de la identidad de agentes y pacientes, que era una consigna general en la VI y VII Región Militar, se ha visto favorecido en esta zona, primero, por la inhibición de los jueces de instrucción de Ciudad Rodrigo y, posteriormente, por la desidia de sus colegas hasta el día de hoy. Nunca se han preocupado de averiguar cuál fue el paradero o qué se hizo, por ejemplo, de los restos de cadáveres que afloraban en los barbechos de fincas aledañas de la Ciudad. De modo que no es de extrañar que fosas como las de Carvajales, sitas en los confines de la provincia de Salamanca, en una finca privada del término de El Payo, cubiertas de pinos y, robles, maleza e inmundicias, se hayan convertido en lugar de ignominiosa desmemoria. Cierto, se ha mantenido el recuerdo tradicional del sitio de sacrificio, pero las víctimas han sido ignoradas por los encargados de la justicia, las autoridades competentes y hasta las asociaciones de la memoria histórica, que nunca han hecho lo más mínimo por el reconocimiento de aquéllas y el derecho a la reparación, que también asiste a sus familiares y, por extensión, a la sociedad democrática.

Así se da la paradoja de que El Payo se enorgullece de no haber tenido sacas en la localidad, pero lo hace a sabiendas de que oficialmente se ha ignorado el reconocimiento debido a las numerosas víctimas enterradas en el campo de su término e incluso en su cementerio (un desconocido, ver croniquilla del 6 de agosto). Por otro lado, si no hubo sacas locales, sí hubo muertos payengos, también ignorados, tanto que la información habida resulta insuficiente para identificar a todas las víctimas y las circunstancias en que fallecieron. En su necrologio se pueden mencionar dos víctimas.

Carlos Alaejos Sanz, natural de Santander, hijo de Luis e Isabel, estudiante, soltero, apareció cadáver en una calle de Payo, "por disparos de arma de fuego" (act. def. 08/09/36). La ASMJ considera que fue víctima de una ejecución extrajudicial, aunque los testimonios no hablan de ello. Pudo ser afectado por un incidente debido al descontrol de armas en manos de falangistas, como sucedió en otros lugares.

Un tal Marcelino, vecino de El Payo, sin otros datos. Fue asesinado cuando volvía de vender patatas en Extremadura, cerca de Coria, en fecha incierta de septiembre u octubre de 1936 (EP 2007).
La represión debida a otras modalidades represivas tampoco es de las más llamativas. En total, 7 afectados contabilizados hasta ahora:

-víctimas mortales: 2

-víctimas de la represión carcelaria: 5

-víctimas de la depuración: 1 (también preso).

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