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Enrique de Ossó ya tiene su calle
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FUNDADOR DE LAS TERESIANAS

Enrique de Ossó ya tiene su calle

Actualizado 22/08/2016
Manuel Diego

ALBA DE TORMES | El sábado 27, después de la misa solemne, el Ayuntamiento entregará a las teresianas una reproducción idéntica en cerámica albense de la misma titulación de la calle

Después de la decisión unánime del Ayuntamiento de Alba de Tormes en la sesión plenaria celebrada el 30 de marzo del 2016, ya tiene su calle dentro del casco antiguo de la villa, en las cercanías del castillo, un personaje que se sintió muy ligado a ella por causa de santa Teresa y con el cual comienza lo que nosotros entendemos por la moda de la peregrinación moderna (ya en tren) a los lugares teresianos, Ávila y Alba de Tormes. Nos estamos refiriendo a San Enrique de Ossó (1840-1896), fundador de la Compañía de santa Teresa, vulgarmente conocidas como las teresianas.

Será el próximo 27 de agosto, después de la misa solemne de la Transverberación, cuando el Ayuntamiento entregará a las teresianas una reproducción idéntica en cerámica albense de la misma titulación de la calle dedicada a su fundador. Se trata de un homenaje bien merecido a este personaje del siglo XIX.

Ossó disfrutó de cada una de sus visitas a Alba de Tormes

De entrada podemos afirmar que la reiterada presencia de Ossó en Alba de Tormes está muy documentada, incluso con crónicas puntuales de sus viajes y estancia publicados en la revista "Santa Teresa de Jesús" que empezó a salir en Tortosa en 1872. Las crónicas de sus viajes y peregrinaciones, sin buscarlo, rehacen la situación local y, sobre todo, nos dan una información puntual de la religiosidad popular teresiana en aquel momento. Y además hay un factor positivo y a nuestro favor, Ossó se encontraba muy a gusto en Alba de Tormes, mejor que en otros lugares teresianos, y por eso solían ser estancias de varios días que los aprovechaba muy bien, sobre todo para pasarse en silencio horas y horas ante el sepulcro y el relicario del corazón de santa Teresa. Alba era para él como la "Tierra Santa" de Teresa y suya, donde su espíritu cargaba las pilas y hasta ideaba al calor de Teresa sus proyectos apostólicos.

Amigo íntimo del obispo salmantino Narciso Martínez Izquierdo, del canónigo y luego cardenal Enrique Almaraz, natural de la Vellés, aquí se cocieron y tomaron forma tantas iniciativas entre este grupo de entusiastas que fueron decisivas para la renovación y activación de todo el movimiento teresiano moderno, incluso a nivel cultural.

Y la pregunta que se impone es ésta: ¿cuántas veces vino Don Enrique a Alba de Tormes? No es difícil responder con exactitud, dado que tenemos referencias abundantes y muy buena documentación. En total, el recuento llega hasta 7 viajes:

- Agosto 1875 coincidiendo con la fiesta de la Transverberación, en forma privada, junto con su amigo J. B. Altés; entonces inaugura la asociación teresiana de Alba instalada en la parroquia de san Juan. (Todavía no había tenido la inspiración ni fundado la Compañía de santa Teresa).

- Agosto 1877, también por la Transverberación, con la 1ª peregrinación teresiana de gente de Cataluña, Valencia y Alicante; se calcula entre 4.000/6.000. Vinieron 4 obispos (Ávila, Salamanca. Oviedo y Eumenia); entre otros personajes estaban también nada menos que Jacinto Verdaguer. Inaugura la peregrinación el tramo del tren de Medina del Campo entre el Pedroso y Salamanca. En esta ocasión en la sacristía del sepulcro de santa Teresa se tiene la reunión constitutiva de la Hermandad Teresiana Universal.

-1883 (19/22 octubre), después del III centenario teresiano de la muerte y una vez que había entregado la mano de oro para la imagen teresiana de Ávila a modo de desagravio al robo que se había producido tiempo antes; iba camino de Portugal.

- Mayo 1884: desde Madrid, Ávila, Medina, Salamanca y Alba.

- 1886 (17 octubre), de camino para C. Rodrigo, y celebra el 17 en el altar de santa Teresa.

- 1888, julio (así lo dice en carta de 26.7.1888), en septiembre de este año fueron aprobadas las constituciones en Roma.

- 1892 (25 de octubre), desde Madrid, Ávila.

Después de este cuadro cronológico de su peregrinar a Alba de Tormes, nos damos cuenta de que casi siempre lo hace en verano, en torno a la fiesta de la Transverberación (27 de agosto), o por las fiestas de octubre, en la octava (14/22octubre); algunas veces de paso para Portugal. Para los medios de comunicación de entonces (no olvidar que el trayecto Salamanca-Alba no tenía todavía tren y había que hacerlo a pie o en carruaje o caballería), hay que pensar que sentía una especial predilección por este lugar. Todas las visitas abarcan el arco más importante de su vida, sobre todo como fundador, por lo que la visita del sepulcro teresiano tiene mucho de búsqueda de ayuda para su obra teresiana. La última visita se produce algo menos de 4 años antes de morir.

Multitud de recuerdos de su paso por Alba

Y que el paso por Alba no fue fugaz, sino que dejó huella, lo demuestra la cantidad de lugares y objetos que nos quedan ligados a su presencia y actividad. El mayor recuerdo, sin duda, es la iglesia del sepulcro (MM. Carmelitas), pero también en el museo hay objetos ligados de alguna forma a él.

La iglesia del sepulcro, poco más o menos, está igual a como estaba en su tiempo, como él la conoció, al menos en su distribución de lugares, aunque con ligeros cambios. Nos queda el púlpito desde el que él predicó en tantas ocasiones. Celebró en el altar mayor (expresamente dice que en el altar de plata, hoy expuesto en el museo), pero también lo hizo en el altar del sepulcro primitivo sobre aquella losa de pizarra manchado del óleo que desprendía el cuerpo teresiano. Seguramente que el rincón preferido de esta iglesia era el lugar donde hasta hace pocos años se mostraba el corazón de santa Teresa, al lado derecho del altar mayor y del que todavía nos queda la puerta dorada. Allí se pasaba horas y horas ante la reliquia que representaba mejor para él toda la personalidad de esta mujer. No cambiaba por nada el poder estar solo y arrodillado largo tiempo ante, como él decía, el "corazón transverberado y espinado" de santa Teresa; espinado, porque él creía a ciegas, como tantos devotos del siglo XIX, que a esta reliquia le brotaron o salieron espinas, como si fuera un aviso de los males que estaban pasando en España. Así lo comunica su compañero de visita en agosto de 1875, Juan Bautista Altés: "5 días estuvimos examinando varias veces, admirando y venerando el seráfico corazón incorrupto, transverberado y espinado de nuestra Santa Teresa de Jesús. ¡Ya moriremos gozosos!" (Santa Teresa de Jesús 3 [1874-75] p. 357). Para corroborar la tristeza de la salida de Alba: "Hemos tenido que hacernos violencia para arrancarnos de aquel sitio" (ibid., p. 288).

También la sacristía de esta iglesia fue un lugar especial, dado que allí se celebró en 1877 la reunión constitutiva de la Hermandad Teresiana Universal (no confundir con la asociación teresiana local de idéntico nombre), una organización teresiana a nivel mundial que ya no subsiste.

Las Carmelitas Descalzas conservan también en clausura una imagen teresiana tallada y vestida de doctora, con birrete y con el corazón en la mano, que es tradición fue regalada a la comunidad por San Enrique de Ossó. Durante el último año centenario 2014-2015 ha estado siempre expuesta en la iglesia a la veneración de los fieles.

Y conviene recordar además que Ossó estaba siempre en contacto epistolar con algunas personas albenses, con el párroco Luciano Puerto, pero sobre todo con las monjas carmelitas. Tanta confianza tenía con estas últimas que, cuando publicaba alguno de sus libros, lo enviaba enseguida a Alba con el encargo explícito de que las monjas lo colocaran encima del sepulcro teresiano. Y así, como resultado de este envío, en el archivo conventual de las monjas se conservan todavía hoy las ediciones primeras de sus libros donadas por el mismo autor.

Hay otro detalle muy emotivo. Fue su amigo el obispo salmantino Martínez Izquierdo quien mandó abrir la ventanilla que da a la celda de la muerte, no sin el consejo y anuencia de Ossó. Pues la imagen de santa Teresa moribunda en la cama se la encargó el mismo obispo a Ossó para que la mandara hacer en Barcelona. De este modo también tuvo su parte en la última reorganización artística de la celda de la muerte.

Ni que decir tiene que también conoció nuestra imagen teresiana procesional de vestir, pues se trata de una efigie de comienzos del siglo XIX, y asistió a las procesiones tradicionales de agosto y octubre. Posiblemente en ella se inspiró para difundir desde Barcelona y por encargo un tipo de iconografía teresiana muy parecida a ésta.

Se podrían enumerar más detalles acudiendo al museo CARMUS, pero basta con lo aducido para entender que su paso por Alba de Tormes no fue algo fugaz, sino que dejó tanta huella, hasta el punto de poder decir que este lugar hoy no sólo es un santuario teresiano, sino también un santuario de Enrique de Ossó. Y si no es así, que lo digan sus hijas, las religiosas teresianas, que vienen a menudo a Alba tras la huella teresiana de su fundador. De hecho, cuando ellas ya estaban fundadas, les escribe con estas palabras tan sentidas de lo que ha experimentado en Alba: "Mañana dejo España para entrar en Portugal y sólo dos palabras de lo que he pedido por vosotras en estos lugares: en AVILA, cuna de la Santa, que nazcáis a nueva vida. En ALBA que muráis de amor divino, después de observar las virtudes que os ha dejado en herencia la Santa Madre Teresa de Jesús. ¡Qué corazón! ¡Qué herida! ¡Qué espinas! ¡Qué llaga! Por ella os metí y pedí a Jesús y a su Teresa que os abrasen en su amor" (24.10.1883).

Esta breve evocación ayude a entender la conveniencia y la justicia que se ha hecho con este personaje, hoy ya santo, al dedicarle esa calle cercana a la antigua Calle de santa María de Serranos, la ya inexistente parroquia del castillo ducal, a calles tan sugestivas como la del Buho, o la de Tentenecio, en lo que pudiéramos denominar el casco antiguo del pueblo y por donde él y los peregrinos que trajo en sucesivas ocasiones pasaron para subir a contemplar las ruinas del castillo. Así se hace constar en una crónica de su revista de esta subida y contemplación de lo que fue el signo de poderío de la familia ducal en siglos pasados, y ahora desvanecido, mientras que la fuerza espiritual de Teresa de Jesús sigue en pie: "este pensamiento melancólico trae a mi memoria las ruinas del castillo del Duque de Alba, que al caer de la tarde fui yo a visitar. Hállanse sobre una elevada colina, desde donde se descubre la vega de Alba, el Tormes, ceñido de álamos, y allá abajo, a la izquierda mano, los majestuosos muros de un abandnado monasterio" (J.B. Altés, Santa Teresa de Jesús 4 [1875] p. 287). La situación estratégica de esta calle de Enrique de Ossó nos anima a pensar que él, cual vigía invisible, desde allí sigue contemplando el mejor panorama de Alba, pero sobre todo tiene la mirada puesta en el corazón espiritual de este pueblo, la iglesia de su sepulcro.

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